Jungkook amaba su vida tal y como estaba, solo él y su pequeño hijo Omega.
Pero no todo puede ser paz.
Su vida toma un giro de 180 grados cuando vuelve a reencontrarse con aquel Omega rubio que en algún momento de su loca adolescente le robó el cora...
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Jimin tenía más de 20 años sin haber visitado Corea, y no pensó que su regreso fuese por ese motivo, desde que el padre de Jeongin le aviso del estado de su hijo no lo pensó tanto y tomó el primer vuelo.
Ahora estaba a solo minutos de ver a su hijo y su lobo se encontraba en paz.
Las calles habían cambiado tanto y no eran las mismas cuando el se fue con sus padres de ahí.
Caían pocas gotas de lluvia mientras veia la cuidad a través de la ventana del vehículo, suspiro al recordar lo temido.
Vería a Jungkook después de tantos años, jamás se le hubiera pasado por la cabeza que Jeongin era hijo de su gran amor y padre de su hijo.
--Llegamos señor.-pronunció el chófer.
--Gracias.-respondio Jimin con una sonrisa.
Ahora se encontraba fuera de una gran casa, era blanca y de dos plantas pero exageradamente grande.
No sé esperaba menos, después de ir conociendo a Jungkook, Jimin noto sus gustos extravagantes.
Tocó el timbre y al segundo una voz de escuchó.
--Buen día, ¿A quien busca?.
--Soy Park Jimin.
Fue lo único que pronunció Jimin y al segundo las puertas estaban abiertas.
Jimin entró y al segundo pudo olfatear el aroma tan caracterizante de su hijo pero estaba muy por debajo, ya que el olor que más resaltaba en el lugar, era el del alfa que en su juventud le robó más de un suspiro.
Sí, la casa estaba impregnada del olor del alfa Jeon.
