XXIII.- Tú mi Locura

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La última carrera de abril estaba a la vuelta de la esquina, y en el box de Ferrari se respiraba un ambiente eléctrico. Charles Leclerc, con su impresionante actuación en la clasificación, había asegurado la Pole Position tanto para la carrera principal como para la Sprint del día anterior. Aunque esta última fue ganada por Checo Pérez, la posición de partida de Charles para la carrera principal seguía siendo un punto fuerte para Ferrari.

En el corazón del box, los mecánicos ajustaban cada detalle en los monoplazas, y los ingenieros revisaban estrategias con precisión quirúrgica. Me mantuve al margen por un momento, observando todo aquel ajetreo, hasta que decidí acercarme a Charles. Estaba sentado en un rincón, concentrado, pasando los dedos por el visor de su casco como si eso pudiera alinear su mente para lo que venía.

Campeón, ¿te puedo pedir algo? —solté en tono ligero, interrumpiendo suavemente su concentración.

Levantó la vista, y una chispa de curiosidad se encendió en sus ojos.

Claro, Ika. ¿Qué necesitas?

Aproveché la oportunidad para aligerar la tensión.

Por favor, no hagas lo mismo de ayer con los muros, ¿eh? ¿Qué obsesión tienes con ellos, Charles? —le dije con una sonrisa burlona.

Charles dejó escapar una risa, esa risa sincera que tanto aliviaba el ambiente antes de una carrera.

Sabes que no fue mi intención —respondió, haciéndose el inocente—. Pero oye, a veces los muros necesitan un poco de cariño.

—Eres un tonto —dije entre risas, mientras él también sonreía.

Esa pequeña broma fue suficiente para relajarle. Sabía que, aunque en la pista era todo corazón y valentía, también cargaba con una presión enorme sobre sus hombros. Antes de que pudiera decir más, vi al jefe del equipo, Fred Vasseur, aproximándose.

Papá oso viene en camino —le avisé a Charles, y su expresión cambió automáticamente a una de respeto.

Fred llegó con su característico aire de autoridad y seriedad. No había espacio para bromas en ese momento.

Ericka, ¿has visto a tu hermano? —preguntó sin rodeos.

Está justo detrás de ti —respondí al ver a Carlos acercándose al grupo.

Fred asintió y se dirigió a los dos pilotos.

Quiero que me acompañéis a mi oficina antes de la carrera. Hay cosas importantes que necesitamos discutir.

El tono de Fred era serio, pero lo conocíamos lo suficiente para saber que buscaba darnos una última dosis de confianza antes de la batalla. Nos dirigimos al hospitaly, donde su oficina estaba lista para la reunión. Era un espacio sencillo, pero con la energía de un campo de estrategia. Nos sentamos, y Fred comenzó a repasar las claves del día.

Carlos, necesitas enfocarte en ganar posiciones en la primera vuelta. La agresividad controlada será tu mejor arma.

Carlos asintió con determinación, tomando nota mental de cada palabra.

Ericka, las paradas en boxes serán críticas hoy. Necesito que estés atenta a cada decisión que tomemos, sobre todo si las condiciones cambian.

Finalmente, Fred miró a Charles, su tono más cálido pero igual de firme.

Charles, confía en ti mismo. Sabes dónde están tus límites, pero también dónde puedes empujar. No dejes que la duda entre en tu cabeza.

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