10.

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El chirrido persistente de su alarma despertó a Max de un sueño placentero, haciéndole gemir ante la desagradable interrupción. Mantuvo los ojos cerrados y extendió la mano para silenciar el ofensivo sonido. La confusión lo asaltó cuando su mano rozó cálida piel. ¿Qué demonios? Su alarma siempre estaba en el lado izquierdo de su cama, en su mesita de noche. Aún aturdido por la resaca inducida por el sueño, Max estiró su brazo por segunda vez, decidido a silenciar el tono irritante. Su mano chocó con un pecho inconfundible, y sus ojos se abrieron. La vista de un hermoso y sonriente Sergio acostado al otro lado de la cama, con su teléfono entre dos dedos, lo hizo olvidar la molesta alarma. Sergio silenció el ruido y volvió a colocar el móvil en la cama.

—Umm... lo siento por eso. ¿Qué hora es? —murmuró Max, esperando que no sonara como un idiota. Sus mejillas se calentaron y su cuerpo se agitó cuando los recuerdos de la noche anterior inundaron su cerebro. Realmente no sabía cómo actuar en esta situación.

—Cinco y media. Podríamos volver a dormir. No nos reuniremos hasta las diez —respondió Sergio, esa sonrisa sexy aún iluminaba sus ojos.

—Puse mi alarma temprano. Quería correr esta mañana. —Max se giró sobre su espalda y se pasó una mano por la cara, mirando al techo. Estaba bastante cansado. Solo se habían dormido hace unas horas.

—¿Te vas a levantar? Puedo llevarte —ofreció Sergio, acercándose a él, pasando un brazo y una pierna sobre el cuerpo de Max. Levantó las mantas a su alrededor y apoyó la cabeza sobre la otra mitad de su almohada.

—No, no tienes que hacerlo, a menos que quieras. Es temprano. Realmente creo que tu idea es una mejor opción. —Levantó un brazo para envolver el que Sergio tenía sobre su pecho—. ¿Tengo que configurar mi alarma de nuevo?

—No, la mía está programada para las ocho y media. ¿Es suficiente? —preguntó Sergio.

—Eso espero. —Un gran bostezo escapó de sus labios y sus ojos se cerraron.

Sergio le dio un codazo.

—Date la vuelta, me gusta estar en cucharita. Me encanta cómo encajas contra mí. Y mientras lo haces, dame un poco más de tu almohada —Sergio se rió y lo atrajo hacia sí. Max se presionó contra su calor y volvió a dormirse al instante.

***

—Podrías ponerte algo mío —ofreció Sergio desde su armario.

—Necesito regresar antes que los chicos bajen a desayunar. —Max miró el reloj. Estaba sentado en el borde de la cama, completamente desnudo, con una expresión de dolor en su rostro—. Apuesto a que ya están ahí abajo. Debería haberme levantado antes.

Checo agarró el Advil que guardaba en su baño y un vaso de agua, y se los llevó a Max. Vio como el hombre los tragaba rápidamente. Por supuesto que tenía resaca. Había dejado en claro que no había bebido mucho desde que recobró la sobriedad y salió ante su esposa. Había sonado como si no hubiera bebido desde la universidad.

—Saben que sales a correr a menudo. Toma algunos de mis shorts y una camiseta.

Max pareció considerar ese plan. Bueno, al menos no había recibido el no inmediato que había recibido con todas sus otras ideas sobre cómo llevarlos a la reunión de esta mañana.

—Puedo llevarte al hotel —sugirió Checo mientras se dirigía a su armario donde sacó un viejo par de shorts de los Lakers, y luego los volvió a guardar. Eso gritaba California, no Texas. Él eligió unos shorts negros y una camiseta de Nerd Herd que le regalaron cuando el programa Chuck era tan popular.

—Tomaré un taxi. No puedo arriesgarme a que nadie me vea regresar esta mañana después que nos fuimos juntos anoche.

—Le tomará una eternidad a un taxi llegar hasta aquí. Solo diles que corrí contigo esta mañana —ofreció Sergio, entregándole la ropa.

Secret [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora