A pesar de su educación y valores morales de ese tiempo, Jaclyn hija de los duques de Axxwell, comete uno de los pecados más grandes de su época.
Pero a veces lo malo viene acompañado de cosas buenas y lo impío dio un fruto hermoso, su hija Kathlee...
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Gales 1706 Jaclyn
La impasible mirada del duque de Esocia está en el cuadro casi gigante frente a ambos. No lo miro, no puedo observarlo cuando tengo tantas ganas de llorar, no puedo permitirme derramar otra lágrima más. Él solo se casó conmigo por su amigo, siempre fue claro en eso, siempre puso las cartas sobre la mesa, la tonta fui yo en inmiscuir mis sentimientos en esto.
Se raspa la garganta al ver que no digo una esfímera palabra.
—Lo siento.
Volteo a verle con sorpresa, jamás pensé que fuese a decir algo semejante.
—¿Por qué? —titubeo un poco, pero vuelvo a desviar la mirada de la suya.
Sus ojos producen sensaciones vibrantes por todo mi ser.
—No debí irme de esa forma ayer en la noche —contesta.
Me quedo en silencio nuevamente observando la chica pintada.
—¿Es hermosa verdad? —pregunto y siento que me arrepiento al instante de hacerlo.
«¿Ahora le das tu misma el puñal para que lo clave directo al corazón?»
Tras uno o dos minutos en los que pensé que no iba a contestar, me asombra que al fin lo haga.
—Sí lo era —masculla casi a penas audible.
Sonrío por su respuesta y mis ojos se cristalizan empañándome la visión.
No llorar Jaclyn.
No llorar.
—¿Quieres que conversemos sobre ella? —inquiero soltándolo todo a carretillas.
Aprieta su mandíbula.
—No quiero hablar sobre ella —repone lacerante.
Se gira de forma brusca hacia mí, directamente a mi rostro e intenta tomarme el mentón para hacer que le mire, pero intervengo antes:
—No me toques.
Su mano se suspende en el aire y baja nuevamente a su sitio.
—¿Ahora volveremos a los años de cortejo? —inquiere de forma mordaz.
Le miro chocándo con sus tormentosos ojos verdes.
—Sí, nosotros solo tenemos un matrimonio por conveniencia. No quiero que me vuelva a tocar a menos que vaya a visitar mi lecho en las noches —afirmo aparentado firmeza.
Por dentro me siento más frágil que una mísera pluma.
