II: Nuevo mundo.

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El mundo y la vida daban vueltas.

La vida sobre todo, la vida daba tantas vueltas, tantos desenlaces inesperados.

Un día estás viviendo tu vida miserable, y al otro día, o incluso a las horas o segundos, te ves envuelto en una situación en la que nada parece lo que es.

El oxígeno llegó a sus pulmones de la mano del dolor, pinchazos en todo su cuerpo, su piel siendo desgarrada con millones de garras grotescas y afiladas, sensaciones sensoriales desagradables. Emociones cargadas de odio, asco y repulsión.

Una melodía como el trago de un chocolate caliente, un tono de voz atractivo pero cargado de furia y veneno.

—¿Éste es tu pasatiempo de fin de semana, torturar chicos jóvenes?

Esa voz...

Y todo volvió a dar vertiginosas vueltas, un deseo incontrolable de tirar afuera todo lo que alguna vez hubiera ingerido. Luces furtivas y cegadoras, ¿esos eran gritos?

Todo comenzó a ser abrumante, se sentía en una encrucijada digna de una película de terror, sin saber que hacer, sin saber si debería respirar. ¿Siquiera estaba respirando?

Y tan rápido como todo aquel caos se desató a su alrededor, desapareció, abruptamente.

Calma.

Silencio.

Oscuridad.

Una bocanada de aire fue tomada con ímpetu, su cuerpo respondió con sentarse a la velocidad de la luz, sus ojos finalmente abiertos.

El tiempo parecía haberse detenido.

—¿Qué mierda? —. TaeYong dió rápidas miradas a su alrededor, luego sintió como si un balde de agua fría le cayera encima.

Comenzó a recorrer cada parte de su cuerpo con sus manos.

Estoy vivo... ¡Por Satanás, estoy vivo!

Su mano se encontró con la otra, envolviendo su muñeca.

No había pulso.

Sintió un rápido y contundente mareo, obligándolo a apoyar sus manos sobre sus sienes, comenzando a dar suaves masajes en éstas.

Bien, ya se había calmado un poco con el pasar de los minutos, ahora el tiempo parecía ir más rápido a su alrededor.

Gotas de agua cayendo, una tras otra, y otra, y otra, lluvia.

Volcó su atención en el alto y amplio ventanal situado al fondo de la habitación en la que se encontraba, cielo grisáceo con una torrencial cascada cayendo. Contrario a lo que se pensaría, en lugar de estar asustado, se sentía cómodo, tranquilo, pero desorientado a su vez.

Recuerdos que poco a poco llegaban a él.

Un gordo asqueroso, de apariencia desaliñada, su padrastro. Un callejón, una navaja enterrada en su abdomen.

©  Señor de la Noche  -  JaeYong. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora