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- Eres magnífica.

Savannah se ruborizó vivamente.

Mira las tortugas- Continuó

Distraída, ella hizo justo eso. Al mismo tiempo él deslizó su mano derecha sobre su trasero con una caricia descendente, el tacto chamuscando su carne a través de la fina tela, y la ciñó y levantó de modo que la unión de sus muslos se afirmó sobre la dura protuberancia debajo de su bragueta. El aliento de Savannah quedó atrapado en sus pulmones. Ella miraba ciegamente las tortugas, pero su atención estaba en la cúspide de sus muslos. Emitió un gemido, y apenas refrenó el impulso de mecerse contra aquella protuberancia. Podía sentir cómo su interior se alteraba, los músculos tensándose y aflojándose, humedeciéndose mientras el deseo se convertía en una fuerte palpitación.

Él era un extraño. Tenía que estar loca para hallarse aquí con él en tan provocativa posición. Pero aunque su mente sabía que era un extraño, su cuerpo lo aceptaba como si lo hubiera conocido desde siempre. El conflicto resultante la volvía incapaz de actuar.

Las pequeñas tortugas eran en verdad del tamaño de dólares de plata, con cabecitas de reptil y rechonchas patas. Estaban alineadas sobre el medio sumergido tronco, el agua meciéndose suavemente justo debajo de ellas.

Ella miró fijamente el resplandor del agua durante varios segundos antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, tan exitosamente él la había distraído.

-Harry- dijo sin aliento.

-¿Mmmm? -Su voz era más profunda, su respiración ligeramente más rápida.

-Estoy mirando las tortugas.

-Lo sé, corazón. Sabía que podías hacerlo.

-No querría ir más cerca, pero estoy mirando el agua.

-Eso es bueno.- Él hizo una pausa. -Cuando aprendas a confiar en mí, gradualmente superarás tu miedo.

Que cosa extraña para decir, pensó ella. ¿Qué tenía él que ver con su miedo al agua? Eso era causado por sus sueños, no por él. Quería preguntarle qué quería decir, pero era difícil pensar correctamente cuando él la estaba sosteniendo tan íntimamente, y cuando su erección estaba empujando contra ella más insistentemente a cada momento que pasaba.

Luego algo inadvertido alarmó a las pequeñas tortugas, o quizás una de ellas simplemente decidió que había tenido suficiente sol y las otras la siguieron, pero de repente se deslizaron del tronco y cayeron dentro del agua, una por una, toda la acción teniendo lugar tan rápido que había terminado en un segundo.

Las ondas se propagaron desde el tronco, resucitando un eco de nausea en el estómago de Savannah. Ella tragó y miró hacia otro lado, y el sensual hechizo se rompió.
Él lo supo, también. Antes de que ella pudiera hablar, él de hecho la levantó en sus brazos y la cargó de regreso al patio.

Recordando lo que él había dicho sobre su camisón, ella se ruborizó ardientemente otra vez tan pronto como él la colocó sobre sus pies. Él miró sus calientes mejillas, y la diversión brilló en sus ojos.
-No te rías- murmuró ella de mal humor mientras se alejaba de él. A pesar de que probablemente era demasiado tarde, trató de recuperar su dignidad. -Gracias por mostrarme las tortugas, y por ser tan paciente conmigo.

-De nada- dijo él en un tono grave que aún se las arreglaba para comunicar su risa oculta.

Ella frunció el ceño. No sabía si alejarse retrocediendo o darse vuelta y dejarlo percibir una buena vista de su trasero, también. No tenía suficientes manos para cubrir todos sus puntos de interés, y era demasiado tarde, de todas formas. Se decidió por deslizarse de lado.

-Savannah.

Ella se detuvo, sus cejas alzadas en interrogación.

-¿Vendrás de picnic conmigo esta tarde?

¿Un picnic? Ella se lo quedó mirando, preguntándose otra vez sobre la inquietante mezcla de extrañeza y familiaridad que sentía acerca de él. Como las tortugas bebés, un picnic sonaba casi insoportablemente tentador; todo esto se estaba sintiendo como si hubiera abierto un libro tan apremiante que no podía parar de volver página tras página. Aún así, se sintió a sí misma echarse para atrás.

-Yo no...

-Hay un árbol en un campo sin cultivar alrededor de una milla de aquí- interrumpió él, y toda diversión había dejado sus ojos del color del océano. -Es enorme, con ramas más gruesas que mi cintura. Parece como si hubiera estado allí desde siempre. Me gustaría tenderme sobre una manta extendida a su sombra, poner mi cabeza en tu regazo, y hablarte sobre mis sueños.

The Lake / h.s✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora