Jungkook amaba su vida tal y como estaba, solo él y su pequeño hijo Omega.
Pero no todo puede ser paz.
Su vida toma un giro de 180 grados cuando vuelve a reencontrarse con aquel Omega rubio que en algún momento de su loca adolescente le robó el cora...
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Jeongin estaba sentado en una mesa esquinera esperando a su pareja mientras esté pagaba su pedido.
La panadería era más bonita por dentro, ahora entendía porque había tanta gente queriendo comer ahí.
Habían pasteles de diferentes colores, sabores, texturas y más.
Lamentablemente no pudo pedir un pastel de durazno, se veía demasiado apetecible.
--¿Que hace un Omega tan lindo aquí solo?.-preguntó un chico de cabello negro.
Jeongin lo miró y luego simplemente lo ignoró, aunque su rostro no pasó desapercibido.
Por alguna razón aquel rostro se le hacía familiar.
--¿No quieres responder?.-volvió hablar el pelinegro.
--No estoy solo.-dijo Jeongin.--Mi alfa está pagando.
El pelinegro giró su rostro pero no encontró a nadie.
--No hay nadie pagando.-volvió su rostro a Jeongin.--Así que para mí estás solo.
--Mi Omega no está solo.-dijo Hyunjin a su espalda.
Jeongin sonrió mirando al alfa pelinegro.
--Sí nos disculpas, vamos a comer.-dijo Jeongin amablemente.
El alfa pelinegro sonrió para luego alejarse y dejar a la pareja a solas.
--Bien hecho alfa.-dijo Jeongin dejando un beso en la mejilla de su alfa con la atenta mirada del alfa pelinegro que lo miraba desde el mostrador de pasteles.
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