𝓡𝓪𝓭𝓲𝓬𝓪𝓵𝓮𝓼 𝓸 𝓛𝓸𝓬𝓾𝓻𝓪.

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Sherlock alzó una de sus manos, haciendo señas al carruaje que se detuvo al instante frente a ellos, para luego darle la mano a la muchacha, que la aceptó para que fuese más sencillo subir al transporte.

¿A dónde se supone que iban? No lo sabía.

Simplemente se sentó en silencio, bajo la mirada analítica de Sherlock Holmes, quién chasqueó la lengua mientras comenzaban a avanzar.

─Me parece curioso que dos de tres Holmes me llamen para pedir ayuda, específicamente a mí─. Soltó Sofía sin pensar realmente en sus palabras, pasando por un momento de arrepentimiento debido a que eso hacía aún más obvio una situación clave de la que Sherlock no debía saber.

Él alzó una ceja. ─¿Sabe qué me pareció curioso a mí?─.

─Iluminéme─. Soltó sarcástica la muchacha.

El hombre se acercó a ella, puesto que estaba sentado frente a la fémina. ─Alguien me informó que ayer dos jóvenes visitaron a la familia del vizconde Tewkesbury, marqués de Basilwether. Una viuda que decía ser mi asistente y una mujer que decía ser mi prometida sin anillo de compromiso─. Sofía no evitó su mirada, a sabiendas de que eso le encantaría al muchacho de cabello negro y rizado.

─Tal vez el anillo se perdió en el carruaje─. Murmuró, con una sonrisa de lado.

─Sí, debería de comprarle otro a mi prometida antes de la boda en primavera─. Siguió él, burlesco ante las mejillas rojizas que tenía la muchacha.

─Solo asegúrese de no invitar a Lastrade, es un tipo desagradable y un fanático que decía ser su mejor amigo─.

─No tengo mejores amigos─. Informó el hombre, mostrándose solitario ante aquello.

─Tampoco prometida, lo lamento, estábamos utilizando su nombre para nuestro beneficio─. Casi escupió, algo desesperada por la tensión que sentía en el  pecho.

Sherlock no respondió, el hombre con caballos se detuvo en su destino; Limehouse Lane. Ahí investigarían, al parecer.

Ambos comenzaron a avanzar por las calles que parecían marginadas, con un trote suave.

─¿Qué cree encontrar aquí?─. Cuestionó Sofía al detective, sin ninguna sola pista en la cabeza. Tal vez no tenía el mismo contexto que el hombre.

─Sigo las migajas que dejó Enola─. Explicó él, pensativo con una de sus manos en su mandíbula definida, observando el alrededor abandonado.

Sofía suspiró, dándole una ojeada más profunda a las callecitas casi vacías aún cuando era de día, además de bodegas abandonadas y descuidadas que daban el aspecto de que algo malo había sucedido ahí antes.

Se dejó guiar al lugar más descuidado, que lucía como si se hubiese hecho una explosión cuando se topó con unas puertas gigantes de madera, sostenidas por un delicado listón morado que se le hizo familiar.

Recordó a su madre, con ese listón colgado en su ropa cada día que iba a casa de los Holmes, recordó a Eudoria portando una pulserilla de ese color en la muñeca y a Edith sonriente, regresando de una reunión con ese mismo listón.

Lo tocó suavemente, antes de abrir la puerta con ayuda de Sherlock, para luego entrar al lugar.

─Hubo una pelea aquí─. Pronunció él, casi pensando en voz alta.

Sofía ladeó la cabeza al encontrar cajas de madera, algunas con cortes y otras enteras que llevaban principalmente un dragón rojo como logotipo. Recordó el mismo dragón, en la oficina de Edith aquella vez que se limpió la nariz ahí.

Las observó más de cerca, notando que eran explosivos, y retrocedió sorprendida, llamando la atención de el detective, quién no parecía muy expresivo al ver aquello.

─Todo esto pertenece a su madre, ¿No es verdad?─. Soltó ella.

─Es lo más probable─. Confirmó él.

─Está siguiendo las migajas de Enola, eso significa que ésto ella ya lo sabe... pero ella llegó aquí porque Edith debió de haberle dicho algo o tal vez se dió cuenta de algo en la oficina de Edith, hay muchas de éstas cajas ahí─.

─Tienen un plan para llamar la atención─. Señaló Sherlock los panfletos impresos sobre el voto femenino, por supuesto que aprovecharían el momento debido a la nueva reforma. ─Esto es...─. Él negó con la cabeza, causando que Sofía alzara una ceja.

─¿Cree que está mal cambiar un mundo que necesita ser cambiado?─.

─Creo que está mal dejar a tu hija de 16 años por hacer éste tipo de cosas─. Sus ojos se conectaron, Sofía teniendo esa chispa de rabia en ellos. ─¿Usted lo haría? ¿Dejaría sola a su hija?─.

─Enola ha sido preparada toda su vida para el mundo real, cómo usted y Mycroft. No se ve que la esté pasando mal, tal vez era el empujón que necesitaba para encontrar su propio camino, el de ambas─. Soltó un suspirito. ─No soy radical, pero entiendo por qué personas como Edith o su madre lo son. Es un mundo que necesita un cambio, y ellas están dispuestas a hacer todo lo posible por cambiarlo─.

Eso pareció dejar apaciguado al hombre, que pareció pensar en sus palabras un momento antes de volver a hablar. ─Usted siempre ha comprendido más a las personas que yo...¿Puedo hacerle una pregunta, señorita Johnson?─. Ella asintió, confusa por el repentino cambio del tono en su voz. ─Todos dicen que Enola me necesita, pero ella no parece realmente hacerlo─.

─Es que usted y ella son tan iguales que dudo mucho que puedan llegar a comprenderse completamente en algún momento─. Sherlock soltó una risita, negando con diversión mientras Sofía sonreía de lado, maravillada por el actuar del muchacho.











































Sofía pegó su cabeza contra el colchón suave del carruaje, siendo llevada a su hogar, en un silencio extraño que parecía ser bien sobrellevado por ambos.

─¿Señorita Johnson?─. Ella posó su atención en el mayor, ─¿Sería importuno de mi parte pedirle que se quede en mi hogar?─. La muchacha abrió los ojos de más, confundida por su propuesta.

─¿Por qué?─. Cuestionó, confusa.

─¿Por favor?─. Ella negó, sonriendo ante el intento infantil del hombre al quererla convencer.

─Lo lamento, pero tendré que negarme. Mañana trabajo en la cafetería─. El hombre que guiaba con caballos se detuvo frente a los departamentos de la vivienda de la mujer, lo que hizo que ésta se acercara a la puerta para salir.

─Entonces... Cuando mi prometida necesite algo...─. Sofía soltó una risita, negando una vez más.

─Cuenta conmigo para encontrar a su hermana, señor Holmes─.

Dijo por última vez antes de ir a su hogar.











































Atte: R. A.

Sofía.| Enola Holmes. | Sherlock Holmes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora