—¿Estás bien? —Agustín no podía creer que tenía en sus brazos al chico que tanto había estado buscando, finalmente tenía al chico de cordones desatados, “cordoncitos” como había decidido llamarle para achicar toda esa frase larga y acordarse más rápido. La emoción en su pecho era tanta que estaba haciendo un esfuerzo enorme para que su sonrisa no decore su rostro totalmente contento. —Tenés los cordones desatados.
El colorado abrió sus ojos lentamente y a la distancia en la que estaban podía ver a puro detalle cada una de las pecas esparcidas por ese rostro pálido, ligeramente sonrojado. Agustín comparaba este momento a la escena de una película, de las clichés donde el protagonista salvaba a la doncella en peligro.
—Sí, sí —Tartamudeó el chico liberándose del agarre de Agustín, quien parecía psicópata con esa sonrisa en su rostro, y volvió a su tarea de bajar las escaleras corriendo.
—¡Atate los cordones! — Le dijo en voz alta viendo a esa cabellera roja desaparecer por las escaleras.
Ah, finalmente se lo cruzó de cerca.
Pero esperen, todavía no sabía su nombre, se olvidó totalmente de preguntar siquiera a qué curso iba. Tendría que seguir buscándolo. Ahora que había conseguido estar tan cerca, no podía echarse atrás con su investigación. Lo bueno era que entre su cabeza olvidadiza y cómo se tildó de la emoción, fue que al menos le aconsejó que debía atarse los cordones; aquello que siempre lo ponía nervioso al momento de verlo por la ventana de su aula.
No fue una pérdida total su encuentro. No, no. Ya tenía impreso en su memoria esa tierna expresión de temor a caerse del pelirrojo y, ¡Lo había visto tropezar!
Sabía que era cuestión de tiempo que eso sucediese y fue justo cuando él estaba buscando a su mejor amigo, que se había escapado a quién sabe dónde, dejándolo en banda en medio del recreo justo cuando quería jugar un picadito en el patio. Alejo, técnicamente, se estaba redimiendo.
Uy, cierto, el partido con los de sexto.
Agustín salió disparando hasta el patio, chocando con otros estudiantes que paseaban por ahí, obteniendo insultos y quejas que claramente ignoró hasta llegar al sector de la canchita donde vio como ya habían separado los equipos y empezado a jugar. ¡Alejo estaba jugando y no lo esperó!
Bueno, retiraba lo dicho. Alejo seguía siendo un sucio traidor.
Como ya estaba ahí tomó asiento junto a un grupito de sus compañeros de curso que estaban viendo cómo jugaban los demás. Casi siempre cuando se hacían estos partidos había como un “público”, principalmente conformado por chicos de cursos más bajo que querían participar, pero había una regla tácita de que debían ser amigos de alguno de los chicos de quinto o sexto para poder unirte; cuestiones de jerarquía.
Mientras daba un vistazo a los demás grupitos sentados alrededor, reconoció la cabellera zanahoria que lo había deslumbrado anteriormente junto a otro chico de pelo largo y vincha, y charlando con este, estaba a uno de la promo. Era Matías Soulé, el cabecilla de Comunicaciones. No era el delegado, pero su influencia -según había escuchado de paso de sus compañeros delegados y del mismo delegado del “A”- era mayor y si su grupo se empecinaba con algo, se terminaba haciendo. En otras palabras, las del delegado del sexto “A”, era un insoportable con aires de Regina George.
¡¿Su Cordoncitos sería igual a Soulé?!
No parecía serlo, pero si se juntaba con él, algo de influencia seguramente tenía. Tal vez eso explicaba sus llegadas tardes y sus salidas a mitad de hora.
Basta, Agustín, se dijo a sí mismo sin dejar de mirar al pelirrojo, no podés ser prejuicioso. Al menos debía esperar a charlar un poco más y dar su veredicto. No podía tirar la imagen que había construido del colorado. Debía tenerle más fé.
—¡Cuidado! —Escuchó gritar antes de recibir un pelotazo en su cabeza y lo siguiente que vio fue pura oscuridad.
***
Abrió sus ojos ligeramente y creyó encontrarse con las pequitas del colorado de cordones desatados, hasta que su vista se enfocó bien y se dio con que era la cara de la enfermera, lo que causó que pegue un grito del susto, el cual contagió a Alejo que gritó también.
—Los dos, callados —Regañó la señora. —Vos —Señaló a Agustín. —No te levantés de golpe.
—Perdón… —Dijeron el par de amigos como si fuesen nenes pequeños.
—¿Qué ocurrió? —preguntó el de rizos acomodándose en la camilla.
—Te dieron un pelotazo y te desmayaste—Explicó la mujer con calma. —Ahora…
—Yo digo que Barrenechea lo hizo a propósito, ese no era un pase. —Comentó Alejo interrumpiendo a la enfermera que lo miró con molestia.
—Ahora —Continuó hablando la mujer. — Vienen tus padres a buscarte y te recomiendo que te vea un médico para confirmar que no te haya pasado algo más.
—Y yo te traje tus cosas, amigo —Mostró el morocho con una sonrisa. Luego tapó su boca para que la enfermera no vea lo que dice y se acercó a Agustín —Gracias, me ayudaste a zafar de historia.
—Pueden quedarse acá en silencio, si no, se vuelven a su aula.
—Sí, sí.
***
Toda el aula hablaba de Giay, el chisme del pelotazo y el desmayo se había esparcido como fuego en nafta, y por más que dijese que no le importaba, la verdad era que sí. Tenía la necesidad de saber cómo se encontraba, porque ese golpe pareció incluso de caricatura.
Él vio todo en vivo y directo, lo estaba mirando a él. Bueno, para ser justos, al menos lo hizo en su dirección y eso era suficiente para que sintiese como su corazón se detenía al casi conectar miradas con Giay.
Mierda, estaba peor de lo que pensaba.
Suspiró y se acostó abrazando su mochila como si fuese una almohada, mirando de costado a su amigo tomar nota de lo que escuchaba que decían en voz alta sus compañeros.
—Pobre Agustín Giay —Se lamentó Lucía, una de las chicas. —de seguro quedó tonto del golpe.
—Barrenechea lo hizo a propósito —Escuchó decir a otra. —Mi amiga de quinto estaba ahí y dijo que Agustín Giay andaba mirando a la chica que le gusta.
—¿Y se sabe quién es? —Metió la cuchara Brau, otro de sus compañeros.
—Miraba en dirección al cuartito de almacenamiento.
—¿Quiénes estaban ahí? ¿Alguien sabe?
—Abril, Luz. Siempre salen al patio.
—Yo veía a Mati Soulé, ni idea Giay.
Las risas se escucharon.
—Estaban Luki y Valen — Deschavó Aylen, otra compañera, y las miradas se centraron en ellos, pero Luka negó con la cabeza dejándolo a él expuesto.
—¿Valen vos viste a alguien más?
De seguro estaba como un tomate a ese punto.
—¡Mati Soulé también estaba! —Exclamó Lola, del grupito de las chicas que se sentaban en el fondo, interrumpiéndolo antes que pudiera contestar.
—Abril, boluda, como no te diste cuenta. —Molestó Lucía a la chica.
—¿Y si lo miraba a Mati? ¿Vieron que hay riña entre delegados? —Cambió de tema Abi, una de sus compañeras que se sentaba al frente suyo. Suspiró aliviado que ya no tenía tanta atención encima.
Pero su alivio no duró mucho, no había pensado en que podía haberlo estado viendo a Soulé que se sentó al lado de ellos. Tenía sentido, todos miraban al de sexto y no lo podía culpar.
Ah, se había ilusionado al pedo. Si Agustín ni lo registraba, qué lo iba a estar viendo.
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Jsjsks bueno comenten, reaccionen, opinen
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cordones desatados [gialen]
Fiksi PenggemarAgustín siempre que ve por la ventana de su curso se pregunta cómo es que el colorado que va corriendo por las escaleras no se cae con sus cordones desatados.