XIII

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Londres1706Jaclyn

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Londres
1706
Jaclyn

Tres semanas.

Veintiún días disfrutando de mi luna de miel. Satisfecha sería palabra ideal para decir cómo me siento al pensar en lo que viví. Jamás pensé que entre un hombre y una mujer pudiese haber tanta unión en todos los sentidos, es como si con cada roce, cada beso, cada caricia se solidificara más ese vínculo entre ambos.

Fue realmente fascinante pasar esos días solo para los dos. Lejos del mundo. Solamente dentro de cuatro paredes y totalmente desnudos. A penas recorrí la propiedad que me enteré a los días de llegar, que está a mi nombre y es tan inmensa y preciosa que otros se hubiesen arrepentido de no haberla caminado entera.

Pero no.

Yo no me arrepiento porque empleé todo mi tiempo en ser amada de la mejor manera. Aún llegan imágenes a mi mente y creo que esas aparecerán a partir de ahora a cada momento.

Él penetrándome sobre la mesa, la cama, la encimera, dentro de la bañera, contra la pared...

Su lengua por mi piel, mi cuello, mis tetas, mi vientre, mis muslos, mi vagina...

—¿Qué hablamos sobre pensar perversiones nena? —musitan en mi oído.

Mis mejillas arden y río dirigiendo mi vista a su rostro. Su mirada está oscura y eso no es algo bueno, no aquí. Estamos en el carruaje de regreso a la mansión de mis padres.

Su mano va a mi vestido y se inclina para meterla bajo los vuelos del mismo y me remuevo incómoda.

—Hadid, estamos en el carruaje —reprocho y su mano empieza a tocar piel.

«Joder»

Sus yemas van subiendo por mis canillas, rodillas y la tortura se hace lenta cuando llega a la parte inferior de mis muslos. Su mirada está nublada, sus ojos van llenándose de deseo cada que va subiendo.

—Hadid —intento regañarle pero suena más a gemido.

Tocan sus dedos el inicio de mi ropa interior y sin más se siguen adentrado también bajo esta.

—Sabes cuáles son las consecuencias de pensar ese tipo de cosas nena, te lo advertí —susurra acercando la cara a mi escote.

—Se darán cuenta Hadid, estamos andando...

Su lengua lame la parte superior de mis pechos, mientras su mano llega justo a tocarme en mi centro.

—Diablos... —gimo percibiendo sus dedos trazar círculos.

—Estás tan mojada —dice y apenas se escucha porque tiene la cara metida en mi pecho.

No deja de mover sus dedos. Me llevo la mano a la boca temiendo ser escuchada, pero él al instante la quita.

Su Elegida por ser La Primera IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora