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Es la víspera de Navidad, pero yo ya había recibido mi regalo, descansa a mi lado en la cama, desnuda y agotada. Acaricio su espalda viendo su piel erizarse, se remueve y sigue durmiendo. Después de haber llorado casi toda la noche por la señora Klaus, logré tranquilizarla, cenamos y luego le hice el amor haciéndola olvidarse de lo que había descubierto. Llamé a Grace y después de ponerla al día de lo sucedido, la convencí de marcharse con su novio y retomar sus planes, prometiéndole que cuidaría de Tillie, y que la mantendría informada de cualquier cosa. Me alegro que tenga a Grace en su vida, es una buena influencia y sé que ama a Tillie como si fuera su hermana. Saber que, al menos no estuvo sola después de que su madre falleciera me hace sentir un poco más tranquilo.

Beso su hombro y me levanto de la cama, me visto con un pantalón deportivo y bajo a la cocina para preparar el desayuno para mi chica y para mí. Mientras bato los huevos comprendo que no podré volver a vivir sin tenerla siempre a mi lado, y aunque aún no le he pedido que sea mi novia, organizaré algo especial para esta noche y le pediré que se mude conmigo, después de todo, en cuanto la vi esa noche en mi restaurante, al lado de "Kenmundo" como ella lo había bautizado, empecé a buscar un lugar para vivir, algo dentro de mi decía que era así como debía ser, este había sido nuestro hogar desde el día en que firmé el contrato de compra.

A las siete de la noche entramos por la puerta de la casa de mi hermana. Las risas de mis sobrinos retumban por encima de las canciones navideñas, contagiándonos de su alegría.

-Ven, te voy a presentar a mis hijos -dije, burlándome de las mentiras de Maddie-, estoy seguro de que te van a adorar.

Tillie intenta golpearme en el brazo, antes de recibir el impacto, atrapo su mano y le doy un beso.

Abro la puerta de la cocina y ahí está mi hermana cocinando, con Dan y los niños ayudándola a preparar el postre mientras gritan y ríen de las tonterías que su padre hace.

-¡¿Dónde están mis sobrinos favoritos?! -grito atrayendo la atención de todos, Annie y Louis saltan de sus asientos y se lanzan sobre mi como dos pequeños monos.

Eran mellizos y con seis años habían logrado que Dan y Jane cerraran la fábrica, eran un torbellino incansable, sobre todo Annie y su amor por Taylor Swift.

-¡Tío! -gritan al unisonó. Annie se cuelga de mi cuello y Louis se aferra a mi pierna como  garrapata.

-Mis pequeñas sabandijas. -murmuro, intentando atraparlos entre mis brazos.

Camino con dificultad hasta acercarme a mi hermana para dejar un beso en su cabeza, Dan, compadeciéndose de mí, llega para ayudarme a zafarme de mis sobrinos.

-¿Quién es ella, tío? -pregunta Annie, pegando su boca en mi oído, evitando que nos escuchen.

De la misma forma me acerco a ella y le respondo.

Un Santa para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora