Chapter five.

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Durante los siguientes minutos permanecieron escudriñándose la una a la otra.

Catherine había colocado las gafas en sus ojos y tomado el equipaje con fuerza. 

―Abogada, ¿qué hace aquí? ―volvió a preguntar.

―De visita, señorita... ―No quiso recordar su nombre.

―Evangeline Brown ―completó la arquitecta inhalando aire. Dos segundos después lo expulsó.

 ― ¿Conoce a James? ―cuestionó Cate yendo al grano del asunto.

―Es mi hermano. Pero, n-

―Le mandó esto. ―Cate dejó la maleta a un lado de la puerta y se contoneó hasta su auto―. Hasta luego.

 ― ¡Abogada! ―gritó. Sin embargo, Catherine arrancó sin aclarar nada más―. ¡Ah, como la odio!

Sacó sus llaves y abrió. Primero arrastró el equipaje, luego fue por las compras y las dejó en la encimera de la cocina.

 Le marcó a su hermano y los cinco intentos fueron un fracaso. No cogía la llamada.

Abrió la valija y halló únicamente ropa de James, trajes mal acomodados, un par de zapatos nuevos y ropa interior en una bolsa de plástico.

Llevó aquello a la recámara de huéspedes, para después entrar a la suya y despojarse de su acalorada vestimenta.

Estaba sudando en abundancia. Por ende, tomó una toalla y corrió a meterse bajo la ducha. Era su calmante más efectivo.

Su corazón estaba agitado, no era de presentir las cosas. De hecho, en esa ocasión no podía imaginar que algo malo pasaría. No obstante, Eva no dejó de sentir incertidumbre durante los siguientes días.

 Evangeline llegaba al rascacielos dentro de su auto verde oscuro y con los planos arreglados en la parte trasera. Albert le había dejado un puesto libre en el parking, ya que se enteró que la arquitecta tenía nuevamente el coche. Con más tranquilidad entró con su identificación al estacionamiento y luego subió por el ascensor, evitando el mal rato con la recepcionista en planta baja.

Al llegar al piso diez visualizó una decoración de globos plateados y azules, serpentina y un afiche de aniversario. Con rapidez dedujo que se trataba de una celebración y seguramente la invitarían. No quería asistir, sentía mucho cansancio en sus huesos.

 ―Buenos días ―las secretarias ya la conocían, y a coro la saludaron.

―Buenas, ¿qué tal? ―respondió con una sonrisa dibujada en su rostro.

Eva caminó por el pasillo en dirección al despacho de Thomas. Abrió la puerta encontrando vacío el lugar, agradeció en silencio por ello. En su celular colocó la música clásica, y comenzó a realizar su trabajo. Mañana a primera hora los albañiles llegarían y se encargarían de pintar y ubicar los muebles nuevos siguiendo el régimen de ella.

 En esa ocasión no usaba un traje. Prefirió una camisa con cuello manga corta en color negro, un pantalón de vestir ancho y unos zapatos cerrados. Su cabello iba atado en una media coleta y no llevaba nada de maquillaje.

Trabajó así por dos horas, le extrañaba que el abogado no haya aparecido para decir cualquier cosa. Sin embargo, lo disfrutó en demasía.

―Guao ―murmuró al determinar la hora en su reloj de mano―. Las doce.

 Su estómago pedía comida, su mente hubiese querido descansar cinco minutos más antes de salir a trabajar y ella quería unas vacaciones en Las Bahamas.

Dejó una nota pegada al escritorio anunciando que su labor estaba adelantada, que no movieran nada de sitio.

 Se marchó a la oficina de Albert, confiada de que Thomas Collins leería su post – it.

Sin embargo, Cate caminaba rumbo a esa oficina con el fin de dejar unos documentos de interés para Collins. Observó la nota y rio.

 Por su maquiavélica mente pasó arrancar el adhesivo y salir de allí, sin embargo, antes de que pudiera ser ejecutado su malvado plan fue absurdamente interrumpida.

―Cate, ven ―llamó Albert, asomado desde elumbral de la puerta de su oficina―. Es urgente.

―Dime ―expulsó con desgana cerrando el despacho de Thomas.

 ―Hablemos de tu juicio, ¿qué te dijo el juez?

―Es Joyce. Estoy confiada, sabes lo que significa que ella esté en el caso. ―Ambos permanecían entre el pasillo y la oficina del CEO. Catherine repiqueteaba su tacón contra el suelo, ocasionando un ruido molestoso. Albert revoleó los ojos―. Todo saldrá bien. Confía en mí.

―Ya lo hago, White. Sin embargo, esto es muy diferente ahora. Estás defendiendo a un criminal. Me preocupa.

―No tienes por qué. Estaré bien, ganaremos. ―Realizó un ademán, restándole importancia al asunto―. Saldré a almorzar con un cliente.

― ¿Cuándo es el juicio?

―Dentro de poco, ya te estaré avisando.

Albert asintió y Catherine continuó hacia su despacho.

Por otra parte, el abogado Collins subía de regreso a su oficina ya que durante la mañana estuvo ausente debido a un adelanto de trabajo con varios clientes que tenía en espera.

Observó maravillado el cambio del lugar con unos pocos arreglos, silbó en aprobación y al acercarse a su escritorio admiró la nota pegada a él. Dejó sus carpetas sobre el antiguo mueble, desesperado por ir tras la arquitecta y agradecer su gran trabajo. A exageradas zancadas recorrió el pasillo hasta la oficina de Albert, donde supuso que la encontraría.

― ¡Evangeline, muy buen trabajo! ―exclamó haciendo reverencias en su honor. La castaña se hallaba en plena conversación con el CEO, coordinando lo que restaba en la oficina de Thomas. El hombre tras su escritorio y la arquitecta frente a él, quien se sobresaltó del susto que el abogado le propinó. Cubrió su pecho con una mano entretanto acompasaba su respiración.

Albert bajó la mirada apenado de la repentina aparición de Thomas.

―Tocas antes de entrar, valores de hogar ―espetó Albert con sequedad severa en su tono de voz.

―Gracias, abogado ―respondió Eva―. Sin embargo, no he acabado del todo. Junto con su jefe comentaba lo que seguía...

―Por mí lo dejas así, fíjate que-

―Thomas sé que es tu despacho, pero no puedes tomar decisiones con esa libertad ―interrumpió Albert―. Estamos siguiendo un mismo diseño para hombres y otro para las mujeres, lo sabes bien.

―Sí, entiendo ―dijo con suma vergüenza.

―Señor Collins paciencia. ―Evangeline estiró sus labios en una sonrisa de boca cerrada y tomó su bolsa que descansaba en el asiento y la acomodó en su antebrazo―. Nos vemos mañana a primera hora, señor Hampton.

Thomas se excusó y dejó la oficina cerrando la puerta tras de sí.

―Disculpa la mala educación y la interrupción. ―Un Albert apenado se lamentó en el lugar del abogado.

―No se apure. ―Con un ademán la arquitecta le restó importancia al inconveniente.

―Antes de que te vayas... Hoy por la noche celebraremos el aniversario de este despacho, estás cordialmente invitada, Eva. ―El pelinegro abrió la primera gaveta de su escritorio, secó un sobre en color plata y se lo extendió a la mujer―. Con esto accedes en la entrada.

―Oh... Muchas gracias ―musitó, sintiendo el color subir a sus mejillas, con disimulo palpó su rostro, solo para confirmarlo―. Estaré ocupada hasta muy tarde, pero si encuentro oportunidad vendré.

―No te sientas presionada, aunque agradecería tu presencia ―contestó Albert masajeando sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón.

―Hasta luego ―se despidió girando la perilla de la puerta y desapareciendo por el largo corredor.

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Gracias a todxs por leer <3

xoxo, A. 

¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora