Capítulo 6 | Heridas

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La mujer se encontraba de pie mirándolo, con los brazos cruzados sobre esa bonita camisa de vestir color azul marino resaltando los grandes pechos que por herencia Quackity había tenido, eso hasta que decidió deshacerse de ellos. Un pantalón negro de gamuza se pegaba a los grandes muslos que lamentablemente el menor no pudo eliminar en él, era la viva imágen del monstruo que tenía enfrente.

Era tan malditamente perfecta que odiaba parecerse a ella.

–¿Tienes novio?– los oscuros ojos azules le analizaron mientras él sin cuidado lanzaba sus cosas al pequeño sofá, se quitó un par de botones de la camisa pues sentía que se asfixiaba.

–No, es mi amigo.– mintió, en realidad si ella no hubiese estado esperando probablemente ya estuvieran revolcándose en la cama con Quackity confesando que es trans.– ¿Qué quieres? ¿no te dije que ya no me buscaras?

La mujer tensó la mandíbula, ah sí, por eso tenía arrugas.

–Vine a ver cómo está mi hija.

El menor apretó los puños.– Hijo.

¿Cuándo dejarás de jugar al machito? ¿no te cansas de dejar en ridículo a tu madre?

Machito.

–Tú sola te dejas en ridículo, madre.– abrió el cajón donde tenía sus cosas importantes. Las pastillas para sus crisis, cigarrillos de flores y esa pequeña caja que contenía su dosis semanal de Testosterona.– Ahora largo, tengo que inyectarme y llamar a mi amigo.

–Yo vi que casi te besa.

–¿Y eso a ti que chingados te importa? te dije que me dejaras hacer mi pinche vida en paz, solo eso pedí.– comenzaba a irritarse, odiaba los comentarios pasivo-agresivos que comenzaba a darle.

–Bueno, al menos me alegra ver que dejaste de se lesbiana.

Cómo si ser lesbiana fuese un problema.

–¿Estás escuchando las putas mamadas que sueltas, mujer?– una sonrisa molesta se pintó en su rostro.– ¡Soy un hombre! ya acéptalo.

La mujer dejó caer ambos brazos a sus costados para acercarse a él.– Eres una mujer y siempre lo serás, así naciste, lo estás desperdiciando con tus estúpidos juegos de ser un niño.– el gesto se endureció.– Nunca lograrás ser todo lo que deseas, Alexandra.– escuchar su antíguo nombre le provocó malestar en el estómago.– No tendrás ese pecho limpio de cicatrices.– le señaló con una de sus largas uñas bien arregladas.– Y tampoco tendrás ese pene que tanto deseas, a menos que sea porque buscaste a un hombre que llene todo lo que no puedes ser.

Las lágrimas ya habían comenzado a bajar por las mejillas de Quackity, con un terrible dolor punzante en su pecho y unas horribles ganas de gritar.

Sería más fácil si solo muriera.

–Tienes razón.– murmuró con una sonrisa de dolor en el rostro, sentía como cada vez más se estrujaba su corazón.– Jamás seré un hombre completamente, y sí, busco hombres para llenar lo que no soy.– las lágrimas caían sin parar.– ¿Y qué? al menos no tuve que chuparle la polla a un hombre rico solo para ganarme sus millones.

Dicha aquella frase lo único que sintió fue la mano de su madre en una fuerte bofetada. Sintió un escozor en la mejilla, entre el dolor del golpe y las pequeñas heridas que le había hecho con las filosas uñas.

–Eres una puta ramera.– los ojos furiosos de la mujer parecían dos abismos azules de odio, le tenía asco.– Espero algún día te des cuenta de lo que estás haciendo.

Sin más se dio la vuelta y salió hecha una furia.

Quackity se quedó en silencio unos instantes, analizando lo que sea que acabara de pasar para después sacar del cajón un cigarro y su encendedor. Ni siquiera se esperó a estar afuera para encenderlo, el fuego quemó torpemente las flores que lo envolvieron en el humo dulzón, sus pies vagaron con pesadez al balcón y sus ojos dejaron fluir lágrimas silenciosas como evidencia de su dolor.

Amar(T) en el Alfabeto | Luckity - Chaosduo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora