Capítulo 13

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Narra Adilah. 

Después de un sexo tan intenso, necesitaba una ducha. Dejé a Adonis tirado en la cama y me metí de lleno, ya que me había quitado toda la ropa. Pensar en eso me hizo entrar en calor de nuevo y bajé la temperatura del agua. Ahora no era el momento para el segundo asalto. Mi mente estaba ocupada. Necesitaba pensar. No me importaba calmar a mi compañero, era parte del trato. Estaba orgullosa de hacer eso por él. Y no es que no fuera divertido: la forma en que el licántropo de Adonis me seducía  era tremendamente sexy y me encantaba aguantar mientras me follaba brutalmente. Pero esta vez, casi no funcionó. Y lo que es peor, no pudo decirme qué le había hecho estallar. No podía seguir haciendo esto, no si ocurría tan a menudo. Si no lo hubiera encontrado, ¿qué habría pasado? Mi licántropa se erizó ante estos pensamientos. ¡Mi compañero era el Rey legítimo! ¿Por qué no iba a hacer lo que quisiera? Ciertamente era lo suficientemente fuerte como para matar a cualquiera que lo desafiara. Pero esa no era forma de gobernar. No era lo que su padre había hecho. Las manadas merecían un líder capaz, alguien que supiera cuándo usar su fuerza y cuándo dejar que la razón lo guiara. Y ahora mismo, ese no era Adonis. Teníamos que hablar de esto. No era el tipo de conversación de alcoba que yo prefería, pero eso no era razón para no hacerlo. Me envolví en una bata y me senté en la cama junto a él. Acarició su cara en mi muslo. 

- Hueles bien.- gruñó.

Me pasé los dedos por la espesa cabellera y me armé de valor. 

- ¿Estás listo para decirme de qué se trataba?- le pregunté con toda la delicadeza que pude. 

- No hay nada de qué preocuparse. Solo el Concejo siendo molesto como siempre.- me miró con el ceño fruncido. 

- ¿Qué hicieron?- presioné.

- Te lo he dicho. Nada. Déjalo estar.- se sentó, ahora con la mirada fija en mí. 

- ¡No lo haré!- le devolví la mirada, cruzando los brazos.

- No lo estoy sugiriendo, mi señora.- su voz era un estruendo. ¿Se estaba volviendo licántropo conmigo?

- No puedes decirme lo que tengo que hacer, ¿cuántas veces tengo que decírtelo?- me negué a dejarme intimidar. 

- No te importaba hace unos minutos.- deslizó una mano por mi muslo. 

- ¡El sexo es diferente!- sus ojos se oscurecieron y respiré profundamente para calmarme.

Puse mi mano sobre la suya. 

- Somos compañeros. Tus problemas son mis problemas. Deja que te ayude. 

- No necesito tu ayuda.- gruñó, apartando su mano de mí.- Necesito que hagas lo que te digo. 

Se puso de pie, tratando de utilizar su altura para imponer su voluntad. yo solo lo miré. 

- ¿Qué ha dicho el Concejo? ¿Estás en problemas?- pregunté. 

- ¿Problemas? ¿Cómo te atreves? Puedo manejar a esos debiluchos.- su labio se curvó y vi colmillos. 

- ¡Sé que puedes, pero no puedes resolver todos los problemas  con tus dientes y garras!- yo también me puse de pie, clavando un dedo en su peludo pecho. 

- Me ocuparé de ellos como yo decida- se alejó de mí-. Si no pueden soportar un pequeño gruñido, no merecen su lugar como Alfas. 

- Tú asesinaste a uno de ellos no hace mucho tiempo.- señalé, poniendo las manos en las caderas.

- ¡Defendiéndote! Te gustó en su momento.- se giró.

- ¡Estuvo bien! Wright estuvo horrible. Hiciste lo correcto, pero es lógico que estén nerviosos.- levanté las manos. 

Reina de los Licántropos. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora