Capitulo 1: Un progreso silencioso, Parte 2

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   Vida y muerte acompañaron al chico hasta su academia, de camino la vida dudo.

—Muertecita — jalando de su túnica levemente.

—No me digas así.

—¿Por qué es que nunca les dimos esta tecnología a los humanos? — señalando el invento de Pōtaru —Personalmente me parece muy tierno como crean sus artilugios que intentan igualar nuestro poder, aun así, es una lástima la cantidad de recursos que necesitan para lograr algo así.

—Ahora que lo dices, no fuimos invitadas a esa reunión. Escuche algo sobre que era simplemente para mantenerlos motivados —tomando del brazo a la vida al igual que una pareja de recién casados —En incontables ocasiones les permitimos acercarse a un porcentaje de nuestro poder, ¿recuerdas la vez que intentaron alcanzarnos con su torre?

—¿La de Babel? — acariciando su esquelética mano.

—Creían que con ella iban a enfrentarnos, si lo recuerdo bien esa torre no alcanzaba siquiera el kilómetro de altura, aún no entiendo realmente cuál era su plan.

—Supongo que eso tiene sentido, con el tiempo les permitimos volar y esas cosas, creo que con eso de momento son felices.

La muerte carcajeó al recordar una de sus travesuras —¡No sé cómo había olvidado contarte esto! Hace un par de décadas fui encargada de castigar a los humanos. — río maquiavélicamente.

—Pensaba que no los castigábamos hace milenios, ¿no se supone que se encargan de eso los demonios?

—Según la teoría es así, pero tú sabes que existe más de un par que no son más que ineptos, rumorean por los subsuelos que hay uno que solo se dedica a dañar líneas telefónicas. Y después de todo, era un castigo especial.

—¿Fue por lo del meteorito? — dijo al tomar una flor de suelo.

—Así es, comenzaron a decir que tenían una máquina capaz de destruir meteoritos, incluso del mismo tamaño que el que extinguió a nuestros escamosos amigos.

La vida se puso triste —Realmente me gustaban los Triceratops.

—Los dioses en medio de su desaparición, incluso en ese momento, estando algunos mucho más molestos con los humanos de lo habitual, decidieron bajarles su ego al escuchar que decían que ahora ni un dios podría provocar su extinción. Me encomendaron su castigo, así que les envíe un virus.

—¿Un virus?

—Sí, era como una gripe, pero difícil de tratar.

—Bueno, supongo que al final, al estar por encima de los humanos en todos los ámbitos, no les gustaba su incredulidad. Eran misericordiosos, pero al momento de llevarse un disgusto no había problema con provocar un diluvio.

Pōtaru llego a su academia, desde lejos se podía ver las magnificencias construidas en ese lugar, desde los primeros prototipos de motocicletas voladoras usando mecanismos similares a los de los drones, hasta puertas capaces de aparecer y desaparecer por arte de magia en segundos. La tecnología en este lugar era deslumbrante y no solo eso, sino que también sus estudiantes lo eran, cada uno de los científicos encontrados en ese lugar eran de los más maravillosos en todo el mundo, esta academia era exclusiva para los grandes, si eras el mejor en algo sin importar el que, se te encontraría en ella.

Al entrar la vida admiro los murales relucientes del lugar, sus paredes tenían un diseño minimalista, eran de un color blanco con grises a su alrededor, había columnas azules y en general al entrar entenderías que encontrarías más de un genio. Por los pasillos habitaban estudiantes jugueteando con sus inventos, la muerte se acercó a una iguana robótica para acariciarla, al hacerlo sus circuitos fallaron y colapso.

In The Sky PortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora