𝓡𝓪𝔃𝓸𝓷𝓮𝓼 𝓮𝓺𝓾𝓲𝓿𝓸𝓬𝓪𝓭𝓪𝓼.

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Enola parecía entretenida, pasando sus dedos por la cantidad exorbitante de libros que Sofía tenía en su hogar. No era un lugar grande, tenía una cama con unos muebles, una mesita para el té, una ventana que daba a la calle de Londres que se encontraba muy ajetreada y un portavelas bastante peculiar entre tantos libros.

─Entonces... ¿Solo desapareció y ya?─. La menor asintió, tratando de enfocarse en otra cosa que no fuese la pesadez con la que la muchacha decía las cosas, casi con... ¿Tal vez genuina sorpresa y horror? ¿De dónde se conocían ella y su madre? No podía recordarla, y la muchacha no era demasiado mayor como para ser amiga vieja de Eudoria.

─Sí, les avisé a Mycroft y Sherlock, pero fue contraproducente cuando les pareció que era un estorbo y querían mandarme a la escuela esa de modales de la señorita Harrison─.

Sofía por otro lado, se cruzó de brazos sin saber qué pensar o hacer. Era evidente que no conocía de mucho a Sherlock, o al meno ya no más. Por lo que una niña de 16 anos se encontraba frente a ella, pidiéndole respuestas que no tenía.

─Sospecho que fue más idea de Mycroft que de Sherlock, ¿No es verdad?─. No pudo callar su boca, causando que la menor por fin alzará la mirada de aquellos libros, principalmente heredados por su madre.

─Sí─. Confirmó, y algo dejó de pesarle en los hombros. ─¿De dónde conoces a mi familia?─.

─Mi madre─. Sonrió ella con ternura, recordando a la mujer que le había dado vida. ─Ella y tu madre eran muy buenas amigas, hasta que la mía enfermó y falleció─. El rostro de Enola se mantuvo bastante serio, pensativo... Casi indiferente.

─Lo siento─. Pareció salir distraídamente de sus labios, porque su cabeza estaba enfocada en algo más, resolviendo su alrededor, descifrando o al menos tratando de buscar una respuesta entre las motas de polvo de la alfombra, o tal vez el té frío a medio beber en su mesita... Quizás en la postura de sus hombros, en los gestos de su rostro.

Sofía lo sabía, podía reconocer cuando él pensaba, cuando ideaba. Tenían los mismos gestos, la misma gracia y la seguridad de que algo estaba bajo sus narices y podía resolverlo pronto.

Tuvo que parpadear, tratando de no encasillarse en sus pensamientos.

Aclaró su garganta. ─No importa, Enola. Fue hace tiempo─. Explicó, para luego continuar. ─Mycroft te está buscando, ¿No es verdad?─.  Regreso al tema inicial, ella asintió.

─Vine aquí huyendo de él, también con la esperanza de buscar a madre. Pero veo que tú no sabes mucho sobre ella o su paradero, ¿No es verdad?─. Sofía pasó su lengua por sus labios, dándole la razón.

Sofía.| Enola Holmes. | Sherlock Holmes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora