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Llevaba un par de cansadas y malditas horas persiguiendo a ese chiquillo malcriado, sorpresivamente sin éxito alguno. Para ser un niño de no más de seis años, era ágil y rápido. Y sobre todo muy escurridizo.
—¿Dónde estás?, pequeño demonio—. Gruñó en desesperación, jamás alguien había podido escapar de su cuidado y mucho menos de sus garras.
La luz reconfortante de la Madre Luna se filtraba a través de las hojas en las copas de los frondosos árboles, siendo una casi imperceptible caricia para los pequeños cortes en su lechosa piel. Dejándose caer frente a un árbol, sus labios dieron pase a un alarido.
Estaba cansado, y eso era más que preocupante.
—Por Satanás, YoonOh —, La familiar e inconfundible voz que se dirigía a él le hizo voltear la cabeza despreocupadamente, encontrándose con nada más que angustia surcada en el igual tan familiar rostro pecoso de su mejor amigo, quien volvió a tomar la palabra antes de que YoonOh pudiera responderle. —No tenemos rastros de Shotaro aún, la última vez que lo vieron fue en la orilla del río.
Podía afirmar con exactitud que la sangre se le heló, un desagradable escalofrío recorriendo su columna.
—Maldición, ese necio mocoso va a venir siendo mi ruina más temprano que tarde —. Con un salto YoonOh se puso de pie, haciéndolo ver más fácil de lo que realmente era.
Se acercó a su mejor amigo en largas zancadas, viendo como su cabello chocolate era tímidamente iluminado por los cálidos -irónico, verdad- destellos de luz de la Madre Luna. Una escena digna de ver, que de no ser porque estaban envueltos en esa desagradable situación, habría disfrutado sin duda alguna de la vista que le regalaba las absurdas jugarretas de la vida.
La no vida para ellos, en este caso.
—Andando, DoYoung, no tenemos toda la noche.
Sin queja alguna el castaño fue tras el de cabellos como el ónix, siendo presa del pánico que le daba el no poder encontrar a su pequeña luz.
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—Al fin, te tengo —. El alivio viajó por su voz como un trago de delicioso chocolate caliente en una mañana de frío invierno. —Shotaro, eres una pequeña serpiente escurridiza, nos vas a matar de nuevo más temprano que tarde.
Sosteniendo al calmado cuerpo del niño entre sus brazos volteó hacia sus acompañantes, quienes lo miraban con sonrisas divertidas.
—Debiste haber visto lo cómico que te veías siendo derrotado por un pequeño de seis años, YoonOh —. Soltó con burla Johnny, palmeando la espalda de su íntimo amigo. Este último disparó dagas con su mirada hacia su fortachón amigo.
—Qué gracioso, Johnny, ¿no tienes que ir a comerle la boca a tu princesita? — Su voz siendo un ácido, escurriendo en el sarcasmo.
Johnny habría seguido con sus risas de no ser por un fuerte y quebrado grito que parecía provenir del callejón un par de calles atrás de ellos.
YoonOh de inmediato puso a Shotaro en los brazos de DoYoung, éste último lo miraba con clara preocupación al ver esa típica y molesta expresión en el rostro del de cabellos azabache, esa expresión que él conocía muy bien.
—Ni lo pienses, Jeong — Soltó en un tono firme, de advertencia, sabía las intenciones de su amigo, siempre yendo como un imán hacia el peligro.
—Prometo que no tardaré, ustedes llévense a Shotaro a Vypherion, debe estar agotado y hambriento —. Su tono era firme, así como su postura, dando a entender que no pondría en discusión sus intenciones.
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© Señor de la Noche - JaeYong.
FanfictionUn mundo que inspiró historias. Cuyos habitantes se han mantenido ocultos por varios siglos de ojos curiosos. Sin embargo con el paso de los años éstas criaturas de "fantasía" aprendieron a mezclarse casi a la perfección con los humanos, todo gracia...