13.

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Max se incorporó y volvió a ponerse la ropa interior. Se subió la cremallera y luego volvió a meterse la camisa en los jeans mientras Sergio trabajaba para limpiar el desorden en su manta. Debería estar ayudando, pero el impacto de tener una experiencia sexual tan íntima en un lugar tan público lo dejó sorprendido.

Sergio le hacía este tipo de cosas. Lo hacía olvidarse de sí mismo. Lo empujaba hasta que no sabía en qué dirección era arriba o abajo. Hasta que cedía e hacía exactamente lo contrario de lo que debería haber hecho. Ninguna otra persona en este planeta tenía tanto control sobre él. ¿Cómo lo hacía este hombre?

—¿Estás bien? —preguntó Sergio, de pie. La comida aparentemente olvidada.

—No sé cómo me haces esto. —Trató de explicar Max, y una sonrisa se extendió por la cara de Sergio.

—Eso es algo que me he estado preguntando desde que te vi. Toma, lleva la canasta. Se está haciendo tarde. En este punto, Charles estará allí antes que lleguemos. —Max tomó la canasta que le entregó, dándose cuenta que no había recibido una respuesta. Sergio recogió la manta de los cuatro lados, permitiendo que todo el contenido cayera al medio. Sin decir una palabra más, lo siguió, volviendo por el camino. Sergio llevó la manta extendida lejos de su cuerpo.

Cuando llegaron al área de estacionamiento, Sergio caminó hacia un basurero y colocó toda la manta dentro del gran contenedor de metal.

—Amo demasiado mi auto. No quiero que eso se derrame. Terrible, ¿eh? —dijo Sergio, haciendo clic en el llavero. Inspeccionó cuidadosamente la canasta antes de guardarla—. ¿Quieres conducir?

Max sacudió la cabeza y se dirigió hacia el lado del pasajero. Sergio extendió la mano y lo detuvo, acercándolo.

—¿Estás nervioso?

—Un poco —admitió. Todavía estaba más atrapado en el hecho de que planeaba hacer algo como esto para empezar. Sergio lo empujó contra su cuerpo, pero él retrocedió, alejándose. Mantuvo sus manos frente a él, evitando que se acercara. Acababa de besarlo y follar su puño, todo al aire libre en una playa pública. Cualquiera podría haberlos visto. Sergio tenía la capacidad de destruir sus límites.

—No está mal. Lo que estamos haciendo, quiero decir —dijo Sergio, pero dio un paso atrás y luego otro, y algo cruzó en su rostro que no pudo leer.

—Lo que hacemos a puerta cerrada es una cosa, pero no debería haber dejado que eso sucediera allí —dijo Max. Sergio se dirigió al lado del conductor y abrió la puerta, pero no entró. Simplemente lo miró por encima del techo del automóvil.

—Gracioso. Lo que recordaré de ese momento es que me encendiste tanto que perdí de vista todo excepto tocarte. —Sergio se sentó al volante y cerró la puerta. Max se quedó de pie allí, sin palabras. ¿Era eso una línea? Seguramente para Dios lo era. Abrió la puerta y entró cuando Sergio encendió el auto.

—¿Cuántas veces has usado esa línea antes? —preguntó Max.

—Nunca. Aprenderás que digo lo que siento. No soy el jugador que crees que soy. No he tenido que serlo. —Sergio lo miró por un momento, y pudo ver el dolor allí... y tal vez la incertidumbre. Luego hizo retroceder el auto.

—Lo siento. No eres tú, soy yo —se disculpó Max, frotándose las palmas sudorosas por los muslos—. No debería haber dicho eso.

Sergio permaneció en silencio mientras conducía. Estaba oscuro, pero a Max le pareció ver un pequeño tic en su mandíbula.

—En serio. Lo siento —ofreció—. Simplemente no entiendo lo que estoy haciendo. Este no soy yo. No hago estas cosas y luego me miras y simplemente me pierdo. Es mi problema. No debería desquitarme contigo.

Secret [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora