Capítulo 1

70 15 28
                                    

—¡Voy a llegar tarde, maldición!

Era una tonta. Me atrasé demasiado tomando fotografías que no me di cuenta del pasar del tiempo. Caminé rápidamente, pero, para mi suerte o desgracia, en mi camino crucé cerca de una fuente de agua de tres niveles color cobre.

¡Reacciona, llegaras tarde y no lo podrás ver! Debía irme ya de una vez.

—¡Una foto rápida!

No, Meredith.

Rápidamente saqué mi celular con protector rosa y tomé unas 10 fotografías en secuencia y capturé justamente el revolotear de un ave y pequeñas gotitas mojándole la cabeza. Admiré orgullosamente mi obra al final.

—Esta foto queda para la posteridad.

Tan ensimismada me encentraba que ni cuenta me di del individuo detrás de mí.

—Bella fotografía...

Un susto descomunal recorrió todo mi cuerpo, haciéndome reaccionar por instinto, le golpeé en una pierna fuertemente para luego empujarle al suelo. No sé cuáles sean sus intenciones, pero me sorprendió. Aunque por la agitación del momento no había procesado el hecho de que admiró mi fotografía, por lo que volteo y aún estaba en el piso, aturdido. Avergonzada, me acerqué a pasos apresurados, tendiéndole la mano y, sin mirarle, susurré:

—Siento la agresión, pero usted me asustó.

Dudoso, tomó mi mano y, para mi sorpresa, era grande y suave además de que casi caigo de bruces al verle fijamente. Sus ojos parecen ser naranjas o ¿será solo por la luz solar? Sinceramente, no lo sabía, pero iba en perfecta sintonía con su traje. Parecía pequeño estando en el suelo, pero ahora, totalmente de pie, era todo lo contrario. ¿Cuánto ha de medir este hombre? Solté su mano y me alejé unos pasos, un poco ansiosa.

—Señorita, tiene usted una mano dura. —Se agachó levemente para sobarse la pierna anteriormente agredida por mí.

Seguidamente me dedicó una mirada burlona. Parecía burlarse de mí o ¿tal vez de sí mismo?

—¿Se encuentra bien? —pregunté por cortesía.

—Sí, no se preocupe. ¿Le duele la mano? Ese fue un golpe fuerte. —Tomó sutilmente mi mano entre las suyas, mirándome directo a los ojos y añadió—: Déjeme tomar la responsabilidad y aliviar su dolor.

No me había dado cuenta de que la mano me ardía un poco por el dolor, pero de repente me sentí aprisionada en su mirada.

—¿Por qué me...? Por favor no me toque. —Alejé la mano presurosamente, escarlata e indignada por aquel toque repentino—. Tampoco vuelva a hacerle eso a una persona en su vida, es grosero; además podría golpearle, así como lo hice yo o tal vez peor... quien sabe.

Vuelvo en mí para decirle todo lo que estuve conteniendo ya que ese toque rompió mi autocontrol y amabilidad y, en un acto reflejo, miré| la hora. No. No. ¡No!

—Adiós, señor. Debo irme—le dije con una sonrisa, pero mirada gélida; el típico «sus ojos no sonríen».

Volteé y, cuando di dos pasos, escuché su voz.

—¿Va a su casa? —preguntó de repente—. ¿Quisiera que la lleve?

—No gracias. No lo conozco— respondí con el ceño muy fruncido porque me parecía una propuesta ridícula.

—¿En ese caso le gustaría...

¿Ahora qué? Lo único que me gustaría es irme, pero sigue reteniéndome. Lo golpearé de nuevo y así poder marcharme.

Té Monarca (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora