Capítulo seis.

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Un amplio salón de festejos se vistió de gala con motivo a la celebración de los 20 años del bufete de abogados más prestigioso de New York, con globos metalizados en azul y plateado. Un gran cartel anunciando sus años de trayectoria. El servicio de Catering de un lado hacia otro organizando las mesas con bebidas, canapés y dulces exigidos por el comité presidencial del edificio.

La recepción comenzaba exactamente a las ocho en punto de la noche, algunos trabajadores decidieron quedarse luego de su jornada, por otra parte, los demás se marcharon a casa para acicalarse y regresar con una mejor pinta... y ¿por qué no? Con algún acompañante que marque la diferencia entre las personas que siempre concurrían el sitio de trabajo.

El ambiente desprendía un vaho invisible de pesadez y fatiga para aquellos que decidieron quedarse, los que fueron a casa y regresaron, emanaban frescura e hiperactividad.

―Buenas noches, Catherine ―saludó Albert a su mejor abogada, quien apareció a mitad del pasillo principal con una sonrisa torcida y una pequeña bolsa de mano. Vestía un traje de esmoquin con corbata en color negro, un pantalón a juego con el blazer y una camisa de botones manga larga color hueso, zapatos altos y el cabello en libertad sobre los hombros―. ¿y tu acompañante? ―preguntó con picardía el hombre.

Cate soltó una carcajada y negó con la cabeza.

―Vine con Lascurain ―respondió sin detallar demasiado.

La realidad era que Angelina apenas se dirigía hacia el bufete, Cate había llegado sola.

Los dueños, socios, gerentes, secretarias y recepcionistas del piso e incluso el personal obrero hicieron acto de presencia en aquel aniversario.

―Ni siquiera vi su coche en el estacionamiento, Catherine ―espetó Albert y la mencionada se encogió de hombros restándole importancia―. A pesar de que me prometí a mí mismo que no hablaría de trabajo durante la velada, me es casi imposible contenerme de preguntarte esto.

―Iré hacia el otro extremo del salón, lejos de ti ―masticó la rubia―, así no rompes promesas...Es muy malo romper promesas ―agregó las palabras con un ligero toque de sarcasmo. Viró los ojos y se encaminó en la dirección antes mencionada en su conversación con el CEO.

― ¿Debería agradecerle? ―Cuestionó para sí mismo, al momento en que adaptaba su mano bajo su mentón y cruzaba los pies, apoyando la espalda de la pared detrás de él.

Conforme transcurría la noche, los invitados llenaron el salón apoderándose de los canapés y la champaña servida por los del Catering. Angelina y los demás abogados arribaron la estancia pasadas las ocho y media de la noche, todo corría de viento en popa, mientras pasaban los minutos el barullo que invadía las paredes se intensificaba, pues a medida que bebían la dulce copa del éxtasis, su consciencia disminuía, entonces poco les afectaba no darse cuenta que gritaban en vez de hablar, aun así, sin tener la necesidad.

―Pensé que habían invitado a la señorita...―comentó Collins a media copa.

― ¿Cuál señorita? ―inquirió Rebeca, expulsando el aire contenido en sus pulmones.

―La arquitecta... ¡ah! Olvidé su nombre.

―Te refieres a la señorita Evangelio ―se burló Rebeca y soltó una risotada bastante aturdidora. Aplaudía y con la punta del pie chocaba la cerámica del suelo casi sin poder contenerse.

Thomas no comprendía el motivo por el que ella actuaba de esa manera al reír, ni siquiera había comprendido el chiste.

―Estás hablando en tu idioma y no sé qué dijiste, o por qué te dio risa ―le dijo a su compañera con el ceño fruncido.

¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora