Capítulo nueve.

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Eva terminaba finalmente la oficina de Thomas, lo cual agradecía ya que el hombre era el sujeto más incómodo y molesto que conoció nunca. Como siempre, sonreía satisfecha al observar su gratificante resultado.

Confiaba en marcharse rápido del lugar, rogaba al cielo no toparse con él y mucho menos con Cate, a pesar de que había transcurrido una semana y media desde su vergonzoso encuentro en el sanitario del Veselka aún no le restaba importancia al suceso.

Resopló agotada y se acercó a su bolsa y sacó el móvil, revisó con desgana las notificaciones al no encontrar nada relevante lo devolvió a donde estaba. Tomó la cartera y se la acomodó a mitad del brazo y antes de que pudiera salir una mujer de caderas ligeras y cintura pequeña le cerró el paso.

―Buenas tardes, señorita Brown ―Cate arrastró cada palabra. Vestía un pantalón de lino en un tono crema y un blazer a juego, zapatos cerrados de Manolo Blahnik y el cabello a medio recoger con una peineta―. ¿Podemos hablar?

Eva dio un paso hacia atrás y comenzó a sentir el hormigueo carcomer sus manos, sudaba de repente, como si estuviera en medio de una pesadilla. No podía creer lo que estaba oyendo, menos en un momento como ese, donde ni siquiera podía sostenerle la mirada a la abogada. Tragó saliva y respiró.

―No lo creo, abogada. Llevo prisa y debo irme ―expresó con nerviosismo y hasta palidez. Erróneamente Eva creía que Catherine la buscaba para conversar por lo que ella dijo en el sanitario la ultima vez que se encontraron. Necesitaba correr―. Permiso, por favor.

Catherine bufó y perdió la paciencia, a pesar de no haber insistido ni una sola vez. Cerró la puerta tras ella y caminó hacia el frente.

―Siéntese arquitecta y conversamos. ―A cada paso que emitía la rubia, Eva debía dar uno también, la sentía casi encima de ella, presionándola para tener una discusión que había evitado todo este tiempo.

La castaña maldijo a sus adentros, tarde o temprano tenía que enfrentar este momento. Ladeó la cabeza con resignación y exhaló el poco aire que llevaba dentro. Caminó hacia el sofá de cuero negro aún cubierto con el protector del material de oficina y tomaron asiento una al lado de la otra.

Eva cruzó las piernas y Cate las estiró.

― ¿Qué quiere... conversar? ―Eva carraspeó visiblemente incómoda.

Cate estiró sus labios en una ligera sonrisa y juntó sus manos.

―Sugerirle que empiece con mi oficina como al inicio de su trabajo en la torre ―balbuceó lo más rápido que su boca le permitió. Cate era una rubia orgullosa, incapaz de insistirle a nadie, mucho menos cuando ella fue quien se equivocó.

Evangeline relajó el semblante y por breves minutos el nerviosismo quiso hacerla reír. ¡No podía creer lo que estaba oyendo!

Parpadeó impresionada, olvidándose de la tensión que sentía creyendo que tocarían otro tema.

―Abogada... ¿Es en serio? ―Fue imposible no preguntar.

―Sí.

Cate parecía irritada, como si la incomodidad ahora la tenía ella recorriéndole el cuerpo.

― ¿Puedo preguntar por qué el cambio?

―No. Dígame de una vez si tomara mi oficina o no ―espetó olvidando la amabilidad de la cual le habló Angelina.

―Déjeme pensarlo. Tengo derecho, ¿no?

―No se demore, arquitecta, mi paciencia tiene un límite.

―Ah, ¿usted tiene paciencia? ―Se burló Eva incorporándose y estirando sus brazos.

―No juegue conmigo, señorita ―dijo con firmeza, acomodándose a su lado, con las mejillas un tanto enrojecidas.

―Tranquilícese, no estoy jugando con usted. Pero, mírese, abogada, a simple vista se nota su falta de paciencia.

Catherine se posó frente a Eva y sopló muy cerca de su rostro, guardó ambas manos en los bolsillos de su pantalón y murmuró:

―Usted no sabe nada de mí, arquitecta.

Eva tragó saliva con los nervios aflorando en su estómago.

―Tampoco quiero saberlo... ―alcanzó a decir mirándole los labios, de forma casi inconsciente.

―A los ojos, señorita Brown. Míreme a los ojos.

Eva tosió y rompió por un paso la cercanía de ambas.

―Mi próxima visita será en dos días, para ese entonces le daré mi respuesta ―comentó Evangeline intentando sopesar la tensión creada entre ellas.

―Dentro de dos días tengo un juicio muy importante, no creo estar presente para recibirla.

―Se enterará de todas formas, pierda cuidado.

―Hasta luego entonces ―se despidió Catherine con un deje de... ¿decepción? No tenía idea, pero no sentía los mismos ánimos de cuando entró a conversar con la castaña.

―Chao. Suerte en su juicio.

Y sin decir nada más Eva salió pitando de la oficina de Thomas Collins, a quien le agradeció en silencio el hecho de no aparecerse durante toda su estadía allí. Su mente era un tornado, vueltas y vueltas, pero no se hallaba en total control para decir algo. Mientras descendía al sótano en el ascensor sacó su celular y escribió un mensaje a su mejor amiga, la necesitaba más que nunca.

Catherine quiso ir a contarle a Angelina, al fin y al cabo, era en la única en quien confiaba, sin embargo, desistió y se encerró en su oficina con el fin de prepararse para su próximo juicio.

Tiempo pasado.

―Gracias por esta oportunidad, señor Torres ―exclamó Evangeline la mar de contenta―. No se arrepentirá por haberme contratado.

―Es usted la mejor, señorita. ―Sonrió el anciano detrás de su escritorio―. Por ahora, le enseñaré las próximas construcciones de las que estará a cargo.

Eva ni corta ni perezosa se encaminó junto a Torres por el largo y amplio lugar, el hombre contaba un sinfín de historias, de cómo surgió esta idea de construir un amplio parqueadero para sus clientes, una cafetería y una sala de proyectos con nuevos espacios para desplazarse mejor al momento de presentar ideas innovadoras en aquella empresa.

Torres y asociados es una de las mejores constructoras que tiene Estados Unidos, con mas medio siglo prestando un excelente servicio a sus clientes y dejando huella en sus trabajos más memorables.

Trabajar en ese sitio era uno de los más grandes sueños de Eva, no obstante, por cosas de la vida terminó trabajando con Alexa Santana, la competencia de Alfonso Torres.

El señor Torres conoce que está contratando a una persona de la competencia, poniendo en riesgo la confidencialidad de la empresa y sus próximos proyectos. Sin embargo, él decidió aceptar el reto. Conoce la carrera de Evangeline y le gustó su portafolio.

Eva con una libreta en la mano anotaba cada idea que Alfonso podía comentar a lo largo de su recorrido, intentando algunas veces descifrar lo que quería decir, ya que él utilizaba cierta jerga a la que ella no estaba del todo adaptada.

Su única preocupación era que su jefa Alexa se enterara, no quería dejar pasar esta oportunidad de oro, y aunque no había un contrato de por medio todavía tenía la esperanza de poder formar parte del grupo Torres. Así que, no podía darse el lujo de renunciar a su actual trabajo, que mientras no supieran que está involucrada en un proyecto de la competencia era totalmente seguro.

N/A: 

Muchas gracias a todxs los que están leyendo esta historia, jamás me imaginé que gustara tanto... Aclaro que esto no es un fanfic sobre Cate Blanchett, solo inspiré a esa diosa en el personaje principal que es la abogada Cate White... De todas formas mil gracias por leer. 

Pronto otro capítulo.

Ps: Me disculpo si hay alguna incoherencia en la historia, es que la retomé hace poco y no recuerdo al cien todo lo que he escrito, paso a paso voy poniéndome al día.  

ig: aliceindrama 

¡Buen día, arquitecta!©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora