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-Tan mojada, como me gustas -sus dedos vagaban por mis labios y amagaban con penetrarme. Justo cuando creí que lo haría el timbre sonó-. Ignóralo -dijo besando mi cuello, pero la persona en la puerta no parecía tener ganas de irse.-iMierda! -espetó frustrada -Cámbiate en mi habitación -de mala gana tomé mi ropa y me metí a donde me ordenó. Estaba terminando de cambiarme cuando escuché la voz de mi profesora y la de alguien más. Algo me decía que me alejara de la puerta y no escuchara, pero mi cuerpo hizo exactamente lo contrario; me recliné contra la puerta y la escuché a ella hablando acaloradamente con un hombre.

-¿Por qué te ves tan molesta?

-Porque no debiste venir. ¿Qué quieres?

-Sabes bien que quiero.

-Eso ya pasó -por favor, que no estén hablando de sexo, que estén hablando de alguna estúpida junta o algo.

-¿Por qué lo niegas? Tenemos mucha
quimica -claro, una junta y en la cama nos entendemos más que bien. Lo comprobamos la semana pasada -sentí como mi corazón se estrujaba al escuchar la última oración. Hija de puta. Ahora entendía porque estuvo tan ocupada. Sentí como mi respiración cambió de ritmo. No debería estar aquí. No debería estar escuchando esto. No debería sentir absolutamente nada por esta extraña mujer. No debería quererla. Suficiente. Salí marchando del cuarto.

-Gracias por prestarme su baño, profe. No quiero interrumpir.

-Vete -susurró el hombre que ha decir verdad no era feo, pero ahora mismo lo quería ahorcar, apenas y me prestó atención.

-Becky, espera, él es quien se va. Tú tienes clase.

-Tenemos mucho que hablar, princesa -hasta tenía un sobrenombre.

-Hasta la próxima clase -ignoré las veces que me llamó y salí corriendo de ahí. Las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro. ¿Cómo pude ser tan estúpida?. Por supuesto que era un puto juguete para ella. Por eso me quería mantener en secreto para hacerme lo que se le pegue en gana mientras tiene a ese idiota para presentar a la sociedad. Como la odiaba y me odiaba a mí por haberme cegado tanto.

Caminé sin rumbo fijo por no sé cuánto tiempo; iba a un ritmo acelerado, parecía que tenía que llegar a casa a darle de comer a mi esposo o algo así. Tenía prisa de alejarme de ella y que mi mente se ocupara de otra cosa, pero era imposible. Yo la quería, realmente me gustaba, aunque se portara como una idiota la mayor parte del tiempo.
Estúpidamente creía que con el tiempo ella también me querría de la misma forma. La única diferencia entre lo que ella pasó y lo que estaba haciendo conmigo es que a mí me lo había anticipado. Aprender, crecer y follar. Pues que se folle al cara de idiota.

Me di cuenta que estaba a unas cuadras del auditorio de basquetbol así que aceleré mi paso; quizá ver algún partido podría distraerme. Fue cuando caí en cuenta de lo mucho que había caminado. Venir para acá toma unos veinte minutos en carro cuando hay tráfico ligero. Había hecho una caminata de una hora en un santiamén. Sentí mi teléfono vibrar. No había que ser un genio para saber quién era. Lo ignoré. Después pausadas vibraciones que indicabarn un mensaje nuevo y después otro. Seguí ignorando. Llegué al auditorio y para mi buena fortuna había chicos jugando. Aunque el público era más que escaso. Busqué un lugar cómodo y me dispuse a ver el partido. Los partidos de hombres siempre eran muy atractivos de ver; así que mi modo deportista se activó y me dediqué a ver jugadas, alabar bloqueos y buenos tiros. Buscaba concentrarme, pero el maldito teléfono no dejaba de sonar. Revisé y teniía más de treinta mensajes. "Necesitamos hablar, ¿Puedes tomar el teléfono?; No me ignores, por favor; Rebecca, contesta, Deja de portarte como una niña y toma la llamada; Toma el puto teléfono". Estaba borrando todos los mensajes cuando entró su llamada.

Profesora de piano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora