Capítulo Once

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Querida Campanellina,

Te tengo una recomendación para cuando tengas un día soleado en Londres y tiempo libre: un paseo por el Támesis en bote.

Si, ya sé que los turistas son un fastidio. Ruidosos y andan en montones. Pero si tienes buena compañía, puede ser un bonito paseo tanto como el que más.

Porque veamos, ¿Cuándo salimos a hacer turismo en nuestra propia ciudad?

Hay miles de personas que jamás lo han hecho aunque toda su vida han vivido en Londres, jamás han visitado el Big Ben o el London Eye.

Yo lo hice, y la verdad, lo disfruté mucho.

Espero que tengas un día maravilloso, soleado y de mucho provecho.

Tu amigo,

Smok

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Querido Smok,

Gracias por la sugerencia. A decir verdad, nunca se me habría ocurrido si no lo mencionas. Creo que te haré caso y en el primer día soleado me aventuraré al Támesis. Ciertamente, jamás he hecho uno de esos paseos, ni siquiera cuando vienen familiares de visita a Londres.

Ayer tuve un día extraño. Fue como abrir una pequeña ventana al pasado y verlo con otros ojos aunque en realidad lo que vi fue el presente, y tal vez el futuro.

Es bueno el cambio. A veces el tiempo enseña las mejores lecciones. ¿No te ha pasado? ¿Qué te encuentras después de mucho con algo que supusiste sería de una forma y resultó totalmente diferente?

Lo siento, estoy divagando.

Feliz y productivo día amigo,

Campanellina

Hermione gruñó fastidiada mirando su armario. Odiaba esa clase de eventos. Si bien eran buenos para su tienda, porque muchos autores y editoriales estarían allí, le fastidiaba ese ambiente, lleno de gente que quería fingir que sabía de arte, gente que quería presumir lo mucho que sabía de arte, y gente que solo estaba allí para figurar y no sabían de qué se hablaba pero fingían hacerlo. Y ella no sabía ni en qué renglón estaba ella. Solo que muchas veces se sentía mortalmente aburrida.

Ella no era artista. Era una amante de la literatura y una comerciante.

Muchos se acercaban a adular a Anthony y se lo llevaban a charlar mientras ella solía quedarse sola; a veces si coincidía con Luna, reconocida Ilustradora, tenía con quien conversar, pero en general, Anthony la dejaba sola y se iba a hablar de libros, artículos, autores, de su último proyecto o de otros eventos con otros autores invitados, ella se quedaba picando un rato en la mesa de entremeses, se tomaba un vino, si tenía suerte, conversaba un rato, y a veces se terminaba marchando luego de hacerle una seña a Anthony quien entendía que se iba y la dejaba ir sin mucho rollo.

Ella apreciaba su independencia y el hecho de que aunque tenían tanto tiempo juntos, ni ella ni Anthony fueran dependientes uno del otro. Pero a veces, como ese día, sentía que tenía que haber más en una relación que el hecho de sentirse cómodo y libre.

Ellos tenían ya casi cinco años juntos. Estaban comprometidos pero jamás se hablaba de boda. No vivían siquiera permanentemente juntos. Anthony conservaba su apartamento en Londres y ella su casa, y aunque pasaban la mayoría de las noches juntos en su casita fuera de Londres, la verdad, a veces Hermione sentía que parecían una pareja de décadas de matrimonio. Hacían el amor eventualmente, los martes, los viernes, y si no estaban muy ocupados, los sábados o los domingos. Se conocían, se respetaban, se toleraban. No tenían mucha emoción en sus vidas. Tenían gustos en común, en especial la literatura. Opinaban parecido sobre política, sobre la crianza de los niños (aunque jamás habían hablado de tener un niño propio), amaban a sus padres, tenían amigos en común, pero a veces Hermione pensaba que incluso las fiestas y eventos a los que asistían eran monótonos, y honestamente, Anthony recibía mucha más atención que ella al ser un escritor reconocido. Su fama como héroe de guerra y la mejor amiga de Harry Potter había pasado de moda. Sus conocidos más frecuentes eran Luna, Harry, Neville, Parvati, la Señora Lucille Ball quien llevaba las cuentas de la tienda, ayudaba Los Días de Cuentos a atender a los padres y representantes de los niños y pagaba los impuestos, y Miguel Corona, el joven que hacía de mensajero, ayudaba con la limpieza y mantenimiento de la tienda y que asistía tres veces a la semana y trabajaba tres horas o cuando se le llamara para algún encargo particular.

Una Lechuza en mi VentanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora