Me encuentro sola. En mi nueva habitación; es tan grande y tan vacía, como mí propia vida.
No me gusta estar aquí.
Extraño a Río de Janeiro, extraño a mi familia: a mi abuela Helena; a mi tío Freddy; a mi tía Miriam; a mis primos hermanos Jhonatan y Maicol; a mis amigos, pero sobre todo extraño a mi madre.
La extraño mucho.
Ya ha pasado cinco semanas desde aquella fatídica noche. Y llevo cuatro aquí, en Madrid. Aún no me acostumbro a esta casa, a esta gente, ni siquiera al idioma; aunque en realidad sí lo puedo entender.
Pero de igual forma, me siento fuera de lugar.
Se siente extraño dejar todo lo que conoces y a pesar de estar con mi padre, me siento sola.
—¡Taiana! —llaman detrás de la puerta— ¡Taiana! —insiste la misma chillona e insoportable voz.
Me levanto de la cama y abro.
—Prima —empieza a decir con una sonrisa, una muy hipócrita—, ya es hora de tus lecciones de español, debo prepararte para que puedas empezar el colegio.
Cierro la puerta en su cara; no quiero estar con ella, no la soporto.
Me dirijo hacía la ventana, y una idea se cuela en mí mente; una muy buena idea.
Desde que llegue aquí me la paso sola, mi padre siempre está ocupado. Además, me prohíbe salir de la mansión, pero ya estoy cansada de eso último.
Aún es temprano.
Abro la ventana, mi habitación queda en el segundo piso, pero las paredes tienen murales, lo cuál me hace sonreír.
Esto será pan comido.
Ya en el jardín, me escabullo para evitar a los hombres vestidos de negro. Salto el muro que protege el territorio de la mansión y me echo a correr sin saber con exactitud a donde ir...
Camino sin un rumbo definido, mientras admiro las calles, las casas y las plazas.
Está empezando a oscurecer y empiezo a sentir frío. Aunque la mayoría de la personas que se cruzan en mi camino no están abrigadas, no parecen tener frío.
Me detengo al ver un pequeño grupo de chicos jugar en un parque.
—Oye, ¿qué estás mirando? —suelta de repente uno de ellos, tomándome por sorpresa.
Su piel es morena, su cabello negro y su mirada es arrogante.
Hago una mueca; su comentario llamó la atención del resto del grupo.
—Ya déjala Ricky —le reprende una chica de cabello rubio, es mucho más alta que yo; en realidad, mucho más alta que todos los presentes.
—¿Quién eres niña? —cuestionan a mis espaldas.
Me giro y encuentro a la dueña de aquella voz; es una chica ¿cómo no la ví antes?
Todos me empiezan a rodear, pero yo me mantengo firme y con la cabeza en alto.
La chica que estaba recostada al árbol se acerca a mi, demasiado cerca. Quiere intimidar me, pero no lo va a lograr, éste juego ya lo conozco.
Y lo conozco muy bien.
Doy un paso al frente, acortando nuestra distancia.
Sonrío, dejándole en claro que no le tengo miedo.
Ella se quita la capucha que trae puesta y puedo detallarla bien: su cabello es blanco, su piel muy pálida, sus ojos son azules y su cara es de pocos amigos.
En Brasil nunca ví alguien así.
—No eres de aquí, ¿cierto? —deduce sin dejar de observar me ¿acaso es tan notorio que soy extranjera?
Ante a su pregunta asiento.
—¿Por qué no habla? —le susurra lo suficientemente alto como para que yo pueda escuchar, una niña de cabello rojo, a la que me defendió en un principio; está en respuesta solo se encoge de hombros.
—¿El gato te comió la lengua? —cuestiona otra vez la chica que parece un papel.
Debo responder, y lo hago al cabo de unos segundos.
—Não sei falar muito bem espanhol, mas se eu entendo, meu nome é Taiana —le hago saber.
Ella alza una ceja.
—¿Eres italiana? —interviene un niñito rubio.
Ese comentario me causa gracia. ¿Italiana? yo, ni en chiste.
—Es brasileña Ban ban —aclara una de cabello castaño y extraño acento—, y dice que no sabe hablar español, pero que sí nos entiende —explica y agradezco mentalmente por ello —. Es un gusto Taiana, me llamo Renée y ellos son mis amigos.
Le sonrío, fué muy amable su explicación.
—¡Que guay! ¡tenemos una nueva amiga! —celebra la pelirroja, mientras toma mi mano con euforia, en forma de saludo —Yo me llamo Nora.
Asiento.
—Y yo soy el único e inigualable Miguel Ángel —declara el niñito rubio, haciendo un intento fallido de guiño.
—Yo soy Emma y el es Ricky —me sonríe y se presenta la niña de hermoso cabello azabache, luego señala al chico moreno que me hablo en el principio—, mí hermano.
—Yo soy Lían —me dice el chico de linda apariencia y cabello castaño—. Ella es Hana —señala a la chica alta y rubia— y ella es Gala.
Cómo ya todos se presentaron y sólo falta la chica de cabello blanco, deduzco que ella es Gala.
Les sonrío.
Me estan agrandando estos chicos.
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Taiana
Storie d'amore"Dicen que puedes sacar al hombre de la calle, pero nunca que podrás sacar la calle del hombre". Y es totalmente cierto. Yo lo viví a flor de piel. Nací y crecí en un lugar al que mucha gente le teme y que nadie quiere conocer. Las favelas de Río de...