Lucas en multimedia.
Aprovechando que ya son 400 vistas, cuando lleguemos a las 500 subo el próximo capítulo.
Recuerdo que unos meses antes de mi graduación me diagnosticaron displasia arritmogénica del ventrículo derecho, ya en una etapa muy avanzada, lleve distintos tratamientos e incluso me sometieron a una operación donde me incrustaron un marca paso cardiaco, pero tampoco funcionó y mi vida cambió por completo. Ya no podía hacer las cosas que me gustaban, como correr por las mañanas o escalar montañas. Tenía que renunciar a mi pasión por la ingeniería, que exigía demasiado esfuerzo y riesgo para mi corazón enfermo. Solo me quedaba esperar un trasplante que me diera una segunda oportunidad.
Aaron, Zoé y mi familia fueron mi apoyo en esos momentos difíciles. Aaron se instaló conmigo en mi casa los últimos meses antes del transplante. Siempre estaban a mi lado, tomándome de la mano o acariciando mi muñeca con suavidad.
Mi vida se convirtió en una monotonía. Mis días se reducían a caminar por los pasillos del hospital, sufrir ataques de taquicardia y rezar por un milagro. Sabía que el tiempo se me acababa y que tal vez no volvería a ver el sol.
Al final me acostumbre a eso.
Entonces, ocurrió lo inesperado. Me avisaron que había un corazón compatible conmigo y que debía prepararme para la cirugía. Sentí una mezcla de alegría y miedo. Aaron había planificado un viaje, diciendo que tenía que resolver un asunto urgente. No me dijo a dónde iba ni cuándo volvería.
Yo supuse que iría a Birmingham con su familia.
Me dijo que lamentaba irse justamente en ese momento, no lo niego, me pregunté ¿Qué era tan importante que lo alejara de mi lado en el momento más crucial de mi vida?
Aún así, le dije que se fuera, que yo estaría ahí cuando volviera, se despidió con la promesa de estar pendiente de mí. Me llevaron al quirófano y me pusieron la anestesia. Lo último que recuerdo es ver su rostro sonriente en mi mente.
Cuando desperté, me sentí diferente. Sentí que tenía una nueva energía, una nueva esperanza. Me dijeron que la operación había sido un éxito y que debía guardar reposo absoluto e inicial con unas terapias. Me sentí agradecida con el donante anónimo que me había salvado la vida.
Pero mi alegría se tornó en dolor cuando después después de días Aaron no contestaba mis mensajes ni que decir de mis llamadas, ahí supe la verdad. El donante era Aaron. Él era el viaje que tenía que hacer, el viaje sin retorno.
No podía creerlo. No podía aceptarlo. ¿Cómo podía haberme hecho eso? ¿Cómo podía haberme dejado sola, sin su amor, sin su presencia?
Fue todo tan repentino, tan cruel.
Me di cuenta de que él siempre había estado ahí, dentro de mí. Era su corazón que latía en mi pecho.
Al abrir la puerta de mi antigua habitación, la que compartí con él por unos meses, sentí un nudo en la garganta. Su ropa ocupaba una parte de mi closet, sus libros estaban en la estantería, su perfume impregnaba el aire. En la mesita de noche reposaba una foto de ambos, sonriendo felices, sin saber lo que nos esperaba.
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Lo Que Fue de Mí Sin Ti.
Teen FictionAarón perdió su vida un 15 de junio a las 6:40 de la tarde y unas horas más tardes prologaron la mía. Lo irónico es que cuando literalmente tienes una parte de él es cuando sientes que te lo arrancaron. ¿Qué harías si tuvieras que vivir con el cora...