Capítulo 6 💙

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Los años han pasado volando, ya no soy una niña y tal vez nunca me dieron la oportunidad de serlo.

—¡Gala! —vuelvo a llamar, sin dejar de tocar la puerta con fuerza.

Y solo obtengo como respuesta el eco de mi propia voz.

—¡Por favor, salgan! —vuelvo a intentar, agotada.

Nada.

Maldigo la hora en la que me transfirieron a ese infierno; a esa secundaria diabólica.

—¡Ayuda! —intento una última vez.

Y me resigno.

Lo más probable es que no halla nadie en la casa club.

Pero me equivoco, gracias al cielo me equivoco.

Retrocedo cuando el sonido de la cerradura abriéndose llega a mis oídos.

Los brazos de Gala a tiempo, justo  antes de que el peso del cansancio y el dolor me derrumben por completo.

—Ayudame... —susurro y me dejo caer sobre ella.

—¿Qué diablos te paso Taiana? —cuestiona preocupada, levantándome como sí fuese una muñeca de trapo— ¿Quién te hizo esto?

Una loca desquiciada y esta vez no hablo del ser que dió a luz a mi padre...

—Ay —gruño cuando intento moverme.

No tengo casi fuerzas, por lo que ni siquiera lo vuelvo intentar.

—No te muevas —me regaña la inconfundible y fría voz de mi mejor amiga. La siento cerca—. Descansa.

Abro los ojos y diviso a Gala.

—¿Quién te hizo esto? —gruñe, sin mirarme. Por lo que veo esta preparando sus famosos ungüentos a base de hojas—. Las heridas no son tan graves, pero me preocupa la hinchazón en la costilla izquierda.

Se levanta y se dirige al único armario que hay en esta habitación.

Cierro los ojos y trato de organizar por orden cronológico todo lo que paso esta semana, todo lo que paso hoy.

—Me cambiaron de instituto —comienzo a explicar—. Al principio todo fue normal, y me adapte rápido o eso creí.

Suspiro.

Gala ya esta a mi lado otra vez, aplicando lo que preparo en mi cuerpo.

Se siente frío y a su vez caliente.

—Esto hara que no sientas dolor —me informa al notar mi expresión—, y que la inflamación baje.

Asiento.

—No tarde en descubrir que todas están divididas en "grados" —hago una pausa, y cierro los ojos con fuerza—; algunos de esos grados tienen privilegios y otros tienen desventajas.

«Todo es un juego para ellas; las creadoras de ese régimen. Los grados estan divididos de la "A" hasta la "F". El grado al que pertenezcas depende de las que están en el grado "A", y por alguna extraña razón me integraron al grado "B"».

Al abrir los ojos me encuentro con la mirada preocupada y confundida de Gala.

—Los primeros días todo parecía relativamente normal, hasta que descubrí que las de los grados superiores le hacían la vida de cuadritos a las de los grados inferiores—tomo la mano de Gala, su piel fría siempre es reconfortante—. En todos los instituto existen las problemáticas que acosan a los débiles, pero esto es otro nivel.

Aún recuerdo los estruendosos gritos se esas chicas.

—Una loca de rasgos asiáticos empezo acercarse a mi —recuerdo—. Sabía que todas estaban dementes, por lo que decidí ser amable y ese fue el error.

La mandíbula se Gala se tensa.

—Esa desgraciada se obsesiono contigo ¿no es así? —intuye hecha una fiera—. Te hizo esto cuando la rechazaste.

Bueno, cuando le escupí en la cara.

Asiento.

—Debemos hacer algo para que te saquen de ese lugar —anuncia, levantándose de golpe—. No puedes volver a ahí.

Y ese es el problema.

—No puedo hacer nada, Gala —le hago saber—. Nadie puede decir una palabra de lo que pasa en esas paredes, el poder que tienen esas alimañas es gigantesco —continuo—. Ellas controlan todo, los directores, los profesores, los alumnos, todo. Me harían quedar como una loca, podrían matar a mi padre o acabar con todo lo que posee en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Qué insinúas, Taiana?

Trago saliva.

—Debo quedarme callada, Gala —concluyo, mirandola a los ojos—. No tengo otra opción...

Me encuentro sentada en el recibidor de la mansión, después de quedarme tres días en la casa club; recuperándome.

Ahora debo enfrentar a ese ser que gobierna este lugar, y hablando del rey de Roma:

—Miren quien ha regresado —empieza a decir desde la cima de las escaleras de mármol—. Estaba empezando a preocuparme por tí, Adelaida.

Su voz hace que se me erice cada parte del cuerpo.

—Mi amado Édgar volvera esta noche —pronuncia con tranquilidad, sentándose frente a mi y no puedo evitar sorprenderme; llevo casi un año viendolo solo a través de las pantallas—. Y quiero recibirlo como se merece: con un gran banquete y toda la familia reunida.

La hipocresía con la me sonríe es tan grande que me produce náuseas.

—Vete, —me ordena— esa ropa que traes lastima mis ojos.

Me levanto y salgo del recibidor, pero logro escucharla antes de llegar a las escaleras.

—Y por supuesto, arreglaremos cuentas después.

Mierda.

TaianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora