Capítulo 5: Amenza de muerte

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El ladrón podía sentir como poco a poco su cuerpo se iba debilitando por la falta de comida pero a pesar de eso se negaba rotundamente a probar un bocado, de igual forma lo matarían, prefería matarse el solo por el hambre que dejar que ellos lo colgarán como piñata.

El príncipe llevaba días trayendo comida, comida que Pierre lo tenía intención alguna de tocar. Se la pasaba sentando en la esquina de la celda mientras raspaba una piedra contra el piso; la piedra era ahora tan pequeña que la propia carne de sus dedos era la que se quedaba en el suelo. Sería bueno. Sentir un poco de dolor lo mantendría cuerdo, le recordaría que aun estaba vivo y mientras que su corazón latiera aun tendría oportunidad de escapar.

Los primeros días Andro pasaba y hablaba con el prisionero, la mayoría de veces era para insultarlo para decirle lo miserable y asqueroso que era. Pero para Pierre esos comentarios le dejaron de importar hace mucho tiempo atrás.

No fue hasta que un día repentinamente el príncipe ya no hablaba, solo dejaba la comida en silencio y se iba para regresar por la comida intacta una horas después. El ladrón se enfocó en su mirada, sus ojos que antes parecían arrogantes ahora solo miraban el suelo, perdidos, como si un espíritu sin emociones poseyera ese cuerpo real. Luego comenzó a cojear, el chico que caminaba a la perfección ahora cojeaba levemente.

Pierre sentía que en cualquier momento se desmayaría, que perdería el conocimiento y moriría de hambre. El príncipe acababa de llegar como de costumbre, dejando en el suelo un plato de sopa y un pan que probablemente llevaba semanas en la alacena pero no dejó la comida y se fue, sino que se quedó parado, mirando el suelo con esa mirada vacía. Pierre seguía raspando la piedra y no le tomaba importancia, hasta que finalmente el silencio de rompió.

—¿Cómo es la ciudad fuera del palacio?

Pierre no contesto

—Me imagino que todos han de estar felices, comiendo lo que quieran, festivales y música alta—hizo una pausa—ojalá pudiera ser uno de ellos, nada les falta, seguro que comen hasta hartarse, ellos deberían de controlar toda la economía y seguridad ¿no lo crees? después de todo tienen una vida mucho más cómoda que la reina.

Pierre seguía sin contestar

—Mientras nosotros nos matamos por conseguir comida, ustedes los pueblerinos simplemente no les importa, es por eso que dejas que toda la comida se desperdicie. Tienes razón, a partir de este momento le diré a mi madre que reduzca la porción de comida en los mercados, hay que apreciar lo que nos cuesta a nosotros. Y quizá de una vez aumentar los impuestos y sobre todo las matrículas escolares— Andro no vio cuando Pierre se levantó, sino que solo sintió el jalón de su cuello y su cara se estrelló con fuerza en los barrotes.

—Deja de decir tonterías estúpida basura— Pierre escupió las palabras con todo el odio que pudo. La comida que estaba en el suelo ahora estaba sobre todo el zapato de Andro.

—A final de cuentas no eres mudo eh?— El príncipe sonrió burlón. No había hecho ningún intento de zafarse del agarre del ladrón, sino que solo lo miró desafiante— bueno— se encogió de hombros— eso es lo que me diste a entender, has pasado aquí severos días y te has negado a comer, pensé que estabas tan bien comido que podrías pasar todo un mes sin comida— el agarre de Pierre se hizo más fuerte, sus caras estaban apenas a unos centímetros.

Andro se dio cuenta que era la primera vez que podía verlo a la cara, y le sorprendió lo joven que se veía. Bajo la capucha el príncipe se había imaginado a un hombre de unos 50 años, desesperado por conseguir un poco de dinero para comer, pero no era así. El chico parecía no más grande que el con una piel tostada hermosa, Andro se preguntó si tendría destellos dorados bajo el sol. Su cabello castaño que le cubría las orejas con desordenados rulos, leves pecas en su nariz larga y bien definida, y finalmente sus ojos, azules como un mar de costa, tan claros que Andro podría jurar que se podía reflejar en ellos.

El príncipe salió de su trance cuando el ladrón lo empujó de nuevo hacía la celda con fuerza

—¿Se cree muy listo no? Su majestad— dijo ese nombre como si lo escupiera— mientras nosotros morimos de hambre ustedes están pavoneándose con galantes vestidos y comida a montón. Lo sabe bien. El pueblo muere cada día por el hambre y la enfermedad y ustedes no pueden cumplir el único trabajo que tienen— su garganta se atoró por la falta de líquido— me das asco, todos los de tu especie me causan repulsión y náuseas. Preferiría morir que pasar un solo segundo más en este asqueroso lugar.

A lo lejos, unos pasos comenzaron a acercase a gran velocidad. Dos guardias habían llegado en rescate del príncipe. Con movimientos forzosos separaron a ambos y Andro pudo recuperar el aire que comenzaba a perder. Uno de los guardias golpeó a Pierre con fuerza en el estómago con la parte menos filosa de su arma solo de advertencia para que se alejara.

—Su alteza, ¿se encentra bien?— preguntó uno de ellos

—Estoy bien, estoy bien.

— Agradece que no te he matado— dijo el ladrón regresando a su esquina— pero cuando salga de aquí, tu serás el primero que mataré.

Andro sintió que su estómago se revolvía del miedo, pero no lo demostró. Antes de que pudiese contestar a la amenaza, una tercera voz surgió de las sombras

—No será necesario— la reina, había llegado sin hacer ruido alguno. Los guardias presentes se apresuraron en hacer una reverencia, pero la reina solamente miraba a su hijo, al llegar a su lado miró al prisionero por primera vez.

—Madre— exclamó el príncipe por la sorpresa. Ella le dirigió una vez la mirada pero ahora de forma severa haciéndolo callar y bajar la mirada, era una advertencia.

—Este hombre será ejecutado en la plaza a primera hora de la mañana. Pero no será colgado, deberá morir mientras sufre de latigazos en la espalda y quedará ahí hasta morir desangrado.

Andro y Pierre cruzaron miradas y como si fueran espejo del otro ambos se miraban con terror.

—Pero madre...— La reina no dudo y levantó la mano dándole una fuerte bofetada a su hijo.

—Cállate Andro, ¿Querías el reconocimiento de hacer algo bien por primera vez en tu vida, no? no lo arruines

—Si madre— dijo el príncipe intentando contener las lágrimas mientras tomaba su mejilla golpeada.

Con esa sentencia, los presentes abandonaron las catacumbas dejando a Pierre solo, con su cuerpo tembloroso y deseando que todo esto solo fuera una pesadilla.

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Dos meses tarde pero sin sueño

Amonosssss

Mi única vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora