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-Estás huyendo de unos monstruos para
irte con otro -sentí mi corazón latir con fuerza, era el momento.

-Pasa que este monstruo -llevé mi mano a su mejilla -me tiene completamente enamorada y la amo. Amo a este monstruo que no ha hecho más que protegerme y cuidarme incluso de ella misma. Amo su forma de pensar, amo sus rabietas, amo la forma en como me toca y me hace sentir deseada, amo cuando me besa, cuando me abraza. Simplemente la amo -no decia nada, me veia como si me hubiera salido otra cabeza.

-No...

-Sí -me acerqué a ella. -Te amo, gruñona -no permití que intentara contestar, llevé mis labios a los de ella; me correspondió de la manera más dulce que puede existir.

-¿Cómo te sientes? -preguntó sobre mis labios.

-Bien.

-¿Segura?

-Totalmente -desconcertada era como me sentía ante su pregunta.

-A mi manera o se acaba -asentí. Un abrasante calor se apoderó de todo mi cuerpo -No te escuché.

-Sí.

-Bien -seguía seria y en parte eso me preocupaba. Con cuidado se paró de la cama y extendió su mano para que la tomara. -Ven conmigo -la tomé, me jaló
hasta estar de pie frente a ella. Sus manos lentamente descendieron por mis brazos hasta mis manos; entrelazó nuestros dedos levemente y volvió a soltar.

Mis ojos no perdían detalle de sus ojos y los de ella veían hacia abajo. Tomó mi playera para quitármela sin prisa. Cuando me dejó sólo con sujetador se acercó a mí y dejó un beso sobre mi mejilla, posando sus labios un poco más de tiempo. Giró mi cuerpo y quitó mi sujetador; sus labios se posaron en mi cuello y comenzaron un agónico descenso por mi espalda hasta llegar a mis jeans. Pasó las manos frente a mí para desabotonar mis pantalones, puso sus pulgares en las bolsas y comenzó a bajarlos, asegurándose de rozar mis piernas con sus suaves dedos. Mi respiración ya era errática, el sólo sentir su piel hacía que el aire me faltara y eso que apenas y me estaba tocando. -Tan bonita -con un leve golpe en mi pierna me indicó que la levantara para quitarme la prenda. Sentía su cabello moviéndose por mis piernas. -Una persona normal no tiene cosquillas en las rodillas -solté una pequeña risa.

-No soy una persona normal -susurré.

-No lo eres, es lo que más me gusta de ti. No eres parte de lo convencional -de nuevo subió marcando con sus dedos y con sus labios hasta llegar a la base de mis glúteos. Todavía traía puesto un pequeño bikini que moría porque desapareciera.

-¿ Quė... qué más te gusta de mí?- no quería romper el aura que teníamos, pero quería saberlo.

-Tu inocencia sin llegar a ser ingenua. Me gusta cómo me ves, tan pura y transparente, sin maldad, sin dobles intensiones. Me gusta cuando dices mi
nombre, con pasión, con cariño, con..

-Con amor -sonrió.

-Con amor -repitió. -Me abruma, pero me gusta mucho la confianza que tienes en mí -me giró para ponerme frente a ella. Tomó mis mejillas y habló prácticamente sobre mis labios. -Me gusta que creas en mí porque nadie lo ha hecho nunca. Me gusta que me entregues tu corazón porque es lo más valioso para mí, pero si en algún momento crees que no.. -corté su discurso nuevamente.

-Eres tú, Sarocha.

-Tú eres lo más valioso para mí, Rebecca, mi cura y mi maldición porque sé que no podré librarme de ti -selló su discurso con sus labios lentamente sobre los
míos. -Y para que quede claro lo que acabo de decir, haré esto cómo nunca lo he hecho. Sólo tú y yo y lo que sentimos. -asentí con cierta emoción. Con sumo cuidado me tumbó sobre la cama y me quitó las bragas lentamente. Ahora estaba completamente desnuda frente a ella. Sus ojos, la forma en cómo me veía por primera vez en esta situación me daba paz. Mi corazón, mi cuerpo y todo lo que yo soy está seguro con ella. Nada me pasará con ella a mi lado; lo ha demostrado. Valoro cada uno de sus
matices porque sé lo difícil y complicada que puede llegar a ser, sin embargo está abriendo su corazón conmigo y eso no lo arruinaré. Menos ahora que entiendo la magnitud de mi amor por ella.

Profesora de piano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora