𝓡𝓮𝓬𝓾𝓮𝓻𝓭𝓸𝓼 𝓮𝓷𝓽𝓮𝓻𝓻𝓪𝓭𝓸𝓼.

960 79 9
                                    







































¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





























































Sofía dejó el trozo de pastel en la mesa, siendo ese día bastante horrible como para siquiera querer pensar en ello. Se sentía como una niña entrometida debido al enfado bastante notable en Edith, quién se había negado a hablarle durante el entrenamiento. Y aunque ese día en la mañana le había ganado en su pelea diaria de entrenamiento, no se sentía victoriosa de nada.

Estaba siendo carcomida internamente por la curiosidad, presa de preguntas sin respuestas, todas referentes a cierta familia disfuncional.

Parpadeó confusa, notando cierta aura extraña en el ambiente mientras se dirigía a la habitación de pasteles para llevar más, pasando por una repisa con libros que Edith imprimía para la clientela curiosa.

Notó ahí a un hombre de vestimenta elegante, parado, leyendo algo con curiosidad. Lo vió de reojo, casi a punto de ignorarlo, cuando se detuvo de repente.

Esos hombros... Esa postura, ese rostro y ese cabello negro y rizado... Oh, oh.

Sofía juró que podría desmayarse en ese momento, en realidad, casi sintió que lo haría.

─¿No le parece muy maleducado solo observarme y no saludar?─. Los ojos del detective la escanearon sin mesura de arriba a abajo, parecía interesado en la postura nerviosa que tenía.

─¿Qué...? ¿Co-como...?─. Balbuceó un par de palabras sin mucho sentido, antes de que él se acercara un poco a su oído.

Sintió la calidez de su aliento chocar contra su piel. ─No se sorprenda mucho, sabe perfectamente que me gusta cuidar lo que me pertenece─. Sofía boqueó cuál pez ante sus palabras, para luego darse la vuelta, alejándose un poco y dando paso a la pequeña cocinita de postres. ─Por favor, no se vaya...─. Lo escuchó hablar, pero realmente poco le importó, presa de el pánico.

Se adentró a la habitación, buscando distraerse con cualquier cosa que no fuese la presencia de aquel hombre que hacía mucho no veía. Estaba casi a punto de gritar, reír, llorar, golpear todo y huir de Londres a nuevas tierras.

─No me sorprende que me desobedezca─. Lo escuchó hablar, mientras entraba inspeccionando la habitación de arriba a abajo.

─¿Qué hace aquí, señor Holmes? Tiene que irse. Inmediatamente─. Declaró la menor, suspirando para luego tomar la tetera caliente de la estufa.

─He venido a tomar el té, ¿Tiene eso algo de malo?─. Se justificó el ingenioso detective, casi con burla.

Sofía apretó los labios, negando con la cabeza. ─Si té es lo que busca, entonces tome asiento y en un momento le llevo el té. Los clientes no tienen permitido estar aquí─.

─Me preguntaba si podía tomar el té con usted─. Sofía negó una vez más, casi energéticamente.

─Entiendo su desesperación, no es el primero. Pero lamento informarle que eso no será posible─. Alzó el rostro, cruzándose de brazos y notando la mirada divertida que el Holmes le daba. Una chispa notable se encontraba en sus ojos.

─De acuerdo. No me iré de aquí hasta que pueda hablar con usted─. El hombre también se cruzó de brazos, imitando su postura.

Sofía pasó una mano por su rostro, intensamente estresada mientras daba otro suspiro. ─Tiene que irse, Señor Holmes. Le aseguro que nada de lo que busca está aquí─.

─La busco a usted. Y usted está aquí─. Respondió cortamente.

Sofía entrecerró los ojos. ─No─. Dijo en voz alta, para luego continuar. ─Usted no me busca a mí, busca a su hermana, a Enola. ¿O tal vez busca a su madre?─.

─Sé que habló con Enola, estoy preocupado por ella y quiero encontrarla para que esté a salvo. También quiero encontrar a madre, necesita cuidar a Enola─.

─De Mycroft, al parecer─. Holmes no se movió ni un poco antes sus palabras.

─¿Sabe en dónde se encuentra mi madre o Enola?─. Preguntó directamente el muchacho de cabello negro, interesado en alguna respuesta física y oral que diera la muchacha.

─No, no lo sé─. Ni siquiera parpadeó ella, aún recordando aquellas cualidades de investigación por parte del mayor.

─Enola estuvo aquí, ¿No es verdad?─. Sofía no respondió, lo que causó que Sherlock avanzara aún más, hasta que solo una mesa de madera bastante bajita fue la protección para Sofía, quién no le quitaba el contacto visual, mostrando que no se sentía ni un poco intimidada.

─Se cansó de ignorar y huir de sus problemas─. Leyó en su rostro la muchacha. ─Pero, ¿Por qué ahora? ¿Cómo fue que me encontró?─.

─¿Qué le hace pensar que en algún momento la perdí de vista? ¿Qué tal si siempre supe en dónde se encontraba?─. Sofía sintió escalofríos ante sus palabras, bastante sorprendida por la honestidad del detective.

Había cambiado demasiado. Seguía siendo perspicaz, inteligente, deductivo y atractivo... Solo que el aspecto de niño flacucho ya no estaba, no más.

─Tiene que irse. Ahora mismo, no lo repetiré más─. Declaró la muchacha, tratando de ignorar las palabras que le producían algo en la barriga.

─No pretendo que se sienta acosada─. Dejó en claro Sherlock.

─Sí que me siento así─. Confesó ella, entonces fue turno del hombre de soltar un suspiro.

─Señorita Johnson...─. Sofía hizo uso de sus habilidades, tomando un pequeño tenedor utilizado para el pastel, colocándolo en alto, buscando que Sherlock retrocediera.

─Tiene que irse, Edith está arriba─. Repitió una vez más, bastante nerviosa por muchas cosas.

─De acuerdo─. Sherlock suspiró. ─Baje el tenedor, señorita Johnson, no buscaba alterarla con mi visita. Pero honestamente estoy desesperado─. La muchacha bajó el utensilio de cocina.

─Ya le dije que si quiere un té tiene que sentarse por allá─.

─No, no quiero un té. Quiero su ayuda, la necesito─. Sofía se señaló, perdía.

─¿Uhm?─.

─Quiero que me ayude a encontrar a mi hermana, y a mi madre─. Sofía tomó aire por la nariz, buscando alguna excusa o explicación para negarse.

Pero su boca tenía voz propia, y definitivamente estaba muy distraída como para pensar con claridad.






















─Le ayudaré, salgo hoy a las 5─.



















































Atte: R. A.

Sofía.| Enola Holmes. | Sherlock Holmes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora