Carta Número 3

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La alfombra sucia resonaba contra sus zapatos, teniendo un sonido pegajoso con el cual Sal Fisher estaba familiarizado. Paso tras paso, sentía como sus piernas comenzaban a temblar, entre sus brazos sostenía la caja que tantas dudas ha causado en su cabeza.

La sostiene con fuerza, haciendo que el cartón frágil y marchito se abolle bajo sus pálidos dedos. En cualquier momento podría romperse.

Sus pasos lo hicieron llegar hasta el elevador. Al entrar, respiró con dificultad, siendo ahogado por su prótesis que le impedía respirar cómodamente en estos momentos. Sentía que podría desmayarse en cualquier momento. Apretó el botón que lleva hasta el sótano. Sus manos temblaban notablemente.

Aguardó un momento mientras el ascensor bajaba, observando con impaciencia aquel número rojo que señalaba el piso en el que se encontraba, el tiempo pasaba tortuosamente lento. Era horrible.

Cuando las puertas se abrieron, espero un momento hasta que su respiración se controlo. No era de él estar en ese estado, mucho menos quería que alguien lo viera tan alterado. Sería incómodo, considerando que siempre es calmado y meticuloso con sus pensamientos y acciones. Él tampoco estaba cómodo presenciando como su mente y cuerpo lo traicionan.

Salió del elevador, con esa caja aún contra su pecho agitado, camino por el firme suelo hasta llegar al apartamento 1B y tocó la puerta un par de veces.

Ahora estaba un poco más calmado, pero sus manos demostraban su ansiedad y su incapacidad por pensar claramente en si esto era buena idea. Antes de que pudiera arrepentirse y darse media vuelta, Lisa lo recibió con una adorable sonrisa llena de afecto. Su rostro era idéntico al de su hermano, con excepción de que sus ojos estaban llenos de vida y optimismo a diferencia de su hijo.

-Sally, cariño ¿Qué se te ofrece?

Su voz siempre fue dulce y maternal. Solo que a veces eso causaba un dolor en el corazón del más bajo. Aunque tampoco le disgustaba.

-Hola Lisa ¿Esta Larry?

Preguntó, sonriendo debajo de su máscara y provocando que sus ojos se arruguen de forma simpática. Era pésimo para disimular su nerviosismo.

Lisa lo miro por un par de segundos y después miro a la caja que el más bajo seguía sosteniendo con firmeza.

-Oh cariño, si lo que tienes ahí es pintura Larry se pondrá muy feliz. Hace semanas que lleva pidiéndome que le compré un par más.

Se hizo a un lado para dejar pasar al más bajo, su voz era entusiasta como de costumbre.

Sal de distrajo por unos segundos y finalmente entro en el apartamento. Noto como algunas de las pinturas de Larry estaban colgadas por diferentes lugares, al igual que una foto donde estaban ellos tres.

-Si, es decir, él las compro y por accidente me llegó el paquete a mi.

Explico Sal, balanceándose sobre sus pies mientras miraba esa foto colgada, una ternura invadió su acelerado corazón al darse cuenta que realmente eran una familia ahora.

Aunque, por supuesto que no le iba a decir a Lisa que tiene un "admirador secreto" el cual le envío más de cincuenta cartas de amor solo para él. Amaba a Lisa, pero no podría soportar sus bromas sobre su vida amorosa. Y mucho menos quería explicarle que el autor de esas cartas era un chico.

Lisa es muy abierta de mente, no por nada Larry ha estado coqueteando con un chico en la escuela.

Es solo que Sally aún no sabe exactamente que es lo que siente, sobre todo porque no conoce a aquel chico. Ni siquiera sabe si los chicos le pueden llegar a atraer, nunca se lo pregunto. Lo pensará después.

Feelings made of paper [Salvis]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora