Capitulo 6

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Abrí mis ojos con gran pesadez. La gran caminata que nos pegamos Purrlion y yo para huir de aquella insolente niña y la gran distancia que recorrimos en el interior del bosque para encontrar un lugar seguro donde pasar la noche me dejaron destrozada.

Entonces me percaté de que una gran hoja me cubría. Me destapé, y entonces note un dolor intenso en la pata derecha delantera. Me fijé en que tenía una hoja dispuesta a modo de vendaje que cubría mi herida. Pegué una ojeada a mi alrededor. Estábamos en el interior de una pequeña cueva, no muy confortable, pero servía para pasar allí una noche. Escuchaba el gotear de unas gotas de agua que caían desde unas cuantas goteras que habían esparcidas alrededor de la cueva. Era de un color oscuro poco agradable a la vista.

Entonces me fijé en que Purrlion no se encontraba en su sitio. Hice el amago de levantarme del sitio, pero la pata herida me lo impidió. Resignada, forcé la vista para ver que había más allá de la cueva. Había una gran cantidad de árboles que dificultaban mi tarea de observar el exterior. El ambiente era húmedo en el interior, pero el exterior parecía ser seco y cálido.

Traté de levantarme otra vez, pero fue un intento fallido, la pata herida no era capaz de soportar mi peso. Cansada por el esfuerzo que había realizado tratando de levantarme, decidí ponerme en una posición cómoda y esperar hasta que Purrlion apareciese.

El ambiente húmedo de la cueva provocaba que mi pelaje se erizase, era algo bastante incómodo la verdad, pero no podía hacer nada. Solo podía esperar.

Esperando a que apareciese mi compañero felino, caí en los brazos de Morfeo. Quedé profundamente dormida. Tuve un sueño muy extraño la verdad, soñé con unas figuras que corrían por lo que era un bosque. Creo que esos eramos Purrlion y yo. Aún no era capaz de olvidar aquella traumática experiencia que había vivido. 

Miré de nuevo a mi alrededor, y esta vez pude observar cómo una hoguera había sido encendida junto a mi, pero ahora solo quedaban brasas. Miré afuera de la cueva, y ahí estaba Purrlion, mirando el cielo nocturno. Hice el amago de levantarme, pero mi pata seguía en las mismas condiciones. Mi compañero se percató de mi situación y vino a ayudarme. Me apoyé en su lomo y me levanté con dificultad. Ambos salimos al exterior de la cueva. Era agradable salir de aquel lugar y notar el aire fresco.

- Al fin despiertas, - me dijo el felino una vez que ambos estuvimos sentados - has estado durmiendo todo el día.

- En realidad, me he despertado creo que esta mañana, - dije con un tono débil - pero no estabas. Pensé que a lo mejor te habías ido.

- ¿Por qué pensaste eso? - dijo el felino con esa entonación tan parecida a la del francés que tanto me llamaba la atención.

- Ya te lo dije, llevo sola toda mi vida. Aún no se confiar en la gente.

- Bueno, pues yo te ayudaré. - Posó su pata alrededor mio a modo de abrazo - Haré que aprendas a confiar en los demás, en mí.

Miré a Purrlion con un pequeño sonrojo en mi rostro. Mi pelaje se había vuelto a erizar, pero esta vez era una sensación agradable. Un pequeño escalofría recorrió mi cuerpo. Disfrute aquella extraña sensación. No estaba segura, pero de algún modo, había encontrado a alguien especial, a un amigo, incluso se podría decir que este pequeño felino se había convertido en mi mejor amigo.

Pokemon Ilusión: De Zorua a ZoroarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora