catorce.

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Él colocó un pie en el muelle.

-No puedo traer de vuelta a ese niño- dijo roncamente. -Pero te daré otro.
Tendremos tantos niños como quieras. No me dejes esta vez, Savannah. Para el amor de Dios, bajémonos de este muelle.

-¿Por qué? -Las lágrimas todavía nublaban su vista, corriendo por sus mejillas, un pozo sin fondo de pena. -¿Por qué aplazarlo? ¿Por qué no terminarlo ahora?
Se movió hacia atrás aún más, sintiendo las tablas chirriar y ceder bajo sus pies desnudos.

El agua era muy profunda al final del muelle; había sido perfecto para tres niños bulliciosos zambullirse y retozar adentro, sin temor de golpear sus cabezas en el fondo. Si ella estaba destinada a morir aquí, entonces así sea. Agua. Siempre era agua. Ella siempre la había amado, y siempre la había reclamado al final.

Savannah lentamente dio un paso adelante, nunca quitando sus ojos de ella, su mano extendida.
-Por favor. Simplemente toma mi mano, querida. No retrocedas más. No es seguro.

-¡Aléjate de mí!- gritó ella.
-No puedo.- Sus labios apenas se movieron. -Nunca pude.
Él dio otro paso.

- Corazón...

Apresuradamente, ella retrocedió. El muelle cedió bajo su peso, luego empezó a agrietarse. Sintió un lado desplomarse debajo de ella, lanzándola de costado al agua. Solo tuvo una borrosa, confusa imagen de Harry saltando hacia adelante, su rostro deformándose con indefensa furia, antes que el agua se cerrara sobre su cabeza.

Estaba frío, lóbrego. Ella descendió, jalada por alguna mano inadvertida. La oscuridad de los pilotes del muelle iban a la deriva en frente de ella mientras descendía más y más profundamente. Después de todo el terror y el dolor, era casi un alivio terminar, y por un largo momento simplemente se rindió a lo inevitable. Luego el instinto tomó el mando, tan irresistible como era inútil, y empezó a luchar, tratando de abrirse camino hacia la superficie. Pero su camisón estaba enredado alrededor de sus piernas, jalándola más apretadamente cuanto más forcejeaba, y comprendió que lo había enganchado en las tablas rotas. Las tablas estaban jalándola hacia abajo, y con sus piernas atrapadas no podía generar suficiente energía para contrarrestar su arrastre.
Si pudiera haber reído, lo habría hecho. Esta vez, Harry no tendría que hacer nada. Se las había arreglado para hacer el trabajo ella misma. Aun así, no dejó de luchar, intentando nadar contra el arrastre de las tablas.

La superficie se agitó con su zambullida, cuando él atravesó el agua justo a su izquierda. La visibilidad era pobre, pero ella podía ver el brillo de su piel, la oscuridad de su cabello. El la divisó inmediatamente, el blanco de su camisón delatando su posición, y cambió su cuerpo en su dirección.
La furia la atravesó como una lanza. Él sencillamente tenía que verlo; no podía dejar que el lago hiciera su trabajo sin su contribución. Probablemente quería asegurarse de que ella no pudiera liberarse.
Levantó sus manos para defenderse de él, redoblando sus esfuerzos para alcanzar la superficie. Estaba consumiendo todo el oxígeno en sus forcejeos, y sus pulmones estaban ardiendo, elevándose con la necesidad de inspirar. Harry atrapó sus manos que se agitaban violentamente y empezó a empujarla hacia abajo, abajo, más lejos de la luz, de la vida.
Savannah vio sus ojos, calmos y remotos, cada átomo de su ser concentrado en lo que estaba haciendo. Le quedaba poco tiempo, tan poco tiempo. El dolor se arremolinó en su interior, y la furia ante el que era su destino, a pesar de sus esfuerzos. Desesperadamente trató de liberarse de él, usando lo último de su resistencia para un esfuerzo final.

A pesar de todo, siempre lo había amado muchísimo, más allá de la razón, incluso más allá de la muerte.
Ese era un dolor incluso más profundo: el conocimiento de que lo estaba dejando para siempre. Sus miradas se encontraron a través del velo de lóbrega agua, su rostro tan cerca del suyo que podría haberlo besado, y a través de la creciente oscuridad vio su angustia reflejada en los ojos de él. Confía en mí, le había dicho él repetidamente.

Confía en mí... incluso haciendo frente a una abrumadora evidencia de lo contrario. Confía en mí.
Confiar en él.

La comprensión se extendió por Savannah como una quemadura de sol. Confianza. Nunca había sido capaz de confiar en él, o en su amor por ella. Habían sido como dos cautelosos animales, anhelando estar juntos, pero sin atreverse a dejarse ser vulnerables al otro. No habían confiado. Y habían pagado el precio.
Confiar en él.

Savannah dejó de forcejear, quedándose laxa, dejándolo hacer lo que quisiera. Ya no tenía mas fuerzas de todas formas. Sus miradas aún se sostenían, y con sus ojos ella se entregó a el, su amor brillando en ellos. Incluso si era demasiado tarde, quería que él supiera que al final, sin importar que, lo amaba.

Ella vio sus pupilas llamear, sintió sus renovados esfuerzos para empujarla hacia abajo, todo el camino hasta el fondo. Entonces, sin el peso de las tablas arrastrándola, él fue capaz de aflojar lo suficiente la tela de su camisón para liberarlo de las enredadas maderas.

La última burbuja de aire escapo de sus labios cuando él envolvió sus brazos alrededor de su cintura y usó sus poderosas piernas para impulsarlos hacia arriba, hacia la superficie y el maravilloso oxígeno, hacia la vida.

The Lake / h.s✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora