—¿Entonces sugieres que tomemos la zona norte de los Piratas? —objetó confundido el hombre de piel pálida y cabello negro.
Observando con curiosidad el mapa extendido sobre la mesa.
—No, Brayan —habló la mujer que estaba frente a el—; no sólo la zona norte, tomaremos todo su territorio.
Brayan sonrió, éso era un locura; una interesante locura.
—Pero eso es muy peligroso, Aitana ¿has perdido la cabeza? —le cuestionó un segundo hombre, la piel de éste era morena y le resaltaban sus ojos celestes.
Aitana ladeó una sonrisa.
—¿A qué le tienes miedo Simón? ¿acaso no es la muerte el destino final de cada uno de nosotros? ¿cuando te uniste a la banda no sabías el riesgo que estabas corriendo? —empezó a exponer, cambiando su semblante a uno más serio—. Yo no trabajo con niños indecisos, Simón —le recordó mientras se recostaba en el sillón—. Puedes irte sí quieres, no me importa, pero recuerda que tienes enemigos y sí llegasen a saber que ya no eres parte de la banda; ten por seguro qué tarde o temprano darán contigo.
Simón tragó saliva.
Y se quedó en silencio unos minutos, sin dejar de ser observado por sus superiores.
—Lo lamento, Aitana —masculló por fin—, estoy dentro.
Aitana sonrió satisfecha.
—Bien. Ahora debemos decidir la estrategia que usaremos, todo debe salir perfecto y sin perdidas.
La puerta de la oficina se abrió de golpe.
—¡Madre, ganamos! —soltó con entusiasmo, una pequeña de cabello dorado y rizos definidos.
Brayan frunció el entrecejo, no le gustaban las interrupciones ¿pero qué podía hacer él contra la hija de su superior?
Pues nada.
—Y ¿cómo podrías perder? —espetó Aitana, tomando a la niña en sus brazos—. Eres mí hija y los Da' Silva nunca pierden.
La pequeña se acomodó en el regazo de su madre.
—¿Que es éso? —le preguntó, señalando el mapa que se encontraba en el escritorio.
—Todo lo que será nuestro, princesa.
Algunos días después...
El inconfundible sonido del cavaquiño, el surdo, la caixa, el repinique, el tamborim, el bombo, el chocalho, la cuica y los platillos, creaban una alegre armonía, la cuál inundaba todo Mar del Cielo.
Era un día especial; la conocida pandilla apodada Colmillo celebraba su más reciente victoria; habían conseguido adueñarse del territorio de los Piratas. Eso les otorgaba una muy buena ventaja sobre Río de Janeiro, y sobre las otras bandas.
Todos bailaban al ritmo de la samba; la samba, la identidad de todo brasileño.
Pero por otro lado, una pareja singular se encontraban en pleno debate.
—Aitana ¿cómo puedes permitir tal desfachatez? —le reprochó el hombre a su esposa—. Esa ropa es demasiado reveladora.
La mujer de cabello rubio y encrespado cruzó los brazos.
—Édgar, ella es mí hija, y a mi parecer, un shorts y una blusa no es revelador —reitero—. Y sí volviste de España para discutir sobre como crío a mí hija, puedes irte por donde viniste.
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Taiana
Romance"Dicen que puedes sacar al hombre de la calle, pero nunca que podrás sacar la calle del hombre". Y es totalmente cierto. Yo lo viví a flor de piel. Nací y crecí en un lugar al que mucha gente le teme y que nadie quiere conocer. Las favelas de Río de...