2

52 13 48
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—Despierta dormilona —la suave voz de Grace resuena en mis oídos, está sentada a mi lado, y puedo jurar que esta sonriendo—, venga, cuéntamelo todo. ¿Qué tal fue tu cita?

Me remuevo en la cama, el dolor de cabeza martilla mi cráneo con fuerza —No vuelvo a beber —digo entre susurros lastimeros. Grace se ríe y luego me da una botella con agua y analgésicos. ¿He dicho ya que la amo? Suspiro y sin pensarlo, empiezo a hablar.

—Caleb regresó —Pronuncio su nombre sintiéndome extraña al hacerlo.

—¿Caleb? ¿tu Caleb? —pregunta, acomodándose en la cama, soltando grititos emocionados.

—Nunca fue mi Caleb —corrijo, y era verdad, nunca había sido mío, haber estado enamorada de él no me otorgaba ese derecho—, pero si, ese Caleb. Es el chef del Luxe Lounge.

—¡Oh, por Santa! He querido ir a ese restaurante desde que abrió sus puertas, pero para hacerlo tendría que vender un riñón y les tengo mucho cariño a los dos —Lleva un dedo a sus labios, dando suaves golpecitos contra ellos, luego me mira y me da una sonrisa siniestra—. Aunque, si tu Caleb es el dueño, seguro conseguiré comidas gratis. Solo necesito emparejaros.

Empieza a reír a carcajadas como una demente, porque, si, Grace esta medio loca.

—Ya para —digo entre risas, Grace se arrodilla a mi lado esperando a que empiece a contarle mi maravillosa noche.

—¡Puaj! Que asco de tipo, definitivamente tienes un pésimo gusto para los hombres, a excepción, por supuesto, de nuestro querido chef —dice mientras hace un corazón con sus manos—, ahora, por favor, cuéntamelo todo sobre el sexy Caleb Harris.

—Ya te dije todo,  no hay nada más que decir, simplemente se alejó, sin siquiera despedirse.

—Si, si, eso lo entiendo, pero quiero saber cómo te sentiste al verlo

—Normal, creo —digo, levantando mis hombros, restándole importancia a mis sentimientos. Mi amiga me mira sin parpadear, haciéndome sentir incomoda—. Fue una sorpresa, no sé qué quieres que te diga —agrego, evitando su mirada.

—Me vas a decir, que, después de diez años sin ver a tu primer amor ¿no sentiste nada? —Se levanta de la cama recogiendo la ropa que use la noche anterior y poniéndola en el cesto de la ropa sucia—. Está bien, no te voy a obligar a decir nada. Lo único que me hace feliz es que hayas escapado de ese perdedor. Se me eriza la piel solo de imaginar la escena —Sacude su cuerpo, hace un gesto de arcada y luego se ríe.

—Envió mensajes hasta bien entrada la noche, lo bloqueé cuando me aburrí de leer sus estupideces. Que tipo más horrible.

Me siento en la cama dejando la botella en la mesita de noche, mi móvil indicaba las diez de la mañana. Vuelvo a tumbarme, no había nada interesante que hacer y mi cabeza rogaba por volver a dormir.

Un Santa para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora