Capítulo 01

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Cansada y abrumada tras un día desastroso, caminé con lentitud hasta mi habitación. Me dejé caer en la cama, soltando un grito frustrado que se ahogó en la suavidad del colchón. ¿Cómo podía ser que la mala suerte se cerniera sobre mí de manera tan implacable? Mis padres, ausentes durante días, eran apenas sombras en mi memoria. Las calificaciones en la preparatoria eran una constante decepción, y para coronar la tríada de desgracias, mi jefe me había despedido hoy con la frialdad de quien descarta un zapato viejo.

Entre suspiros agotados, me pregunté si mi vida estaba condenada a ser una serie interminable de caídas y desilusiones. Observé el techo de mi habitación, sintiendo la pesadez del mundo sobre mis hombros. Me enderecé en la cama y observé mi habitación con desesperación. Las paredes parecían cerrarse sobre mí, el espacio volviéndose opresivo. Mis esfuerzos por mejorar no daban frutos. Lo intenté, de verdad lo intenté, pero parecía que mis mejores esfuerzos caían en saco roto.

Abriendo el cajón de mi mesita de noche, la tentación parpadeó en forma de un bote de pastillas. Mis viejas compañeras para olvidar el mundo estaban allí, brillando con un llamado seductor. "¿Qué más da?" pensé. Volqué algunas pastillas en mi mano, mientras con la otra sostenía un vaso con agua, dispuesta a sumergirme en el olvido por unas horas y, con suerte, encontrar la paz en la nada.

—¡Oh no! Yo no haría eso. —Una voz suave resonó en mi habitación, obligándome a abrir los ojos con sorpresa. En la penumbra, distinguí a una figura femenina en la esquina de mi cuarto. Su vestimenta blanca resaltaba en la oscuridad, y su piel parecía iluminada por una luz propia.

—¡Puta madre! —exclamé, sobresaltada—. ¿Quién demonios eres tú y qué haces aquí?

—Ese lenguaje señorita, por favor, no invoques a los dem... espera, ¿puedes verme? —preguntó sorprendida.

—¿Qué clase de puta broma es esta? Claro que puedo verte. —respondí, desconcertada por la extraña presencia que había irrumpido en mi momento de desesperación

La misteriosa figura avanzó unos pasos hacia mí. Su presencia irradiaba una serenidad que contrastaba drásticamente con el caos que reinaba en mi vida.

—Bien, esto es muy extraño y no tengo idea de por qué me estás viendo, pero voy a presentarme. Mi nombre es Freen y soy un ángel asignado para cuidarte, Rebecca Armstrong —anunció con calma, como si hablara de las condiciones climáticas.

Parpadeé varias veces, incrédula. Un ángel cuidándome a mí, en medio de mi desordenada existencia. La idea me parecía tan absurda que dudé por un momento de mi propia cordura. ¿Acaso ya había tomado las pastillas? Eso debía ser, las alucinaciones ya estaban apareciendo.

—Espera, espera, espera. ¿Un ángel? —me reí, pensando que esto debía ser parte de algún estúpido show de comedia —. ¿Asignado para cuidarme? Deberías haber llegado antes preciosa, mi vida ya es un maldito desastre.

Freen sonrió —Verás, el sistema celestial tiene algunas demoras. Pero ahora estoy aquí para ayudarte a enderezar las cosas y... —hizo una pausa, como buscando la palabra adecuada— guiarte. 

Reí con ganas ante el extraño sentido del humor de esa chica —Ya enserio dime quién eres y cómo sabes mi nombre —pregunté, sintiéndome atrapada en una extraña pesadilla.

—Soy Freen, y soy tu ángel, ya te lo dije —insistió la chica con tranquilidad.

Bien, no cabe duda de que estoy demente. Debí suponer que en algún momento pasaría, no debí abusar de las sustancias ilícitas que me ofrecía Jeremy. Mi risa se volvió más nerviosa mientras buscaba alguna explicación lógica a esta surrealista situación.

Angel || FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora