Capítulo 1

2.6K 92 7
                                    

Narra Adilah.

Un año antes.

Mi corazón martilleaba en mi pecho. Estaba ávida de aliento... Mis patas de licántropa golpeaban con fuerza la hierba, rompiendo ramitas mientras saltaba sobre troncos caídos. No me atrapará. No se lo permitiré. Podía oír sus ronco jadeos justo detrás de mí. Mis músculos ardían con cada movimiento hacia adelante, pero me empujaba a ir cada vez más rápido. Había entrenado mucho, pero sabía que su fuerza y su potencia eran superiores a las mías. Me dolían las patas delanteras. Empuja. ¡Vamos, licántropa! ¿Por qué no puedes ir más rápido? No puedo bajar la guardia. Está ganando terreno, y rápido. Es tan extraordinariamente masivo y poderoso, pero quiero darle una persecución. Y esto no era un entrenamiento. Esto era real. ¡Mierda! ¡Me está alcanzando! ¡Me comerá viva cuando me atrape! Los árboles que se precipitaban a mi lado desaparecieron. Corrí hacia un campo abierto. La dulce brisa en mi piel se sentía increíble. ¡Sí! ¡Corre! Estaba repleto de flores interminables, que brillaban con un tono azul por la luz de la luna y se extendía kilómetros en todas direcciones. Este fue un movimiento peligroso. Puede atraparte. Estás expuesta. Mi corazón se hinchó, tanto por la belleza como por el hecho de que no había ningún lugar donde esconderse. La anticipación hizo que la adrenalina inundará de poner a prueba los límites. Ya estaba demasiado lejos del palacio como para volver atrás. Ya es hora. Es hora de enfrentarme a mi perseguidor. Me detuve y me giré hacia el bosque oscuro, volviendo a mi forma humana desnuda. Me tensé, escuchando como el sonido atronador se sus patas se acercaba como un tornado a través de una pradera. Mi mente se aceleró mientras me preguntaba.... ¿Qué haría cuando me atrape? Pero antes de que mi imaginación se disparará, un gigantesco licántropo saltó desde las sombras hacia mí. Era enorme y aterrador. Si hubiera sido una mujer más débil, habría empezado a gritar y correr por mi vida. Pero me mantuve firme y sonreír. El licántropo, con su pelaje dorado brillando bajo la luz de la luna, cambió a su forma humana. Me tomo entre sus músculosos. Y yo se lo permití. Miré fijamente a los ojos de Adonis. Ambos jadeábamos desnudos a la luz de la luna. Su forma era magnífica, con un fino brillo de sudor pegado en su carne. Miré hacia abajo. Dios mío. Que apéndice tan increíble. Sus ojos brillaban como orbes en el reflejo de la luna, excitándome aún más. El estruendo en mi pecho resultó casi insoportable al verlo punto ahora el majestuoso le canto prometinia justo donde quería. Una brisa fría barrió la pradera. Me ciñó fuertemente a su duro y cincelado cuerpo. Su carne estaba ardiendo, como un horno. La única fuente de calor que quería y anhelaba.
- ¿Tienes frío?- preguntó sin aliento.
- No por mucho tiempo.- sonreí y mis dedos recorrieron sus abdominales y bajaron hasta la profunda V que tenía debajo.
Tenso sus abdominales cuando deje que mis dedos bailaran sobre su V. Saltando un pequeño jadeo, no pude evitarlo y agarré la base de su eje. Se endureció en mi mano automáticamente, sintonizado con mi tacto. Su vara estaba cebada con un brillo resbaladizo que me hacía palpitar el corazón. Mi licántropo empujaba con fuerza en mi mano mientras cerraba los ojos en una deliciosa tortura. Desde que ocurrió toda esa locura con Bradley y Hunter, la cosa se habían enfriado en el palacio... Para mi deleite, las cosas se habían calentado entre Adonis y yo. Habíamos estado teniendo sexo como locos en cada momento libre que teníamos. No voy a detenerlo. Era difícil mantener mi ropa puesta cuando él estaba cerca. Parecía que se me derretia cuando nos calentabamos... Y en un momento dado, el sexo siempre que queríamos en el dormitorio ya no era suficiente. Después de todo, éramos salvajes y primitivos. Nunca me había sentido tan libre con él. Necesitábamos una pequeña persecución. Gimio, su cara se retorció de angustia placentera mientras yo acariciaba y tiraba de su hombría aún más rápido. Podría haber hecho que se corriera en ese momento si hubiera querido. Me encantaba tener ese nivel de poder sobre él. Pero no. Quería que esto durara un poco más. Sonreí a través de las sombras mientras un búho ululaba en los árboles.  Me puse de rodillas y jugué con él en mis manos, provocándolo.
- Por favor...- susurró-. Por favor, te estás burlando de mí.
- Dilo.- sonreí.
- Por favor, mi Reina.- gruñó.
Deslicé su miembro en la caliente humedad de mi boca y moví mi cabeza arriba y abajo, haciendo girar mi lengua alrededor de él como si fuera una piruleta.  Chupando y devorandolo. Observé cómo lo tomaba dentro de mí boca. Entrar y salir. Dentro y fuera. Realmente le había cogido el tranquilo a esto estás dos últimas semanas. Los consejos de Lexi habían ayudado. Observar su rostro desde abajo resultaba especialmente erótico cuando pasaba sus manos por los sedosos mechones de mi pelo. Me susurró dulces palabras de éxtasis.
- Qué bonito. Estás perfecta ahí abajo.- gruñó-. Tu boca. Es maravillosa. Tan caliente alrededor de mi eje. Justo donde debe estar-. Me tiró del pelo, moviéndome más rápido y más profundo. Y yo le deje.
Engullendolo, dejé que se hinchara dentro de la garganta, casi haciéndome sentir miedo, pero me abrí más cuando su cara se contorsiono. De alguna manera, su polla creció aún más hasta que apenas cabía. Me aparte para respirar hondo, pero él no perdió un instante, gruñó y se echó encima de mí haciendo que mi espalda quedara apoyada en la suave hierba. Entró en mi núcleo encima de mí haciendo que mi espalda quedara apoyada en la suave hierba. Entró en mi núcleo empapado, proporcionando un dulce, dulce alivio. Cualquier esperanza que tuviera de respirar profundamente se fue cuando me llenó... y más. Su peso encima de mí era delicioso. Me encantaba que me golpeara. Los gemidos con el canto de los búhos circundantes provocaron en mí la cantidad justa de primalismo.
- ¡Adonis!- grité de placer, tan fuerte como quise. No había nadie alrededor para escuchar ñ. Si quería gritar, podía hacerlo.
- Adonis, ¿qué?- se agarró a mi cuello, qpretando ligeramente, bombeado aún más fuerte. Su agresividad me excitaba mucho, y me empapaba aún más.
- Adonis, mi Rey.- me solté.
Sonrió mientras movía mis piernas hasta sus hombros para poder penetrarme más profundamente. Me clavé en su musculosa espalda con mis uñas en su piel punto me aferré a la vida mientras él me acariciaba con fuerza, cambiando de velocidad. Cada control de velocidad era diferente, pero igualmente frenético. Normalmente, intentábamos que el sexo dure lo máximo posible, pero en esta posición, no tenía ninguna posibilidad. Se encerró dentro de mí, golpeando el punto perfecto una y otra vez, y gemi cuando el volcán de terminaciones nerviosas que se me agolpaba en mi núcleo no pudo soportarlo más. Olaste intenso placer subieron por mis entrañas, estallándome en mi cuerpo, hirviendo mientras gritaba, sintiendo cómo se vaciaba dentro de mí al mismo tiempo. Nos balanceamos juntos, frenando el mismo ritmo, cada pequeño movimiento se sentía insoportablemente bien. Jadeaba mientras yo respiraba con fuerza. Se acostó encima de mí, haciéndome sentir segura bajo su peso. Sus paratantes ojos azules se clavaron en los míos mientras me besaba una y otra vez punto y me golpeó de nuevo. No podía creer que estuviera realmente emparejada con este hombre. Respiró mi aroma y me besó suavemente el cuello.
- Casi podría quedarme dormida aquí.- dije, mirando más allá de él, hacia los millones de estrellas brillantes que había sobre nosotros.
Tenía las manos bien curvadas detrás de la cabeza, y yo estaba metida bajo su brazo. El latido de su corazón era lo único que quería oír.  Su ritmo constante me tranquilizaba. La felicidad. Mirando el profundo violeta del cielo con mi compañero me sentí como si siempre hubiéramos estado juntos.
- Eso no es muy apropiado para una Reina.- mencionó  mirándome con una sonrisa irónica.
Me invadió una somnolencia posterior al sexo, y lo último que quería hacer en este momento era moverme. Se dio cuenta y me levanto suavemente en sus brazos.
- Me tranformare.- dijo-. Puedes montar en mi espalda. Relájate.
Sonreí con sueño al sentir cómo su suave piel se convertía en pelaje. Me deslice sobre su espalda, medio dormida, aferrandome a su abrigo mientras regresabamos lentamente por el bosque.

***

Cuando abrí los ojos, estaba de nuevo en la habitación real, tumbada en nuestra mullida cama con los rayos de sol que entraban por las persianas. Supuse que la mañana había llegado para sacarme de mi somnoliento sueño. El brazo de Adonis me rodeaba posesivavemente por la cintura, atrayendome hacia él. Podía oír su respiración y disfrutaba sintiendo como se expandia su pecho. Le sonreí. Siempre era tan tranquilo despertarse a su lado. Era casi como si no supiera cómo era antes de él. Estaba a punto de volver a la comodidad de mi sueño cuando un golpe abrupto en la puerta me hizo da una sacudida. Adonis se removió ligeramente, atrapandome con su pierna, para llevarme hacia él.
- ¿Quién es?- susurré ligeramente.
- Ignoralo, pequeña.- murmuro-. Vuelve a dormir. No puede ser la hora de levantarnos.
- Tal vez sea importante. Deberíamos ver quién es.
- Nada más importante que esto...- dijo, su mano serpenteando por mi cintura, acercándose...
¡TOC, TOC, TOC! Volvieron a llamar a la puerta, esta vez con más fuerza e insistencia. Adonis gruñó y se incorporó, con un aspecto especialmente atractivo con su pelo despeinado en la cama. Se puso unos vaqueros y se dirigió a la puerta, molesta porque nos interrumpieran en nuestra acogedora guarida.
- ¿Qué demonios quieres?- rugio, abriendo la puerta sin pensar siquiera en quien podría estar al otro lado.
Me asomé, enrollando las mantas alrededor de mi cuello. ¿Quién podría golpear la puerta con tanta fuerza a primera hora de la mañana? Vi al Concejal Harrison de pie en el puerta, con un aspecto aún más viejo y desaliñado de lo que recordaba. Adonis se adelantó y Harrison fingió una sonrisa mientras lo escudriñar con desprecio.
- He dicho... ¿Qué quieres, Harrison?
- Bueno...- dijo, con la voz nasal-. El Concejo y yo hemos solicitado una reunión con usted desde hace semanas. - He estado ocupado.- gruñó Adonis, metiendo las manos en los bolsillos.
El concejal me miró en la cama y yo subí las mantas lo más alto posible. No quería que el viejo pervertido me viera el pezon ni nada parecido. Ya era bastante malo que se presentara en la puerta.
- Me doy cuenta.- dijo.
- Me pondré a ello, entonces. Ha encontrado a su pareja. Me alegra ver que es feliz. Pero... el reino espera ciertas cosas, Su Majestad. Usted tiene deberes reales, de los cuales estoy seguro de que usted es consciente.
- ¿Cómo cuáles?- dijo Adonis,  haciéndose eco de mis pensamientos, sin sacar las manos de los bolsillos.
- Bueno, como una Ceremonia de Apareamiento. Si no se aparea en una semana, no tenemos más remedio que considerarlo incapaz de gobernar. Es consciente de la sentencia, ¿no?
Mis ojos se abrieron de par en par. ¿Está hablando en serio? ¿Una seman?
- ¿De qué demonios estás hablando?- rugio Adonis-. Soy el maldito Rey. ¡Yo decido cuándo quiero tener mi Cremoria de Apareamiento! ¿Cómo podéis venir aquí a exigir algo? Solo sois asesores míos, no al revés.
- No hay necesidad de molestarse, su Majestad.- Harrison se burló. Le entregó un viejo papel, señalandolo.
- Estás todo ahí   escrito en la sección treinta y cinco del Decreto Real. Adiós, Su Majestad. Nos vemos en una semana.
Adonis le cerró la puerta en las narices y se volvió hacia mí, con una expresión de preocupación que se extendía por su rostro. ¿Una semana? ¿Una semana para planear la Ceremonia de Apareamiento de nuestros sueños? ¿Una semana para reunir a todos mis amigos y familiares? Imposible, u una auténtica locura. Fue entonces cuando supe que estábamos jodidos.

Reina de los Licántropos. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora