𝓔𝓵 𝓜𝓲𝓼𝓽𝓮𝓻𝓲𝓸𝓼𝓸 𝓥𝓲𝔃𝓬𝓸𝓷𝓭𝓮.

779 70 0
                                    





















































Sofía suspiró, pegando su cuerpo a la puerta que se encontraba en la entrada de la habitación que le servía como hogar. Tenía muchas cosas en mente, muchas que pensar y demasiadas cosas para influir en ellas después de tanto tiempo en las sombras. Todo era demasiado, estaban pasando muchísimas cosas al mismo tiempo.

Y entonces, recordó esa sonrisa de aquel serio detective, no pudo evitar sonreír, maravillada, imaginándolo sonreír una vez más... Muchas veces más.

Pero luego, casi queriendo golpearse múltiples veces en el rostro debido a aquellos rebeldes pensamientos guiados por los sentimientos de su corazón, decidió anteponer su cabeza, su mente y jurar algo:

Una vez que Enola Holmes estuviese a salvo, a lado de Sherlock Holmes, su hermano mayor, Sofía desaparecería una vez más de sus vidas. Podría ir al campo, o tal vez simplemente cambiar su lugar de vivienda, buscar otro trabajo y desear no volver a ser encontrada.

Tenía que hacerlo, por su madre.

Soltó un suspirito, apretando los labios por un momento cuando la puerta a sus espaldas fue tocada múltiples veces, con desesperación, con algo que fue preocupante incluso para Sofía.

No se sentía como una visita inesperada, era algo más que le hizo tomar el portavelas de su pequeña mesita como algún objeto para defenderse.

Titubeó suavemente antes de abrir la puerta, notando a un joven que jadeaba cansado y con dificultad. Era de cabello castaño oscuro, nariz perfilada, ojos grandes y labios gruesos.

Era él... El chico que tanto buscaban, el niño inútil.

─¿Es usted? ¿Usted es la señorita Sofía Aledis Johnson?─. La muchacha alzó el rostro, ladeándolo por unos momentos.

─Es una buena pronunciación, vizconde Tewkesbury, marqués de Basilwether─. Él abrió los ojos con sorpresa, Sofía notó la palidez en su rostro.

─¿Cómo es que...?─. Él boqueó una y otra vez.

─Soy buena reconociendo gente, y el boceto es muy bueno─. Ella se hizo a un lado, haciendo un movimiento para que pasara a su hogar.

Pero él parecía dudar. ─¿Puedo confiar en ti?─. Sofía le dió una mirada de ojos entrecerrados, debido a que parecía tener un secreto gubernamental en mente.

─Enola te ha enviado aquí por algo, ¿No es verdad?─. Fue entonces que él entró, con una mueca en el rostro ante la personalidad directa de la mayor. Sofía cerró la puerta, suspirando con la ansiedad en el pecho. ─¿Ella está en problemas?─.

─Huíamos de Lastrade, ella dijo... Ella dijo que mi familia había enviado a un matón a por mí. Pero entonces... Lastrade se la llevó. Creo que está en la Escuela de Modales de la señorita Harrison─. Sofía abrió los ojos.

─¿Mycroft se la llevó?─. El muchacho abrió y cerró la boca, luego volvió a hacer lo mismo una vez más.

─¿Qué?─. Pareció confuso por un momento.

─Esto tiene que saberlo Sherlock─. Susurró más para sí misma, a punto de salir de su hogar.

─¿Enola no huye de él?─. Pronunció él, bastante perdido.

─Enola huye de Mycroft, escucha... Tenemos que sacarla de la escuela de la señorita Harrison, perderá la cabeza ahí─.

─¿Tiene alguna idea?─.

─Un plan A, tu serás el encargado de ese. Tienes que ayudarla a salir de ahí de alguna manera. Yo trabajaré en el plan B─.

─¿Cómo... Cómo puedo sacarla de ahí?─. Parpadeó con confusión el muchacho, una vez más.

─Usa tu imaginación, vizconde. No es tan complicado como parece─. Aseguró en un murmuro.

─¿Alguna idea?─. Ella se detuvo, a punto de abrir la puerta de su habitación.

─La señorita Harrison está enamorada de Mycroft Holmes. Usa una canasta─. El vizconde frunció el ceño, tratando de descifrar si estaba hablando en serio o en verdad.





























Baker Street, Apt 221B. Sí, ahí se encontraba ella, viendo fijamente el número en la puerta de madera que parecía tener lava desde los ojos de la muchacha. Se sentía genuinamente extraña y nerviosa, a punto de decirle a cierto detective que su hermano malvado enviaría a su hermana menor a un horrible lugar para mujeres de mentalidad tan libre.

Tragó en seco antes de tocar, por supuesto tardó un poco debido a la hora tan tarde que era y porque probablemente Sherlock Holmes estaba bastante cansado y era muy solitario como para tener visitas a su hogar.

Sofía temía por los vecinos, puesto que no me sorprendería que todos supieran que un varón vivía en aquel lugar y ella, siendo una mujer... Bueno, sacudió su cabeza tratando de no pensar en las opiniones de los demás y volvió a golpear la puerta.

Tardó unos segundos escucharse como era abierta la puerta, causando una sorpresa poco notable en el hombre.

─¿Señorita Johnson?─.

─Se trata de Enola, señor Holmes─. Susurró en voz bajita.































Atte: R. A.

Sofía.| Enola Holmes. | Sherlock Holmes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora