VII: Revelaciones oscuras.

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YoonOh suspiró, abriendo sus ojos para encontrarse con los suaves rayos que la luna le regalaba, éstos iluminando los rubios rizos del chico entre sus brazos.

Observó atento su rostro, la manera en que su mejilla se veía más regordeta al estar estampada contra el pecho del vampiro. Su rostro estaba en total relajación y calma, dándole aires etéreos.

Una pequeña sonrisa inconsciente se formó en los atractivos labios que hasta hace unos segundos atrás se encontraban entreabiertos. ¿Qué estarás soñando, TaeYong?, se alegraba de que fuese algo agradable.

Su vista se desvió hacia los altos ventanales, contemplando los frondosos árboles que se alzaban en los alrededores de la casa situada en un acantilado, alejada de las demás. A YoonOh le gustaba mucho la privacidad que ésta casa le aportaba, ésta siendo la principal razón por la cual había elegido construir su hogar en aquel lugar específico, cerca de la naturaleza.

Su entrecejo comenzó a fruncirse, levantando su cabeza para observar una pequeña luz escarlata que destellaba a lo lejos. Sus cejas se alzaron con sorpresa al ver una deslumbrante figura esbelta y femenina pasaba por el balcón.

¿Qué carajos?

Desvió su vista hacia el rubio plácidamente dormido en su pecho, y lentamente comenzó a apartarlo, colocándole una de las almohadas para que la abrazara.

Tomando una bata para cubrir su torso desnudo, ató ésta mientras se encaminaba con rapidez hacia el balcón, las puertas se abrieron solas para darle paso al señor de la casa, cerrándose tras él cuando finalmente éste se encontró bajo el manto estrellado.

Lo que vió frente a él lo dejó de una sola pieza. El antes calmo corazón dió un brinco en su cavidad torácica.

—... ¿Qué demonios? —Soltó en un murmullo, observando la curvilínea figura femenina, parada a unos metros de él, en el balcón de SungChan, ésta observando a través del cristal a su hijo profundamente dormido.

Sus cejas se alzaron, ahogando una exclamación al ver de perfil del inconfundible rostro de la mujer.

Rosé...

—Mi dulce niño, no puedo creer que estés vivo... Ésto pronto acabará, toda la venganza hacia los Jeong dará frutos, y finalmente te tendré conmigo. —Dijo la mujer, sin saber que un mismísimo Jeong la escuchaba.

De inmediato el cuerpo de YoonOh se convirtió en una estela de humo, ésta moviéndose disparada hacia el otro balcón en cuestión de segundos. El humo se concentró entre el cristal de la ventana y el cuerpo de Rosé. En un abrir y cerrar de ojos, el humo se disipó, dejando a la vista el cuerpo de YoonOh, éste alzándose imponente frente a la mujer de lisa cabellera negra, manteniéndose rígido y tenso.

Acercó rápidamente su rostro hacia el de la mujer, encarándola. Ella alzó sus cejas rápidamente, reaccionando unos segundos más tarde.

—Yoon... YoonOh...

Aquel rostro, aquella voz, sin duda alguna era ella. Ésta era a la que había creído la mujer de su vida, la madre de su hijo, a quien también había creído muerta durante todas estas dos décadas.

—Mi amor... Mi príncipe...

Ella alzó lentamente sus manos, guiándolas hacia el rostro del hombre frente a ella. Pero él a mitad del camino, con una velocidad espeluznante y rápida tomó bruscamente de las delicadas muñecas, deteniéndolas abruptamente.

YoonOh estrechó su mirada, apretando cada vez más el agarre en las muñecas de la mujer. Su presencia, su imagen y los apodos que hace tantos años no escuchaba, hicieron crecer un fuego interno que rápidamente se convertía en un incendio en su pecho, ira pura.

©  Señor de la Noche  -  JaeYong. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora