Capítulo 9. Desbordantes emociones

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La noche estaba preciosa pero ya era hora de regresar, bajamos en completo silencio, no quería dirigirle palabra alguna, no soportaba como podía ser tan él... Con esa mirada soñadora, ojos tiernos, tan dulce.

De solo pensarlo me daban arcadas.

Frenamos en seco al ver hacía la entrada de mi habitación, porque había alguien frente a ella.

Mi tentación, mi demonio personal. Con sus ojos esmeralda más oscuros que nunca, ceño fruncido y brazos cruzados, miraba de un lado a otro  de manera impaciente.

Hasta que nuestras miradas se encontraron y lo ví suspirar. No aparto su mirada de la mía hasta que estuvimos frente a él.

—¡NO PUEDO CREER HASTA DONDE LLEGA TÚ IMPRUDENCIA!— bramó furioso contra Darian.

—Y tú— se dirigió sus enigmáticos y tóxicos ojos, que tanto me gustaban y solo podía percibir que éstos desprendían ira.

No pude evitar sonreírle porque sabía que conmigo las amenazas no funcionaban, y verlo molesto era muy divertido para mí, pero esa sonrisa desapareció en segundos cuando me agarró del brazo y con brusquedad me llevo hasta dentro de mi habitación,  me dejó ahí y estaba por marcharse cuando volví en sí.

—¿Y a ti qué demonios te pasa?— le pregunté incrédula.

Se giró y empezó a caminar hasta quedar frente a mi, respiraba de forma errática y de su cuello sobresalía una gruesa vena. Hasta ahora no me fijé que no traía sus lentes puestos.

No podía ser feo sin lentes, no señores, era mi jodida tentación encarnada y más aún con esa nueva faceta de él que acababa de descubrir todo rabioso, solo lograba encender mis más oscuros deseos.

—Tú y yo hablaremos después, Eidda— susurro cerca de mi provocando escalofríos por todo mi cuerpo. Y sin más salió de la habitación, cerrándola de un portazo.

Mi curiosidad estaba al máximo y aún podía escuchar los murmullos en el pasillo, así que me asomé por la ventanilla de cristal, lo más discreta posible.

—¿En qué estabas pensando Darian? Si los hubieran descubierto, arreglar este caos no sería nada fácil como las otras veces.

¿Otras veces? ¿Qué otras veces? ¿De qué estarán hablando?

El psiquiatra seguía reprochando le al guardía sin darle tiempo si quiera para responder. Al parecer Darian sintió mi mirada y conecto sus ojos a los míos, éstos brillaron de forma extraña, me sonrió.

Corto de manera abrupta el monólogo del psiquiatra sin apartar sus ojos de los míos y sin importarle en lo más mínimo sus regaños.

—Si es por ella no me importan las consecuencias, iría al mismísimo infierno si me lo pidiera— le dijo, haciendo que un mal presentimiento se instale en mi.

El psiquiatra tensó la mandíbula y empuñó sus manos para contenerse, parecía ser un volcán a punto de hacer erupción. Se percató que Darian no lo veía y siguió su mirada encontrándose con mis ojos curiosos observando su escena.

Negó con la cabeza y suspiró, para luego irse del pasillo, no sin antes indicarle a Darian que lo siguiera. Éste se despidió de mi con la mano y se fue tras él.

Eso no me lo esperaba, prefirió regañarlo y no delatarlo. Al parecer esos dos se conocen bastante bien.

Algo grande estaba pasando y debía averiguarlo cuanto antes...

Esa noche no pude dormir pensando en todo lo que había pasado, intentando darle sentido al rompecabezas que estaba frente a mi. Ya me encargaría de buscar todas las piezas faltantes.

Tres Veces ArderasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora