𝓛𝓪 𝓓𝓲𝓬𝓽𝓪𝓭𝓾𝓻𝓪 𝓓𝓮 𝓗𝓪𝓻𝓻𝓲𝓼𝓸𝓷.

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Enola soltó un suspiro, con la cabeza gacha y observando el suelo mientras la señorita Harrison se encontraba a lado de ella, tomándola de la mano para así tener un mínimo gesto de control en su contra.

Perdería la cabeza ahí, de eso estaba segura completamente.

─Señora Holmes... Aquí está Enola─. La nombrada arrugó las cejas con confusión.

¿Señora Holmes?

─Gracias, señorita Harrison─. La mujer se fue, luego de soltar una disculpa por su presencia y cerró la puerta de su propia oficina.

Fue entonces que Enola alzó el rostro con confusión, arrugando las cejas al ver la silla en la que generalmente se encontraba la horrorosa mujer de espaldas.

Y entonces, repentinamente se giró, dejando ver a Sofía Johnson con una lupa gigantesca señalándola.

─Sorpresa─. Susurró la muchacha, que parecía divertida por su teatral entrada.

─¿Señora Holmes? ¿Cómo es que...? No creo llevar tanto tiempo aquí─. Ella negó torpemente ante su insinuación.

─No es eso, te lo puedo asegurar. Ha sido una cosa necesaria para poder entrar aquí─. Enola chasqueó la lengua. ─No tengo mucho tiempo, porque Sherlock también quiere charlar contigo, así que solo debo decirte que el niño inútil no me pareció tan inútil cuando me avisó que Lastrade los había encontrado─. La muchacha de cuello blanco con vestido negro como uniforme negó, soltando un suspiro.

─No lo es si estás aquí─. Confesó en voz bajita, y entonces la muchacha sonrió de lado.

─Prometo que no pasarás mucho tiempo aquí, no falta mucho para que seas libre otra vez─. La verdadera Holmes arrugó las cejas suavemente.

─¿Tienes un plan o algo así?─. Sofía le guiñó el ojo derecho.

─¿Tú qué piensas?─. La menor volvió a suspirar, solo que ésta vez fue alivio y no resignación.

─Creí que me volvería loca aquí─. Confesó en voz bajita.

─Puedo imaginarlo, y no es para nada agradable en mis pensamientos─. La de cabello castaño asintió con obviedad.

─Te juro que es peor, simplemente demasiado horrible. Es como ser torturada todo el día, todos los días. Odio éste horroroso cuello, me da calor con el vestido, el corsé es demasiado ajustado y mi cabello me duele, ¿Cómo puede dolerme el cabello? Ni siquiera entiendo por qué estoy aquí, no quiero un esposo. Quiero ser libre toda la vida,  ¡Jesús santo! ¡Me llamo sola! ¿Qué parte de sola no es comprensible?─. Y entonces rápidamente cayó en cuenta de algo entre tantos quejidos por su parte, algo que le faltó procesar en su momento. Se giró a la mayor, que le veía con una mueca, tal vez imaginándose el propio dolor. ─¿Dijiste que Sherlock quiere verme?─.

Sofía titubeó, antes de asentir por fin. ─Sí... Él me ayudó a venir aquí─.

─¿Él fue quien le dijo a Mycroft en dónde estaba y por eso Lastrade fue a por mí?─. La mayor negó, con una seguridad que no pudo dudar la menor.

─Claro que no. Te aseguro que tu hermano Sherlock quiere lo mismo que tu madre quiere para ti, lo mismo que yo... Queremos que seas libre. Ésto ha sido obra de Mycroft, solo de él─. Enola apretó los labios.

─Pero alguien le dijo a Mycroft que tenía dinero suyo, ese sí ha sido Sherlock─. Entonces Sofía sí titubeó.

─Oye... Está claro que tú y él tienen demasiadas cosas por aclarar, y no puedo decirte que él es un santo porque sería mentirte. Sé mejor que nadie que es una persona complicada cuando se trata de los sentimientos y todo eso, pero necesito que te tranquilices o temo que te desmayarás. Tu corsé se ve demasiado apretado─. Enola no dijo nada por unos segundos, antes de volver a negar.

─Es que sí está muy apretado─. Volvió a confesar en voz bajita.

Sofía soltó una risita, para luego pasar sus dedos por los libros del estante. ─Romance... Que pesadilla─. Murmuró más para sí misma. ─Una vez que estés fuera, necesitarás que alguien borre tu memoria si te obligan a leer éste tipo de cosas─. Hizo una pausa, suspirando. ─Creo que conozco a alguien─. Sonrió de manera enigmática.

Enola rodó los ojos. ─No nos permiten pensar, solo bordamos y reímos falsamente y nos enseñan una postura recta y... Es como una prisión─. Sofía se acercó, repentinamente seria y con los ojos entrecerrados.

─Una vez estuve en prisión─. Confesó, causando que la menor abriera los ojos con sorpresa ante aquello. ─No es agradable, pero es una historia muy larga y no tiene nada que ver... El caso es que necesito que seas muy fuerte, Enola. Necesito que te prepares para tu escape, y también para que descubras qué le sucede a la familia de ese chico tuyo─.

─No es mi chico─. Susurró ella, con las cejas juntas.

─Da igual, solo prepárate para todo─. La menor asintió ante su palabras, con una mirada llena de determinación.

─Lo estaré, estaré preparada─.

































Atte: R. A.

Sofía.| Enola Holmes. | Sherlock Holmes. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora