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Grace tenía razón, Tillie no se iba a negar a mi ofrecimiento, y por la forma en que me propuso su grandiosa idea, suena a que tengo una cómplice en ella. Después de hablar con Tillie, regreso a mi lado del vestidor, recreando en mi cabeza todas las conversaciones que tenemos pendientes. Cambio mi ropa lo más rápido que mi ansiedad y nervios me permiten, cuelgo mi mochila en mi hombro, y me quedo de pie en la entrada al vestidor esperando por Tillie. En cuanto estuviéramos a solas, conversaríamos por un rato y luego le pediría una cita, y después la besaría, aunque no exactamente en ese orden. Mis nervios están a flor de piel, y por momentos me siento regresar a mi adolescencia. Recuerdo verla caminar por el pasillo del instituto, con su larga cabellera oscura meciéndose como el arrullo de una ola y sus enormes ojos marrones llenos de felicidad. Cada vez que su mirada se cruzaba con la mía me dejaba paralizado y me volvía un idiota que no podía parar de sonreír, incluso puedo jurar que me volvía torpe. Dan siempre se reía de mi enamoramiento, y muchas veces me exhortaba a intentar hablar con ella, pero era como si al estar a su lado, toda mi fuerza y sentido común desaparecieran y cuando por fin reuní todas mis fuerzas y coraje, ella desapareció y nunca más la volví a ver, hasta hace unas noches en mi restaurante.

Sus pasos resuenan, haciéndose cada vez más claros, hasta que la veo aparecer por la puerta para encontrarse conmigo. Recorro con mis ojos su presencia, perdiéndome en ella. Su cabello ahora esta corto y cae sobre sus hombros con unas ligeras ondas que le dan personalidad. Sus enormes y hermosos ojos marrones han perdido ese brillo cálido que tenían, ahora lucen apagados y tristes. Por un momento parece que es otra persona y que la Tillie de la que había estado enamorado ya no existe. Sonríe caminando hacia mí, y es ahí cuando la veo. Es algo rápido, fugaz, pero es ella, pude reconocerla debajo de todas esa apariencia apagada y melancólica. Algo ha debido de sucederle para tener que enterrarla en lo más profundo de su ser y estoy dispuesto a recuperarla y hacerla sonreír. Viviré para hacer que sus ojos recobren el brillo que perdieron. Se detiene a mi lado terminando de cerrar su abrigo rojo, el olor a jazmín llega hasta mi nariz y aspiro su aroma, adorando la sensación que me genera.

—Gracias por llevarme —susurra, sus mejillas del mismo color de su abrigo—. Lamento que tenga que molestarte.

—No es una molestia, me alegra pasar algo de tiempo contigo, así podemos ponernos al día.

Caminamos hasta el parking en un cómodo silencio, durante el trayecto, oigo a Tillie suspirar varias veces, y yo siento que no puedo dejar de sonreír. Nuestras manos se rozan accidentalmente, y las ganas de tomarla de la mano cosquillean en mi piel. Quiero atraparla entre mis brazos y dejarme la vida en un beso donde volcaría todo lo que siento por ella. Después de unos minutos en silencio llegamos a mi coche, abro la puerta para ella y sutilmente entierro mi nariz en su cabello embriagándome con su dulce olor, un placer culposo se apodera de mí, Algo avergonzado me alejo y subo a mi lado del coche. Froto mis manos buscando algo de calor.

Un Santa para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora