Capítulo 7

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Desperté y lo primero en que pensé fue en Joon y en la manera descortés en que lo dejé, me avergüenzo de ello. Pero ya no hay nada que pueda hacer más que reivindicarme. Salí del departamento con la esperanza de encontrármelo, pero no pasó. Me golpeé la frente ya que después de todo lo que pasó ayer no le pedí su número de teléfono.

—Eres impresionante, no me lo puedo creer —susurré para mí misma.

Realicé el trabajo con la misma eficiencia de siempre, pero en mi cara se notaba la insatisfacción, aunque trataba de disimularlo.

—Mery... ¿estás bien? —Aida me tocó el hombro, sacándome de mis pensamientos.

—S-sí, estoy bien. Agradezco su preocupación, pero ¿Mery? Así me decía mi mama.

—L-Lo siento. ¿La incomodo?

—N-no, es solo que... la extraño. Ya sabe.

—Oh, por supuesto. Yo también la extraño, pero la iré a visitar en mi día libre

Yo no puedo ir, no sé si querrá verme; y mi padre menos. Con mis 2 hermanos mayores aún estábamos en contacto, pero con mi otra hermana no, no nos hablamos desde hace tanto. Los extraño a pesar de todo.

Con el ánimo por los suelos me dirigí a mi puesto de trabajo, cuando escuché a dos de mis compañeros, que si mal no recuerdo se llamaban Logan y Joshua, quejándose.

—Amigo, en serio. El otro día fui al bar y se me acercó un chico para invitarme a bailar, es decir era guapo y todo, pero no soy un puto ¿Sabes? Así que le planté un golpe en la cara —pausa para reír y prosigue—: y el marica se fue corriendo y llorando.

¿Que hizo qué? Sé que está mal escuchar a escondidas, pero no inicio a voluntad. Hablan muy fuerte.

—Bien hecho, amigo —le facilita Logan y chocan los cinco—, hay que poner a esos bastardos en su lugar. Si quieren cogerse a chicos que vayan a un bar gay, porque el bar en el que estaba era uno normal.

Mis dientes rechinaban de la rabia. No podía soportarlo más y mi corazón latía demasiado fuerte... iracundo, disgustado.

—Cierto.

Pausó un momento y cuando pensé que se había terminado y que no debería meterme en donde no me encuentro habla de nuevo.

—Y cada vez hay más de esos maricas por todas partes. ¡Dios! No paran de multiplicarse.

—No debería existir la gente como ellos.

¿¡OK!? Pero no hagas nada estúpido, Meredith.

—Bien, bien. Por lo visto el pasatiempo de ustedes es hablar mal de los demás.

Ambos voltean a mirarme, confusos.

—No hablamos de cualquier persona, amiga; hablamos de los maricas, ¿sabes? Los anormales —dice Joshua, resaltando la palabra «anormales».

—Ellos también son personas, «amigo». —Doy énfasis a la última palabra para que note el sarcasmo.

—¿Por qué los defiendes? —pregunta Logan, ceñudo.

—No hay un porqué exacto.

—¿Te das cuenta de que están mal? Dios creó al hombre y a la mujer y no debería ser de otra manera. ¿No crees en Dios acaso?

Logan vino con el típico argumento así que prosigo con toda la libertad de expresión brindada y sin ánimos de ofender a nadie:

—Primero, no está mal. Segundo, es cierto que Dios creo al hombre y a la mujer, pero eso no quiere decir que fueron creados para únicamente estar juntos, más bien se dice aquello por lo de la «reproducción», por la creación de la descendencia y continuidad de un legado o para poblar la tierra la cual estaba prácticamente desértica en aquel entonces en el que solamente existían los supuestos primeros seres humanos llamados Adán y Eva.

Té Monarca (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora