capitulo dos: el de quinto

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—Valen, Valen — Llamó Luka, su amigo de pelo largo y fanático de las vinchitas, desde su banco con mucha emoción. —No sabés, pasaron unos de quinto por acá.

—¿Y eso? —preguntó el pelirrojo mientras tomaba asiento al lado del pelilargo.

—Escuché que buscaban a alguien—Le comentó el chisme de la jornada. —¿Quién se habrá puesto de novia? ¿O estarán intentando chamuyar a una?

—¿Y quiénes eran? —Preguntó fingiendo que no le importaba en lo que abría su carpeta...

—No sé si los conoces, pero, ¿ubicas a Veliz, Giay? —Valentín frunció el ceño fingiendo intentar recordar si lo había oído, claramente lo hacía y conocía a ese par. Los dos chicos de quinto se hicieron conocidos por el acto del año pasado por el día del respeto a la diversidad en la feria que se hizo en el colegio y ellos recibían a las personas en la entrada del edificio vestidos con un traje tradicional de Grecia, es decir, unas togas y laureles en sus cabezas. Desde ese día, no había nadie que no supiese de ellos y él no era la excepción, pero quería pretender que sí. —Ah, bueno ellos vinieron, dieron unas vueltitas por el pasillo y se fueron. Definitivamente buscaban a alguien.

—¿Y eso me debería importar...? —Murmuró el colorado poniéndose a garabatear la última hoja de su carpeta, siempre que estaba nervioso lo hacía y hablar de Giay en específico lo ponía así.

¿Por qué? Esa era una muy buena pregunta, no tenía una razón válida para ponerse de ese modo con la mención del mayor que muy seguramente no sepa de su existencia ni lo que provocaba en él. El tema era que, posiblemente, muy poco comprobable, quizás le gustase un poquitito. Y no tenía motivos para que ese sentimiento florezca en su interior, nunca hablaron - o tal vez sí, lo mínimo y necesario, un pequeño saludito de la feria de las naciones- ni tuvieron mayor interacción que pequeñas miradas fugaces como la espuma de mar, no había absolutamente nada.

Salvo que quizá sí, quizá existía un minúsculo gesto que le daba esperanza para creer que en una probabilidad entre diez millones, tenía una razón que justificase que le gustara; sus ojos, su mirada verde que estaba expectante a verlo cruzar las escaleras.

Al principio no lo había notado, hasta que finalmente lo enganchó observándolo en una de sus tantas carreras. Ese momento lo dejó sin aire, apenas pudiendo controlar los estruendosos latidos de su corazón que parecía querer salirse de su pecho.

—No seas ortiva, si me preguntaste para saber más.

Luka no sabía de esto, no se animaba a contarle. Ni siquiera le había contado que le gustaban los chicos y no las chicas. Además, conocía demasiado bien a su amigo para saber que era un chismoso de primera y un lengua floja. El escándalo que podría causar si le dijera sus sentimientos por el de quinto, no lo dejaría vivir tranquilo y todos sus compañeros se enterarían. Y... y... Definitivamente, no se lo diría. No necesitaba ser correspondido, ni hablar de las veces que lograba ver a Giay por más que fuera de lejos.

—Fue para que no hablés solo.

—Tonto— Puso una sonrisa un tanto amarga por la respuesta de su amigo. —Bueno, ¿cómo te fue con la psico?

—Bien, supongo. —Continuó pintando su hoja con su lápiz, ya estaba casi por la mitad con trazos grises. —Me dio una tarea.

Luka se apoyó sobre sus codos para poner toda su atención en su amigo. —¿Se puede saber qué tarea te dio?

—Un listado, me dijo que haga una lista con las razones por las que sonreí hoy y, bueno, el resto de la semana.

—Si seguís pintando esa hoja, no vas a hacer la tarea de la psico.

cordones desatados [gialen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora