diecinueve

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Dos años después

Hoseok trató de superar su partida.

No pudo ver a Namjoon como antes, nunca más.

No podía perderse en sus toques como antes de que su... ex esposo le haya firmado los papeles de divorcio.

Hoseok bajó su mirada hacia los papeles frente a él. Se mordió su labio inferior.

Nada era igual, ni siquiera podía ver la foto de su boda sin ganas de nada.

Sorbió por su nariz cuando giró su rostro hacia la izquierda baja del escritorio, había guardado aquella placa que decía "Pte. Min Yoongi".

Suspiró algo agotado y al menos recordó que Namjoon (hacía un mes atrás) comenzó a salir con Taehyung. Al menos él era feliz.

Si lo amó, de eso estaba seguro e incluso jamás podría decir que se arrepentía de todo lo que sucedió.

Había intentado algunas par de citas a ciegas, algunas por internet, otras con algunos conocidos pero ninguna funcionó.

Necesitaba una personalidad fuerte, dura, agresiva y dulce. Necesitaba unos ojos oscuros y manos grandes sobre él, incluso una voz grave y boca que mordiera sus labios.

—Te necesito —murmuró antes de levantar su mirada del suelo.

Su secretaria entró a su oficina con un ramo de rosas y un sobre.

—Dime Taehee —habló, aquel júbilo que antes estaba en su voz se había ido por completo.

—Señor Jung, disculpe interrumpirlo, pero esto llegó para usted —la muchacha entró con el ramo de rosas blancas, habían veinte rosas blancas envueltas en papel transparente.

—¿Y esto? —frunció el ceño antes de que la chica se encogiera de hombros.

—Lo trajo un repartidor de la florería, no lo sé. Ahora le dejaré esto y me retiraré, todavía me quedan archivos.

Cuando Hoseok se encontró solo, tomó el ramo antes de tomar el sobre y abrirlo.

Estaba escrito a computadora.

El color blanco en las rosas representa a lo puro, inocente... igual que tú. Eres igual de hermoso Hoseok.

No había firma ni iniciales ni jodidamente nada sobre quién era. Tragó saliva y se quedó viendo las rosas.

—Nunca recibí rosas —murmuró antes de buscar alguna manera para dejarlas con agua.

Se acercó al ventanal de su oficina.

Todos los demás seguían con sus vidas como si nada mientras que Hoseok había comprendido como se sentía Yoongi en aquel momento.

Se sentía un vacío, con ganas de llorar siempre. Su rostro ya no se veían tan juvenil, el tiempo arrolló a Hoseok al mismo tiempo que la perdida de Yoongi se hizo más permanente.

No sabía a donde estaba, ni si tenía dinero, donde vivía, si ya había encontrado a alguien más mientras que él se quedaba estancado en su maldito recuerdo.

—Te extraño —susurró contra su reflejo y sus ojos se movieron hacia el reflejo de las rosas tras él.

La vez anterior le había llegado una entrada para una opera que Hoseok amó desde la primera vez que la vio.

Se movió hacia las mismas y la yema de uno de sus dedos tocó el pétalo.

Te amo... te amo...

Sus palabras jamás se olvidaron. Estaban matándolo lento... tan lento.

No era fácil para él llegar a ser tan consciente de la manera en que lo necesitaba después de todo lo que pasó, era hasta asfixiante averiguarlo.

Pero, otra vez, lo amaba... lo hacía como nadie. Yoongi había encontrado la manera y había revuelto su dedo en la yaga.

Ahí estaba, con un maldito admirador secreto que no sabía quien mierda era, y que sin duda no le importaba en absoluto porque solo sabía que extrañaba a Yoongi.

Algunos podrían decir claramente que era casi enfermizo.

Lo humilló, lo denigró, lo acorraló a tal grado que le fue infiel, pero ahí estaba, esperando saber algo de él, lo que fuese, lo que sea necesario para verlo.

—Seguramente ya me olvidó —se confesó— Así como yo debería hacerlo y no lo hago, soy jodidamente ridículo —una sonrisa ladina y triste se apoderó de su cara, manchándola.

Pero desde que Yoongi se fue, Hoseok no podía vivir de otra manera.

mátame lento ; yoonseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora