Capítulo 9 || Flexible Bond (pt. 2)

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Era complicado calcular el tiempo que estuvieron ahí, por un momento incluso casi olvidaron que llevaban comida. O bueno, Missa llevaba comida para compartir con Spreen, y Spreen estaba en un punto en el que jamás rechazaría algo preparado por el chico. Su sazón era única, y no podía no hablar al respecto.

Ambos se acomodaron, esta vez sentándose sobre el suave pastizal de un verde que emanaba vida en su más pura expresión. Habían un par de florecitas a los alrededores y una idea iluminó el foco del mexicano. En su tiempo encerrado se había acostumbrado a la hija pequeña de una de las cocineras, ocasionalmente ayudaba a aquella trabajadora cuando el aburrimiento lo abrumaba, a veces era cocinando, a veces era cuidando a la niña, convivencia divertida que terminó por enseñarle algo muy valioso. ¡Coronas de flores!

Claro, ese fue uno de los mayores factores que en un inicio hizo que la gente se confundiera respecto al príncipe y genuinamente creyeran que era una mujer, después de todo el cabello largo, las facciones ocultas y su complexión delgada en combinación con flores en el cabello tendían a caer en los estereotipos. Pero eso no lo hacía débil o —al menos de forma intencional— femenino. Sólo lo volvía un chico con un amor por hacer coronas de flores exclusivamente para su pequeña amiga... Y, tal vez, para su caballero.

Volviendo a centrar los pies en la tierra, su atención fue a la canasta que había traído consigo mismo. En mayor parte traía comida, como era de esperarse, pero también había un pequeña bolsita de algo más. Al contemplarla sonrió, emocionado por lo que había preparado, pero primero extendiéndole una bolsa de papel con su comida al argentino y después tomando la suya. Más confusión en la cara ajena, más diversión.

—Che, ¿qué es esto?—

—Una bendición culinaria, si no la pruebas me voy a ofender muchísimo.—

—Huele a que pica una banda.—

—No te fíes nomás del olor, ¿confías en mí?—

Y esa pregunta hizo callar al oso, quien apretó los labios y sacó el alimento de la bolsa. Missa no pudo evitar reír con suavidad al ver el rostro de Spreen emanando un "?" mientras contemplaba lo que se iría a comer, que después olisqueó y terminó dándole una mordida despreocupada. Aquello solo provocó ilusión en los sentidos del príncipe, él mismo se había encargado de preparar absolutamente todo para ese picnic entre ambos porque, si estaba obligado a ir en compañía de alguien cada que quisiera salir, ¿por qué no agradecérselo a quien se había hecho su amigo de tanto seguirlo?

Había descubierto también una reciente pasión en ver a la gente reaccionar positivamente a lo que cocinaba, así que desde que Spreen dejó de ser tan terco con ocultar que le gustaba su comida, el tiempo a su lado se volvió más interesante. Así fue como la sonrisa satisfecha que quería salir desde antes finalmente se liberó, la mueca de gusto que hizo el caballero una vez los sabores inundaron su boca de una forma que sabía que desconocía. No tenía nada que ver con estatus sociales, pero si con las culturas de ambos. Ahora él le comió a su propia porción.

¿Ya me dirás qué es esto?— Y por primera vez, la voz del caballero sonaba suave. Ya había hablado en un volumen bajo y tranquilo antes, pero esta vez era diferente. Missa no logró detectar qué había cambiado, pero le agradó esa calma.

Pambazos, hice el adobo más suave para que no picara tanto.

Creo que este ha sido de mis favoritos hasta ahora.

¿Viste? No te voy a dar de comer algo que no te guste.— Y ante aquellas palabras, hubo un pequeño titubeo del caballero. El príncipe aprovechó para seguir comiendo.

The Only Exception || MisspreenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora