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Hyunjin no pudo irse a su casa como deseaba, después del nacimiento de Sarang tuvo que regresar a casa de  Crhistopher porque el mayor aún tenía miedo de él.

El menor aún después de tantos meses seguía arrepentido de que su intento de suicidio fallara, al ver las cicatrices en sus manos solo se enojaba consigo y para ese momento no tenía la valentía de intentarlo de nuevo a pesar de haberlo  jurado, a pesar de haber prometido entregar a la niña con Chris y luego morir.
No podía, simplemente no podía, aunque no era amor el que le tenía a la niña, él sentía que ella lo necesitaba, porque era muy pequeña, y porque los recién nacidos son muy dependientes de la persona que los gestó, porque están acostumbrados a su latido del corazón, porque la leche materna es muy importante para el crecimiento y el desarrollo cerebral de los pequeños.

Porque, porque y porque,  había mil razones que lo hacían querer posponer su muerte, por lo menos hasta que la niña creciera un poco más.

¿Cuánto más?

Por otro lado, había conocido una parte muy encantadora del Mayor, una parte que jamás creyó ver, después de decir siempre que el amor a primera vista no existía parecía retractarse de esas palabras.

Crhistopher a diferencia suya amó a la niña desde la primera vez que la vio,  hubo muchas lágrimas en aquella ocasión y muchos sentimientos encontrados.

Sarang, la pequeña Sarang, incluso en su nombre llevaba el amor.

Hyunjin no era muy participe de aquello, sin embargo obervaba, observó con el pasar de los días y semanas al mayor, cuidar, arropar, pasear, adorar aquel pedacito de ambos.

Se desveló, se partió en dos prácticamente para poder estar con sí hija sin descuidar el negocio que les permitia vivir cómodamente.

—Es muy pequeña para parecerse a alguien, ¿No? Pero parece que es más tú qué yo.— el mayor quien sostenía a la pequeña en sus brazos con la máxima delicadeza posible mientras sonreía al verla dormír.—Realmente tiene tus labios, tu nariz, tus ojos

Y Crhistopher dejo a la pequeña en la cama del cuarto principal, la cuna terminó siendo un mero accesorio, algo más parecido a otro cesto de ropa.

Hyunjin asintió, estaba de acuerdo de ello con el mayor. La niña realmente se parecía a él, había visto sus propias fotos de bebé y si su madre viviera, estaría tan feliz por tener una versión de su hijo pero ahora en femenino.

Si ella viviera

Hyunjin realmente se imaginaba que si tuviese a su madre con él, ella amaría con locura a su nieta y lo regañaria seriamente a él por el desapego hacia la pequeña.

Pero las palabras de su madre las tomaría con amor, contrario a las palabras de la madre de Crhistopher que solo le causaban un profundo malestar.
Aquella señora en la emoción de su primer nieto había encontrado la excusa perfecta para estar metida con ellos, acaparando a la bebé, haciéndole comentarios sobre lo mal padre que era, comparándolo con animales supuestamente porque ellos eran menos crueles que él.

Quizás la señora tenía razón, quizás era mejor mantener a la bebé lejos de él.
O eso era lo que se obligaba a pensar hyunjin porque nuevamente nadie le había preguntado si el quería ser parte de los cuidados de la niña, si el quería aprender e intentarlo.

Lo sintiera o no, esa niña era suya, nació de él, incluso como burla o recordatorio ella era tan parecida a él, como si se hubiese clonado.

El menor se recostó al costado de la pequeña en cuanto Crhistopher salió de la habitación, y se dedicó a observarla.

Tan diminuta y grande a la misma vez, indefensa y fuerte, como una cosa tan pequeña podía causarle esos pensamientos.

Para sus 3 meses había escuchado a muchos decir que ya parecía un bebé de 6 meses. Otra cosa que había heredado seguramente de Hyun, la altura. Sería una mujer muy alta en el futuro.

Los dedos de hyunjin viajaron con temor al pequeño cuerpecito frente a él, acariciando la pancita sobresaliente, saciada momentánea porque en unas dos horas nuevamente la tendría pegada al pecho, vaceandole hasta el alma.

Y si darás cuenta las lágrimas ya estaban deslizandose fuera de sus ojos y algo en él se sintió como un despertar.
Tomó a la bebé en brazos y comenzó a susurrarle disculpas, disculpas ahogadas entre sus lágrimas.

Porque su bebé se merecía el mundo, un hogar lleno de amor, un padre que no tuviera telarañas en la cabeza, porque merecía haber llegado en otras circunstancias.

Porque incluso si no podía decir que la amaba, algo de él la reclamaba, algo de él que nació y crecía junto con la pequeña, al ver cada uno de sus logros, las pequeñas sonrisas sociales, el jugeteo de sus pies.

Hyunjin no pudo evitar que su llanto se hiciera más fuerte y apretase a la bebé hacia su cuerpo un poco más, llamando la atención del mayor, que con una cara de pánico total entró a aquel cuarto.

Con pasos cautelosos, acercando lentamente pero en ese punto a Hyun no le importaba si aún lo consideraban peligroso.

—No me la quites...por favor, por favor, es mía— Rogo hyunjin,  Crhistopher sorprendido por escuchar hablar a Hyun por primera vez en meses y verlo así corrió hacia el, abrazando el peso del menor.
Cuidando el espacio para no aplastar a la pequeña.

Hyunjin no tenía idea de que pasaría con él en el futuro, en ese instante el tomó la firme decisión de quedarse con su hija, de amarla, de verla florecer, pero Hyun era ignorante de que realmente conocería lo doloroso que era el amor,  y lo que se era capaz de llegar por ello, de que caminaría y viviría en un infierno y tendría que callar y tragarse todo el dolor que pudiera sentir.

Por el bienestar de su hija, el se condenó en ese momento.

BORED (chanjin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora