Capítulo siete.

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Un ruido agudo invadió los tímpanos de Cate, sentía escalofríos hasta en la parte más recóndita de su cuerpo. ¡No se lo podía creer!

No tenía idea de cómo reaccionar, cómo responderle y vaya que se libró de ello porque la castaña salió pitando de su lado.

 Estaba segura que lo merecía, tarde o temprano alguien debía a ponerla en su lugar. Sin embargo, jamás iba a admitir algo así frente a los demás. Con disimulo observó su panorama y no la encontró, agradeció al universo por eso y se acercó a un grupo donde su única amiga conversaba con amenidad, le haló el brazo y la llevó a las afueras del sanitario.

― ¿Te sientes bien? ―Cuestionó Angie con preocupación.

―Sí...

― ¿Segura? Estás pálida, Cate.

―Nací así. ―Rodó los ojos y bufó.

―Tus labios con normalidad están rosados, en este momento están desapareciendo de lo transparente que pintan.

―Vamos dentro y así me retoco.

La empujó con suavidad al tocador y directamente abrió la bandeja de primeros auxilios. Mucho más allá de resguardar medicamentos, gasas, alcohol, agua oxigenada y banditas adhesivas, Cate desde el primer instante en que pisó este salón llenó de maquillaje el espacio vacío dentro de la bandeja, rímel, creyón de ojos, cejas y labios, rubor, polvo e infinidades de labiales para quien pudiera necesitarlos algún día. Sacó un tono rojo y se lo extendió a Angelina, mientras que ella tomó un tono más cálido.

― ¿Ya estás mejor? ―preguntó Angelina.

―Nunca estuve de otra manera ―musitó la rubia―. ¿Vamos? ―Le indicó la salida.

Angelina la miró con desaprobación y una vez usados los pintalabios los devolvió a su sitio.

―Por una copa, y me cuentas lo que sucedió.

Ambas mujeres desaparecieron del sanitario y Evangeline dio fin a su escondite. Salió del cubículo y se miró al espejo con el pecho hinchado del orgullo, algo tuvo que ocasionar aquellas palabras en la abogada, si no, su fiel compañera no estuviera preguntándole con tanta insistencia. Se había culminado su champaña, se lavó las manos y salió.

Albert la interceptó y ella con amabilidad comenzó una charla con él.

Por otro lado, dos abogadas descansaban su cuerpo a medio reposo sobre el capó del auto de una de ellas, Cate terminaba de desahogar sus sentimientos reales con la única persona en la que confiaba para hacerlo.

― ¿Qué tan mal te hizo sentir el comentario?

―Bueno, no afectó mi autoestima, pero me dejó pensativa.

―Te aconsejo que la dejes hacer su trabajo, Cate. Ella es una profesional, y tú le fastidiaste el proceso.

― ¿Entonces qué? ¿Tengo que ir y disculparme? ―preguntó incrédula.

―Es lo correcto, pero sé que no lo harás. Así que, cuando acabe con la oficina de Thomas puedes sugerirle que comience con la tuya.

―No estoy segura de hacerlo...

―Piénsalo, no tienes que correr a contárselo ya mismo. Tengo frío, ¿entramos?

Cate asintió y agregó:

―Una última cosa, ¿crees que los trajes me calzan?

Angelina entrecerró los ojos y suspiró.

― ¿No que tu autoestima estaba intacta?

― ¡Responde la pregunta!

―Sí, te ves estupenda todos los días.

Y sin decir algo más se encaminaron dentro delsalón.

La música subía de volumen y las personas bailaban con varias copas demás, todos rodaban despreocupados, olvidándose del profesionalismo que el puesto de trabajo les exigía.

Angelina bailaba con Kirk, Rebeca con su acompañante, Cate se limitaba a observar, mientras que Thomas Collins reía y bailaba con Evangeline. Disfrutaba la vista, todos felices o fingiendo felicidad... no era complicado adivinar. El momento se convirtió en media hora, aprovechó de vaciar la vejiga y aflojar su corbata, abrió los tres primeros botones de su camisa y con una minúscula peineta recogió su cabello.

Se acercó al barman y pidió un Martini con aceituna, bebió poco más de la mitad y cerró los ojos para disfrutar la sensación que le causaba sentir el líquido bajar por su garganta.

― ¿Me permite un poco de agua, por favor? ―Evangeline se había acercado a la barra sudorosa, había huido del abogado y no pretendía volver a cruzarlo en toda la noche. De hecho, descansaría un par de minutos y se marcharía a casa.

El barman le extendió la botella de agua y con un asentimiento de cabeza le agradeció.

―Parece que Collins te entretiene ―insinuó la rubia, luego de beber lo que restaba de trago.

Claramente estaba subida de copas, permanecía consciente de sus actos, pero profería cosas que en sus cinco sentidos sería incapaz de expresar.

Evangeline determinó el estado de la abogada y su primer instinto fue preocuparse. Dos segundos más tarde decidió seguirle la corriente.

Cate introdujo la aceituna del Martini en su boca y una gota de licor impactó en su discreto escote, dejando a Eva perdida, persiguiéndola con la mirada.

― ¿Otra vez mirando demás? ―agregó Cate. Danzó su lengua en su labio inferior, con los ojos clavados en la mujer frente a ella.

―A mí un hombre no me entretiene ―aclaró sin dejar de observar la piel descubierta de la abogada―. Lo siento.

Catherine tensó la mandíbula, sin esperarse la magnitud de su respuesta. La saliva se le espesó y la garganta no cedía debido al nudo formándose en ella. Sin embargo, en ningún momento apartó la mirada de la castaña, ni cambió su semblante.

―Ah, ¿no? ―Dio un paso hacia Eva y ladeó la cabeza apenas―. ¿Y qué es lo que la entretiene, arquitecta?

―Usted y su burlona ebriedad ―espetó Eva, sin reparar en nada más que su respuesta altiva y cortante.

Cate retrocedió lo que había avanzado y carraspeó.

Tuvo suficiente con el percance de hace unas horas.

―Estoy borracha, sí ―afirmó―. Pero no me aprovecho de eso, para mirar más de lo que debería a alguien.

―No, usted escudriña tengan o no copas de más.

Eva le cerró el paso a Catherine.

― ¿Cómo estás tan segura? ¿Dedica su tiempo a vigilar lo que hago?

―Invierto mi tiempo en algo productivo, por dios.

Los nervios afloraban y con ello nuevas emociones las invadían.

―Sí, en dibujar líneas y dar órdenes detrás de un escritorio.

―Al menos no tengo que mentir para ganar un juicio.

―Y yo no tengo que fingir que me gustan los hombres para salvar mi carrera.

Y después de infinitas vociferaciones ambas cerraron la boca.

―Yo no finjo nada...

―Llévale la contraria al internet... Buenas noches, arquitecta.

Y esta vez, fue Cate quien la dejó plantada e inexpresiva.


¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora