Capítulo 1. Silenciosa prisión

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Un año después

Cada día que paso entre estás cuatro paredes se he convertido en mi infierno personal, el aburrimiento que representan es tan estresante.

No hay ventanas, ni siquiera un pequeño conducto o rejilla en toda la habitación en el cual pueda saber si es de día o noche. Sin contar que mi única compañía son los guardias que custodian la puerta aunque éstos prefieren ignorame la mayoría del tiempo, así que mis conversaciones son con mi subconsciente.

Sin embargo, tengo referencias cuando se trata de la hora por las tres comidas que me proporcionan al día y el sonido de un reloj que se encuentra en alguna parte del pasillo que transitan los guardias, además de los cambios de turno de éstos en las madrugadas.

Un guardia toca la puerta para luego abrir la pequeña abertura en donde siempre colocan mis comidas, nunca me las dan directamente.

Cobardes...

—¡Buenos días para ti también mi querido Darian!— le hablé con sarcasmo.

Aunque casi nunca hablaban conmigo los guardias eran muy parlanchines entre ellos, gracias a eso he descubierto muchas cosas de éstos como por ejemplo sus nombres y solía molestarlos de vez en cuando para matar el aburrimiento. Mayormente a Darian un jóven de 25 años nada desagradable a la vista y como no, si entre tantos viejos barrigones cualquier jóven es agradable para mí en éstos momentos.

Mientras desayunaba escuché a los demás guardias cotorrear como viejas chismosas.

—Pues claro hombre, hoy es día de visitas para el ala A y B— habló eufórico uno de ellos.

—Lo había olvidado por...— fue callado de manera abrupta.

—Escucha, alguien viene.

Y seguido de esas palabras se escuchó unos pasos andar con firmeza, resonando por el pasillo, pensé que iban a seguir de largo como sucedió un par de veces pero no fue así, detuvieron frente a mi puerta.

—Buenos días Dr. Bennett— comentaron al unísono.

¿Doctor? ¿Qué hace un doctor aquí?

—Buen día caballeros, si no es mucha molestia abran la puerta.

¡Espera, acaba de decir abran la puerta! No, debo haber escuchado mal, llevo un año aquí y nadie jamás a venido a verme.

A menos que... Interesante...

—Pero doctor, no hemos recibido instrucciones de permitir el acceso a está habitación— respondió una voz conocida.

—Deja de hacerle perder tiempo al doctor y abre la puerta de una vez Darian— comentó alguien más.

Luego escuché como abrían el cerrojo, la incertidumbre y curiosidad estaba tan presente como el palpitar de mi emocionado corazón, cuando finalmente se abrió por completo la puerta quedé atónita.

Él "doctor" no era un viejo con barba y lentes como imaginé aunque si tenía lentes, me encontré un jóven, lo observé de arriba a bajo y lo que más llamó mi atención fueron esos ojos, tan mordaces y profundos como un denso y misteriosos bosque. Me perdí en su mirada más tiempo del que debí y solo salí de mi análisis para prestar atención a lo que me decía.

—Buen día señorita Rivers, Soy el doctor Declan Bennett y vengo a buscarla, si usted tiene dudas y preguntas, una ves estemos en mi consultorio les serán aclaradas— Su voz era elegante, profunda. Con eso finalizó dándose media vuelta abandonando la habitación.

Aún con mi desayuno a medio comer, unos guardias grandes y fornidos que al parecer venían con el doctor, me tomaron a la fuerza colocándome una inyección que supuse era un sedante, porque a los segundos caí inconsciente.

No sabía que estaba pasando exactamente, pero con la llegada de éste doctor estoy segura de que mis días de aburrimiento acaban de expirar.

Tres Veces ArderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora