Chapther eight.

308 26 5
                                    

Tras un escritorio y con los ojos engarzados entre las líneas de los artículos en internet, se hallaban Richard y Evangeline intentando conseguir algo que le calumniara la imagen a Eva.

Yacían desde hace cuarenta minutos buscando en cualquier blog de arquitectura, páginas de chismes y revistas amarillistas, Richard sostenía una taza de té a medio beber, mientras que las rosquillas y el café oscuro de Eva se enfriaban con el paso del tiempo.

―Insisto que esa mujer te lo dijo para fastidiarte ―dijo el hombre situando la pieza de porcelana en el escritorio―. Estás matándote la cabeza y descuidando responsabilidades.

―No estoy descuidando mis responsabilidades ―espetó la castaña apartando la vista del monitor―. Necesito averiguar donde ella consiguió esa información.

―Déjame hacerte una pregunta, Brown ―expresó con seriedad en la voz. Evangeline tensó la espalda y con el ceño fruncido lo observó atentamente―. ¿Alguna vez en tu vida has fingido algo que no eres?

Eva lo pensó varios segundos, replanteándose su vida desde que tiene uso de razón. Luego, cuando se convirtió en adolescente y sus días se basaban en explorar el camino con su mejor amiga Deborah. Creció y fue a la universidad, de resto su existencia se ha basado en hacer lo que más ama: trabajar como arquitecta y vivir de ello.

―No ―musitó.

―Relaja el ceño y respóndeme esto otro ―contestó él. Eva obedeció y asomó una sonrisa ladeada―. Si estás tan segura de lo que eres y lo que has hecho, ¿por qué te dejas influenciar por esta abogada?

Él tenía razón. Había estado martirizándose con algo que tenía casi un cien por ciento de ser falso. Qué tonta fue, pasó por su mente aquella frase que llegó con un alivio.

―No sé por qué no lo pensé antes, Fletcher. ―Suspiró y de un cliqueo cerró la pestaña de internet.

―Esa mujer te odia, y tú a ella, no entiendo cómo es que te dejas llevar...

Odiar no, o al menos no era eso lo que sentía. Luego de esa última noche en la fiesta de aniversario descartó cualquier tipo de sentimiento hacia ella.

―Sí, no vale la pena.

Richard asintió y sin más preámbulo se levantó.

―Te aconsejo que no faltes más al bufete, que termines lo más pronto posible y acabes cualquier relación con esas personas ―vociferaba entre tanto caminaba en dirección a la puerta. La abrió y se detuvo en el umbral de la misma. Se giró y agregó―: ¿Nos vemos en el almuerzo?

―Claro que sí, ¿a dónde esta vez?

― ¿Veselka?

―Hecho.

Una vez a solas, de la última gaveta de mueble sacó unos planos confidenciales. Sin echarles ni siquiera un vistazo de seguridad, se incorporó y se escabulló hacia su preciado mini cooper y los guardó en él.

 Respiró profundo y regresó a su oficina. Necesitaba concentrarse en su trabajo del bufete.

(***)

Semanas antes.

En un bar a las afueras de Nueva York asistían las personas a cumplir sus más oscuras fantasías, los ejecutivos más gordos en los negocios de cualquier tipo se reunían aparte para cerrar tratos no tan favorables para el público en general.

Un hombre miraba su reloj con impaciencia y las mejillas sonrosadas, la música atestaba sus oídos, sin embargo; era producto de los nervios que lo carcomían, el sonido provenía de una sala ubicada a varios metros de él.

¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora