dieciocho velas,

4 1 2
                                    

Siento que partes de mí se cierran como órganos que no funcionan, mi cuerpo va olvidando y me desprendo como un castillo de arena.

Antes fue la música, ahora es el vóley.

Y me pregunto en el espejo, ¿qué me queda? Mientras noto como la sangre se me escurre por los dedos lentamente, creo que he perdido la fe.

Si es que nunca la he tenido.

¿Cómo puedo seguir viviendo si apenas tengo ganas de hacer las cosas que me solían gustar? Si me paso las tardes mirando el móvil, la pantalla en blanco, esperando que pase el tiempo y pueda dormir de nuevo, por fin.

¿Es mi ansiedad incompatible con la vida? Quizás nunca debí pasar los diecisiete años, ese número que parecía un misterio inalcanzable, un cuadro desdibujado en la parte alta de la pared.

Y yo, una niña que sube la mano hacia el cuadro e intenta, inútilmente, alcanzarlo. Pero, al final, bajo la mano.

El escalofrío que recorre mi espalda cada mañana apenas despertar me pregunta "¿Segura que quieres soplar dieciocho velas?"

descanso, poesía (4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora